10. KIHYUN

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Mientras Kihyun y Changkyun se alejaban del Stave Occidental, el silencio entre ellos se extendió como una mancha. Habían abandonado sus capas y máscaras en un montón de basura tras un pequeño burdel en decadencia llamado Sala de Terciopelo, donde al parecer Changkyun había escondido otra muda de ropa para ellos.

Era como si la ciudad entera se hubiera convertido en su armario, y Kihyun no podía evitar pensar en los magos que sacaban kilómetros de bufandas de sus mangas y hacían desvanecer a chicas de unas cajas que siempre le recordaban incómodamente a ataúdes.

Vestidos con los abultados abrigos y los ásperos pantalones de los trabajadores portuarios, se abrieron camino hasta el distrito de los almacenes, con el pelo cubierto por los sombreros y los cuellos levantados a pesar del clima cálido.

El borde oriental del distrito era como una ciudad dentro de una ciudad, poblada sobre todo por inmigrantes que vivían en hoteles baratos y casas de huéspedes, o en chabolas de contrachapado y hojalata ondulada, segregándose en los barrios desvencijados por su idioma y nacionalidad.

En ese momento del día, la mayor parte de los habitantes de la zona estaban trabajando en las fábricas y muelles de la ciudad, pero en algunos rincones Kihyun veía a hombres y mujeres reunidos, esperando que algún capataz o jefe se acercara para ofrecer un día de trabajo a unos cuantos afortunados.

Después de quedar libre de la Reserva, Kihyun había recorrido las calles de Ketterdam, tratando de comprender la ciudad. Había quedado abrumado por el ruido y las multitudes, seguro de que Tante Heleen o uno de sus secuaces lo atraparían desprevenido y lo arrastrarían de vuelta a la Casa Exótica. Pero había sabido que, si quería ser útil para los Despojos y ganarse la forma de pagar su nuevo contrato, no podía permitir que la extrañeza del clamor y los adoquines lo superara. Saludamos al invitado inesperado. Tendría que aprenderse la ciudad.

Siempre prefería viajar sobre los tejados, fuera de la vista, libre de la mezcla de cuerpos. Allí era donde más él se sentía, el chico que había sido una vez, alguien que no había tenido la sensación de tener miedo, que no conocía la crueldad que podía ofrecer el mundo.

Había llegado a conocer los tejados a dos aguas y los parterres en las ventanas de la Zelverstraat, los jardines y los anchos bulevares del sector de las embajadas. Había viajado hacia el sur, donde el distrito de fabricación daba paso a los mataderos de olor horrible y los pozos de salmuera ocultos en la misma periferia de la ciudad, donde las vísceras podían echarse al pantano al borde de Ketterdam, y el hedor tenía menos posibilidades de llegar a las zonas residenciales. La ciudad le había revelado sus secretos casi con timidez, en destellos de grandeza y miseria.

Ahora, él y Changkyun dejaban atrás las casas de huéspedes y los carros de la ciudad, internándose profundamente en el ajetreado distrito de almacenes y la zona conocida como la Trama.

Allí, las calles y canales estaban limpios y ordenados, y eran anchos para transportar bienes y cargamento. Pasaron junto a acres vallados de madera y piedra de cantera, a pilas bien vigiladas de armas y munición, enormes almacenes llenos de algodón, seda, lona y pieles, y bodegas llenas de los fardos cuidadosamente pesados de hojas secas de jurda provenientes de Novyi Zem, que serían procesadas y guardadas en latas con etiquetas brillantes, para después enviarlas a otros mercados.

Kihyun todavía recordaba la sacudida que había sentido al ver las palabras «Especias raras» pintadas en el lateral de uno de los almacenes. Era un anuncio, y las palabras estaban enmarcadas por dos chicas suli pintadas, con cuerpos semidesnudos y el bordado de sus escasas sedas sugerido por pinceladas doradas.

Se había quedado allí, con la mirada clavada en el cartel, a menos de tres kilómetros de donde habían comprado, vendido y regateado con los derechos sobre su cuerpo, con el corazón acelerado en el pecho y el pánico apoderándose de sus músculos, incapaz de mirar a esas chicas, con las pulseras en las muñecas y las campanillas alrededor de los tobillos.

REINO DE LADRONES - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora