14. HYUNGWON

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Una multitud se había reunido en el exterior de la taberna, atraída por los sonidos de los cristales rotos y el alboroto. Zoya bajó a Hoseok y Hyungwon al suelo sin mucha amabilidad, y los condujeron con rapidez a la parte trasera de la taberna, rodeados por un pequeño segmento de los hombres armados.

Los demás se quedaron dentro, para dar las explicaciones que pudieran al hecho de que un puñado de huesos acababa de volar por el mercado y había destrozado las ventanas del edificio. El fjerdano ni siquiera estaba seguro de entender lo que había ocurrido. ¿Había controlado Hoseok esas falsas reliquias de Santos? ¿Había sido algo totalmente diferente? ¿Y por qué les habían atacado?

Hyungwon pensaba que saldrían a un callejón, pero en vez de eso bajaron una serie de escalones de aspecto muy viejo hasta un túnel frío y húmedo. El viejo canal, comprendió mientras se subían a bordo de un barco que pasaba en silencio por la oscuridad. El lugar estaba pavimentado, pero no completamente. Estaban viajando bajo la ancha vía pública que había frente a la embajada.

Tan solo unos pocos momentos después, Zoya los condujo por una estrecha escalerilla de metal hasta subir a una habitación vacía con un techo tan bajo que Hyungwon tuvo que agacharse. Hoseok le dijo algo a Zoya en ravkano, y después le tradujo su respuesta a Hyungwon.

—Es media habitación. Cuando construyeron la embajada, crearon un piso falso a poco más de un metro por encima del piso original. Tal como está integrado en los cimientos, es casi imposible saber que tienes otra habitación debajo.

—Apenas hay espacio para arrastrarse.

—Sí, pero los edificios de Ketterdam no tienen sótanos, así que a nadie se le ocurriría buscar debajo.

Parecía una precaución extrema en lo que se suponía que era una ciudad neutral, pero a lo mejor los ravkanos se habían visto obligados a tomar medidas extremas para proteger a sus ciudadanos.

Por gente como yo. Hyungwon había sido un cazador, un asesino, y orgulloso de hacer bien su trabajo.

Un momento después, llegaron junto a un grupo de gente apiñada contra lo que Hyungwon pensaría que era la pared oriental de no haberse desorientado tanto.

—Estamos bajo el jardín de la embajada —dijo Hoseok.

Él asintió con la cabeza. Aquel sería el lugar más seguro para ocultar a un grupo de gente si no querías arriesgarte a que las voces subieran por el suelo de la embajada. Eran unos quince, de todas las edades y colores. Parecían tener poco en común aparte de sus expresiones recelosas, pero Hyungwon sabía que debían de ser todos Grisha. No habían necesitado la advertencia de Hoseok para buscar refugio.

—¿Tan pocos? —preguntó. Hoseok había estimado que el número de Grisha de la ciudad se acercaba más a los treinta.

—A lo mejor los demás han salido por su cuenta, o están escondidos.

O tal vez los habían capturado ya, pero si Hoseok no quería señalar esa posibilidad, él tampoco lo haría.

Zoya los condujo por un arco hasta una zona donde Hyungwon se sintió aliviado al poder ponerse recto. Dada la forma redondeada de la habitación, sospechaba que se encontraban bajo alguna clase de cisterna baja, o tal vez un pozo en el jardín. Su alivio se disolvió cuando uno de los hombres armados sacó unos grilletes y Zoya señaló directamente al fjerdano. De inmediato, Hoseok se puso enfrente de él, y comenzó a discutir con ella en furiosos susurros.

Hyungwon sabía a la perfección de quien se trataba. Zoya Nazyalensky era una de las brujas más poderosas de Ravka. Era una Vendaval legendaria, una soldado que había servido primero al Oscuro, después a la Invocadora del Sol, y que había ascendido al poder como miembro del Triunvirato Grisha del rey Nikolai. Ahora que había experimentado él mismo una parte de sus habilidades, no le sorprendía lo rápido que había ascendido.

REINO DE LADRONES - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora