5. HOSEOK

22 4 0
                                    

Hoseok no podía dejar de mirar a Dong-Wook Lee. Era un poco más bajo que su hijo, de hombros más anchos y colores clásicamente kaélicos: el pelo de un rojo oscuro y vibrante, y esa piel blanca como la sal, abarrotada de pecas a causa del sol zemeni. Y aunque sus ojos eran del mismo gris nítido que los de Minhyuk, había una seriedad en ellos, una especie de segura calidez que se distinguía de la chisporroteante energía del tirador.

No era solo el placer de tratar de encontrar a Minhyuk en las facciones lo que mantenía la atención de Hoseok concentrado en el granjero. Había algo muy extraño en el hecho de ver a una persona tan íntegra en el casco de piedra de un mausoleo vacío rodeado de lo peor de Ketterdam, Hoseok incluido.

Hoseok se estremeció y se ajustó más a su alrededor la vieja manta que había estado utilizando para cubrirse. Había comenzado a dividir su vida en días buenos y días malos y, gracias al trabajo con Cornelis Smeet, aquel estaba resultando ser un día muy malo.

No podía permitir que le sacara lo mejor de sí, no cuando estaban tan cerca de rescatar a Kihyun. Ojalá estés bien, deseó Hoseok en silencio, esperando que de algún modo sus pensamientos pudieran cortar el aire, cruzar las aguas de los puertos de Ketterdam y alcanzar a su amigo. Ojalá estés a salvo y entero y esperes por nosotros.

Hoseok no estaba en Vellgeluk cuando Choi tomó a Kihyun como rehén. Todavía estaba tratando de purgar la parem de su cuerpo, atrapado en la neblina de sufrimiento que había comenzado en la travesía desde Djerholm.

Se dijo que tenía que dar las gracias por el recuerdo de esa miseria, cada minuto lleno de temblor, dolor y vómito. La vergüenza de Hyungwon presenciándolo todo, apartándole el pelo hacia atrás, secándole la frente, sujetándole con tanta suavidad como podía mientras Hoseok discutía con él, trataba de engatusarlo y le gritaba pidiendo más parem.

Se obligó a recordar cada cosa terrible que había dicho, cada placer que había ofrecido, cada insulto o acusación que le había lanzado. Disfrutas viéndome sufrir. Quieres que suplique, ¿verdad? ¿Cuánto tiempo llevas esperando para verme así? Deja de castigarme, Hyungwon. Ayúdame. Sé bueno conmigo y yo seré bueno contigo. Él lo había absorbido todo con estoico silencio. Hoseok se aferraba con fuerza a esos recuerdos. Los necesitaba tan vívidos, brillantes y vergonzosos como fuera posible para enfrentarse a su anhelo de la droga. No quería volver a estar así jamás.

Miró a Hyungwon, con el pelo espeso y dorado lo bastante largo como para que comenzara a rizarse sobre sus orejas. Le encantaba verlo, y también lo odiaba. Porque no le daba lo que quería. Porque él sabía lo mucho que lo necesitaba.

Después de que Changkyun los llevara al Velo Negro, Hoseok había conseguido aguantar dos días antes de derrumbarse y acudir a Hyunwoo para pedirle otra dosis de parem. Una pequeña. Solo un poco, algo para calmar su necesidad implacable.

Los sudores habían desaparecido, y los brotes de fiebre. Podía caminar y hablar, y escuchar a Changkyun y a los demás haciendo sus planes. Pero incluso mientras hacía sus cosas y se bebía las tazas de caldo y té lleno de azúcar que Hyungwon ponía frente a él, la necesidad estaba ahí, un serrar incesante y doloroso de sus nervios, de atrás para delante, minuto a minuto.

No había tomado la decisión consciente de pedírselo a Hyunwoo cuando se sentó junto a él. Le había hablado con suavidad en shu, lo había escuchado quejarse sobre la humedad de la tumba. Y entonces las palabras salieron de su boca:

—¿Tienes más?

Él no se molestó en preguntarle a qué se refería.

—Se la di toda a Hyungwon.

REINO DE LADRONES - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora