17. CHANGKYUN

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Entrar en la casa no fue ni de cerca tan difícil como debería haberlo sido, y eso puso nervioso a Changkyun. ¿Estaba dando demasiado crédito a Choi? Ese hombre piensa como un mercader, se recordó mientras se metía el bastón bajo el brazo y bajaba por una cañería. Todavía cree que su dinero lo mantiene a salvo.

Los puntos de entrada más fáciles eran las ventanas del piso superior de la casa, accesibles solo desde el tejado. Jooheon no estaba dispuesto a subir o bajar, así que Changkyun iría primero y lo dejaría pasar por los pisos inferiores.

—Dos piernas buenas y todavía necesita una escalera —murmuró, ignorando la punzada de dolor de su pierna.

No le emocionaba tener que hacer otro trabajo con Jooheon, pero el conocimiento del muchacho sobre la casa y los hábitos de su padre sería útil si había alguna sorpresa, y él era el que estaba mejor equipado para manejar el ácido áurico.

Changkyun pensó en Kihyun, en el tejado de la Iglesia del Trueque, con las luces de la ciudad reluciendo debajo. Esto es lo que se me da bien, así que déjame hacer mi trabajo. De acuerdo. Les dejaría hacer sus trabajos a todos. Hoseok cumpliría su parte de la misión y Kihyun había parecido lo bastante confiado en su habilidad de caminar por la cuerda, con poco descanso y sin la seguridad de una red.

¿Te lo habría dicho si tuviera miedo? ¿Es algo por lo que alguna vez hayas mostrado simpatía?

Changkyun se sacó ese pensamiento de la mente. Si Kihyun no dudaba de sus habilidades, entonces él tampoco debía. Además, si quería ese sello para los queridos refugiados, tenía sus propios problemas de los que ocuparse.

Por suerte, el sistema de seguridad de Choi no era uno de ellos. La vigilancia de Kihyun había indicado que las cerraduras eran estilo Schuyler. Eran unas cabronas complicadas, pero en cuanto forzabas una, las habías forzado todas. Changkyun había estado en términos muy amistosos con un cerrajero de la Klokstraat que creía firmemente que Changkyun era el hijo de un acaudalado mercader que valoraba enormemente su colección de impagables cajas de rapé. Por consiguiente, Changkyun era siempre el primero en saber exactamente cómo los ricos de Ketterdam mantenían a salvo sus propiedades. Una vez había oído a Hubrecht Mohren, Maestro Ladrón de Pijil, parloteando sobre la belleza de una cerradura de calidad estando borracho de cerveza en el Club Cuervo.

—Una cerradura es como una mujer —había dicho, amodorrado—. Tienes que seducirla para que te entregue sus secretos.

Era uno de los viejos colegas de Per Haskell, muy dado a hablar sobre días mejores y grandes fraudes, sobre todo si significaba que no tenía que hacer mucho trabajo. Y esa era exactamente la clase de conocimientos varios que le gustaba enseñar a esos parásitos. Sí, una cerradura era como una mujer. También era como un hombre, o como cualquier otra cosa: si querías comprenderla, tenías que desmontarla y ver cómo funcionaba. Si querías dominarla, tenías que aprendértela tan bien como para volver a montarla.

La cerradura de la ventana cedió en sus manos con un chasquido satisfactorio. La abrió y se metió dentro. Las pequeñas habitaciones del piso superior de la casa de Choi estaban dedicadas a los sirvientes, pero todo el personal se encontraba actualmente abajo, ocupados con los invitados. Algunos de los miembros más ricos del Consejo Mercante Kerch estaban llenándose el estómago en el comedor del primer piso, probablemente escuchando la triste historia de Choi sobre el secuestro de su hijo y quejándose de las bandas que controlaban el Barril. Por el olor del aire, Changkyun sospechaba que había jamón en el menú.

Abrió la puerta y avanzó en silencio hacia la escalera. Después, bajó con cautela hasta el segundo piso. Conocía la casa de Choi de cuando había robado con Kihyun el óleo DeKappel, y siempre le gustaba regresar a una casa o negocio que había visitado antes. No era solo la familiaridad. Era como si al regresar, reclamara ese lugar. Nos conocemos mutuamente, parecía decir la casa. Bienvenido.

REINO DE LADRONES - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora