Kihyun estaba boca abajo, con los brazos extendidos delante suyo, retorciéndose como un gusano a través de la oscuridad. A pesar de que prácticamente había estado muriéndose de hambre, el conducto de ventilación seguía siendo muy estrecho. No podía ver a dónde iba; tan solo seguía avanzando, impulsándose con las puntas de los dedos.
Había despertado algún tiempo después de la batalla de Vellgeluk, sin ningún conocimiento de cuánto llevaba inconsciente ni idea alguna de dónde se encontraba.
Recordaba caer desde una gran altura cuando uno de los Vendavales de Choi lo soltó, solo para que otro lo recogiera. Los brazos eran como vigas de acero a su alrededor, el aire le golpeaba la cara, el cielo gris lo rodeaba, y después un dolor explotó en su cráneo.
Lo siguiente que supo fue que estaba despierto, con la cabeza palpitante en la oscuridad. Tenía las manos y los tobillos atados, y notaba una venda que le cruzaba la cara. Por un momento, volvió a tener catorce años y estaba tirado en la bodega de un barco de esclavos, asustado y solo.
Se obligó a respirar. Dondequiera que estuviera, no notaba el balanceo de ningún barco, ni oía el crujido de las velas. El suelo era sólido bajo él.
¿A dónde lo habría llevado Choi? Podía estar en un almacén, o la casa de alguien. Tal vez ni siquiera estuviera ya en Kerch. Daba igual. Era Kihyun Yoo, y no iba a temblar como un conejo en una trampa. Esté donde esté, tengo que escapar.
Logró quitarse la venda restregando la cara contra la pared. La habitación estaba totalmente a oscuras, y lo único que podía oír en el silencio era su propia respiración acelerada mientras el pánico se apoderaba de él otra vez. Lo mantuvo a raya controlando la respiración, tomando aire por la nariz y soltándolo por la boca, dejando que su mente recurriera a la oración mientras sus Santos se reunían a su alrededor.
Los imaginó comprobando las cuerdas de sus muñecas, frotando vida en sus manos. No se dijo que no tenía miedo. Hacía mucho tiempo, tras una caída grave, su padre le había explicado que solo los estúpidos no sentían miedo. Recibimos al miedo, le había dicho, saludamos al invitado inesperado y escuchamos lo que tiene que decirnos. Cuando llega el miedo, algo está a punto de pasar.
Kihyun pretendía que algo pasara. Había ignorado el dolor de su cabeza y se había obligado a recorrer la habitación, calculando sus dimensiones. Después había utilizado la pared para ponerse en pie y la había toqueteado, arrastrando los pies y dando saltitos, en busca de puertas o ventanas. Al oír unos pasos que se acercaban se había tirado al suelo, pero no tuvo ocasión de volver a colocarse la venda. A partir de ese momento, los guardias le ataron con más fuerza.
Pero no importaba, porque había encontrado el conducto de ventilación. Lo único que necesitaba era una forma de librarse de las cuerdas. Changkyun lo habría conseguido en la oscuridad y probablemente también bajo el agua.
El único vistazo a fondo que había podido echarle a la habitación donde lo mantenían cautivo era durante las comidas, cuando llevaban una lámpara. Oía unas llaves girando en una serie de cerraduras, la puerta abriéndose, el sonido de la bandeja cuando la dejaban sobre la mesa.
Un momento después, le quitaban la venda de la cara con suavidad; Bajan nunca era rudo ni brusco. No estaba en su naturaleza. De hecho, Kihyun sospechaba que estaba más allá de las capacidades de sus manos de músico bien cuidadas.
Por supuesto, nunca había nada que cortara en la bandeja. Choi era lo bastante listo como para no confiarle siquiera una cuchara, pero Kihyun había aprovechado cada momento sin venda para examinar cada centímetro de la estéril habitación, en busca de pistas que pudieran ayudarlo a adivinar su ubicación y planear su escapada.
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REINO DE LADRONES - MONSTA X
AcakEn Ketterdam, la ciudad de los mercaderes y los ladrones, hay una guerra abierta. Múltiples bandos están luchando con todo lo que tienen para lograr el control absoluto de la jurda parem y con ella, el de un imparable poder Grisha. Mientras tanto, C...