Capítulo 5

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"¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No será, acaso, de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?

Codiciáis, y no tenéis, matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no lo pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.

¡Oh, almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

¿O pensáis que la escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?"

Santiago 4:1-5

Gabriel tomó las hojas entre sus dedos de oro. Por suerte, todas se habían atorado en los bordes del tejado y el viento no fue capaz de arrastrarlas. Las ordenó según recordaba y comenzó a analizarlas en silencio. Ahora veía. Lo que en principio parecía incoherencias hechas por un niño, en realidad eran los intentos de la máquina por responder a su pregunta. Tuvo que reconocer para sí mismo que se había comportado de forma absurda, pero el comentario se le salió como un pensamiento dicho en voz alta, y no se percató de la estupidez que cometió hasta que fue demasiado tarde. No pudo juzgar la reacción de V1. Si le hicieran lo mismo a él, su respuesta sin duda sería peor que la de la máquina. 

Su mente no paraba de repetir el momento en que se fue, tan humillado, con el visor abajo y una ala rota. Esa imagen le generaba una culpa intensa, un pequeño nudo en la garganta que lo tenía con el cuerpo tembloroso, pero hizo un esfuerzo por tranquilizarse y analizar a fondo los papeles.

En la primera hoja había un manchón azul que parecía estar de rodillas frente a un resplandor blanco, separado por unos picos negros. El resto tenía un fondo de color rojo y en uno de los costados se encontraba una caja amarilla. El amarillo no era un color común en el Infierno, así que lo asoció rápidamente con esos extraños objetos que los humanos dejaron en él, esos como máquinas arcade. A veces parecían surgir de la nada, como si la misma tierra las escupiera cuando consideraba necesario. Encontró una detrás de él en la Gula, pero también en Herejía. A su llegada no estaban ahí, estaba seguro, pero las halló al regresar siguiendo el paso de V1. En ese momento creyó que específicamente él las hacía aparecer, pero cayó en cuenta de que estaban por todos lados, anticipándose a la llegada de las máquinas. V1 no era el único que las arrastraba.

El siguiente fue aún más confuso. En el centro estaba ese manchón azul, pero se encontraba rodeado por varios personajes bien conocidos: Minos, Sísifo, un robot rojo muy similar a V1 y él. Todos estaban unidos por líneas amarillas y rodeados de pequeñas nubes de color rojo que parecían gotas de sangre. No lo entendía. ¿Reconocía su importancia? ¿Estaba contando algo acerca de ellos? ¿Eran sus víctimas sin más? ¿Por qué lo incluía a él?

Gabriel reconoció con amargura que la muerte de las almas de Minos y Sísifo a manos de V1 no le sorprendía, pero sí lo entristecía. Lo hacía pensar en lo verdaderamente frágil que eran las almas, incluso las más fuertes, las Prime; que aún con su capacidad de volverse físicas, de sobrevivir a una primera muerte, no tuvieron escapatoria y se convirtieron en poco menos que otro escaño en el descenso de una máquina.

Los demás parecían solo imágenes de su salida del Infierno. Lugares llenos de enemigos, o al menos, así los relacionó por sus colores, todos coherentes con máquinas. También distinguía los niveles superiores colapsados, como la Lujuria, inconfundible por sus tonos azules y rosados.

Unveiled Divinity |Gabriel/V1| | Ultrakill Donde viven las historias. Descúbrelo ahora