18. HYUNGWON

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—¡Abajo! —le gritó Hyungwon a Hyunwoo, y el chico shu se tiró al suelo. Una segunda ráfaga de disparos sacudió el aire, destrozando otra de las ventanas de cristal de colores.

—O están interesados en desperdiciar muchas balas, o esos son disparos de advertencia —dijo Minhyuk.

Agachado, Hyungwon avanzó hasta el otro lado de la tumba y observó a través de una delgada grieta en la piedra.

—Estamos rodeados —señaló. Las personas que se encontraban entre las tumbas del Velo Negro no tenían nada que ver con los oficiales de la stadwatch que había esperado ver. Bajo la luz parpadeante de las lámparas y las antorchas, Hyungwon vislumbró tela de tartán y cachemira, chalecos a rayas y abrigos a cuadros. El uniforme del Barril. Llevaban armas igualmente diversas: pistolas, cuchillos tan largos como el antebrazo de un hombre, bates de madera.

—No distingo sus tatuajes —dijo Minhyuk—. Pero estoy muy seguro de que ese de delante es Doughty.

Doughty. Hyungwon rebuscó en su memoria, y después recordó al hombre que los había llevado ante Pekka Rollins cuando Changkyun quería un préstamo.

—Leones Moneda.

—Muchos de ellos.

—¿Qué es lo que quieren? —preguntó Hyunwoo, tembloroso.

Hyungwon podía oír gente riendo, gritando, y bajo todo ello, el bajo zumbido febril que sonaba cuando los soldados sabían que tenían ventaja, cuando olían en el aire la promesa de un derramamiento de sangre.

Un grito de júbilo se elevó desde la multitud cuando un León Moneda corrió hacia delante y lanzó algo en dirección a la tumba. El objeto atravesó una de las ventanas rotas y golpeó el suelo con un ruido metálico. Un gas verde brotó de sus laterales.

Hyungwon tomó del suelo una manta y la puso sobre la lata. Volvió a tirarla por la ventana mientras otra ráfaga de disparos partía el aire. Le quemaban los ojos, y las lágrimas le caían por las mejillas.

El zumbido estaba incrementándose. Los Leones Moneda se lanzaron hacia delante.

Minhyuk lanzó un disparo. Uno de ellos cayó, y su antorcha se extinguió en el suelo húmedo. Disparó una y otra vez, con puntería infalible mientras los Leones Moneda caían. Rompieron filas y se desperdigaron buscando cobijo.

—Sigan alineados, chicos —dijo Minhyuk con gravedad.

—¡Salgan! —gritó Doughty desde detrás de una tumba—. No pueden dispararnos a todos.

—¡No te oigo! —replicó Minhyuk—. Acércate más.

—Hemos destrozado sus botes. La única forma que tienen de salir de la isla es con nosotros. Así que vengan con calma o tan solo nos llevaremos sus cabezas de vuelta al Barril.

—¡Cuidado! —dijo Hyungwon. Doughty los había estado distrayendo. Otra lata atravesó una ventana, y después otra—. ¡Las catacumbas! —rugió, y echaron a correr hacia el lado opuesto de la tumba. Se embutieron en el pasadizo y sellaron la puerta de piedra tras ellos. Minhyuk se quitó la camisa y la metió en el hueco entre la puerta y el suelo.

La oscuridad era casi total. Por un momento, solo se oía el sonido de los tres tosiendo y jadeando, tratando de expulsar el gas de sus pulmones. Después, Minhyuk agitó un hueso de luz y sus caras quedaron iluminadas por un espeluznante resplandor verde.

—¿Cómo demonios nos han encontrado? —preguntó.

—Eso da igual —replicó Hyungwon. No había tiempo para pensar en cómo habían descubierto lo del Velo Negro. Lo único que sabía era que si Pekka Rollins había enviado a su banda tras ellos, Hoseok podría estar también en peligro—. ¿Qué recursos tenemos?

REINO DE LADRONES - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora