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No puede detener la carrera a pesar de los desesperados gritos a su espalda pidiéndole que se detenga. Los llantos de alguien a quien ama dejando atrás desconsolada. Pero sus pies no frenan. Su cerebro le envía mensajes de seguir corriendo, de no detenerse que ya afrontará más tarde las consecuencias pero ahora... ¡¡SOLO CORRE!!

-¡Espere!

Se detiene justo al lado de un taxi cuyo pasajero ya ha sido elegido.

-Por favor, déjeme tomar este taxi.

Le suplica.

Cierra los ojos ante la voz de su madre llamándole.

-Por favor...

Le ruega.

-Compartámoslo.

Le dice el pasajero tendiéndole la mano. Cientos de hormigas corretean en cuanto se tocan.

El taxi acelera. Las siluetas de aquellos que corrían tras él son cada vez más pequeñas a medida que se alejan.

-¿A dónde se dirige?

Le pregunta su desconocido compañero de viaje.

-Al mismo lugar que usted...

Susurra haciéndose un ovillo en el asiento mientras posa la frente en el gélido cristal. Cierra los ojos y al abrirlos de nuevo han llegado a su destino. Al bajar del coche se encuentran enfrente de la Torre Mori. Un lugar donde nunca ha puesto los pies.

-¿Me acompaña? Creo que le vendrá muy bien no tener los pies en la tierra.

Y como un titiritero con sus marionetas, el joven sigue al desconocido atraído por aquello que quiere mostrarle, o más bien, el lugar a dónde éste se dirigía antes de apropiarse de su taxi.

Suben el ascensor en silencio. No hay muchas personas por los alrededores por lo que se nota mucho más tranquilo pero a pesar de eso no deja de ocultar su rostro bajo el cuello del traje que sigue vistiendo y el cual le gustaría arrancarse.

-Bienvenido a mi lugar favorito.

Las vistas del atardecer donde el sol ya es casi cenado por la luna son espectaculares.

Observa de izquierda a derecha, de arriba abajo notando un vértigo que le empuja a retroceder un par de pasos hasta topar con el pecho de aquel que le acompaña. Al levantar el rostro se estremece con la expresión que muestra. Dirige la mirada al frente y toma aire llenando todos sus pulmones notando que la vida vuelve a él, que su mente empieza a despejarse, que los miedos empiezan a camuflarse.

-Ah ¡El dinero del taxi! - responde al regresar al mundo real – Tengo que pagarle mi parte – se palpa en los bolsillos del pantalón, en el interior de la chaqueta. No lleva ni su cartera ni su móvil – L-lo siento... no llevo nada encima.

-Está bien, no se preocupe.

-Pero tengo que pagárselo. Deme al menos su número de contacto y en cuanto pueda le haré un bizum.

-Tómelo como un regalo de aquel que pertenece al mismo grupo que usted.

Le mira extraño. Confundido.

-¿Mismo grupo?

La sonrisa que le dedica es estremecedora bajo la luz del cielo nocturno.

-El de los ojos tristes.

Traga saliva.

Lo entiende.

Lo ve.

Se ve reflejado en dicha tristeza.

-¡Dígame al menos su nombre!

Le pide cuando está a punto de abandonar el lugar dejándole pasar un rato más allí.

-Katsuki.

Ese nombre le produce una extraña corriente eléctrica.

-Yo soy Izu- ¡Achús! – estornuda temblando de arriba abajo –Izuku.

Logra decir.

Acaba de ser consciente del viento gélido. El invierno está a la vuelta de la esquina. Exhala aire caliente a sus doloridas y rojizas manos. Tanto su nariz como sus mejillas están del mismo tono cuando una intensa y sobrecogedora calidez le embriagan de golpe.

-Se resfriará.- nota la dulce fragancia de la bufanda roja que el desconocido coloca alrededor de su cuello – Siga manteniéndose a flote, Izuku – percibe una fragancia dulce en su aliento – No se rinda.

Enmudecido, ve alejarse la espalda de aquel chico que le parece la mismísima soledad personificada. Lo mismo que percibe de sí mismo.

Casualidad o Destino (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora