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-¿Dónde está la bufanda que te regalé? Bueno, da lo mismo. He venido para decirte que lo dejemos.

A Katsuki no le sorprende nada. Siempre ocurre lo mismo.

-¿Es que no vas a decir nada? ¿Ni preguntar por qué?

La chica niega con la cabeza alucinando. ¿Por qué empezó a salir con él? Ya ni lo recuerda.

-Te enviaré todas las cosas que has dejado por mi casa y a cambio envíame las mías.

Sale de la cafetería dejando la taza de café intacta.

Parece que el recién dejado no le ha afectado la ruptura pues ya busca una compañía de reparto para hacerle dicho envío cuyas cosas llevan en una caja varios días esperando ser entregadas al imaginarse el escenario que acaba de vivir.

****

-Tu trabajo es bastante fácil. Solo tienes que entregar los paquetes a su hora. Si te retrasas se te bajará el suelo. Si sufres algún accidente la empresa no lo cubre. Si pinchas una rueda o tienes que llenar el depósito todo corre a tu coste. ¿Alguna pregunta?

Muchas.

Midoriya tiene muchas ganas de preguntarle a su amigo por qué sigue en esa mierda de trabajo cuando podría encontrar otro mejor, pero no está en condiciones de decir nada. Con su actual curriculum podría encontrar trabajo de su campo en cualquier grande empresa pero todas le han vetado la entrada. La influencia del abuelo de Uraraka es demencial.

-Entonces me toca preguntar a mí... ¿Por qué teniendo un curriculum como el tuyo y habiéndote graduado con honores en la mejor Universidad de Tokio has acabado trabajando aquí?

-Es un asunto personal.

El jefe de Iida asiente pero no lo dejará pasar. Se enterará pues es un chismoso de primera.

-Ponte a trabajar.

Midoriya ayuda a sus nuevos compañeros, todos súper jóvenes, la mayoría estudiantes de instituto o universitarios, a clasificar los paquetes por zonas y barrios. La zona que le ha tocado es una de las más grandes y tendrá que hacerlo él solo. Y si no lo hace a tiempo...

Sin rendirse, cargan la furgoneta y sale a la carretera. Agradece el haber seguido conduciendo él mismo y no aceptar el servicio que le insistía el abuelo de Uraraka de tener un chófer particular como lo tenía ella para ir a la empresa o a cualquier otro lugar.

Las horas van pasando y el reparto lo está llevando a cabo tal y como se espera. Ningún retraso, ningún accidente, ni altercado... Incluso está llegando antes de la hora pactada siendo muy bien recibido y agradecido por los clientes. Algunos incluso han querido ofrecerle alguna bebida caliente para entrar en calor tras la nevada que estará pronta a caer sobre la ciudad.

Midoriya se baja en su último punto de entrega y ya nota el cansancio pesarle y empujarle hacia abajo. Un altísimo edificio cuyo ascensor está averiado. Con la pesada caja, empieza a subir escaleras y escaleras hasta llegar a la séptima planta.

-Debería...apuntarme... al...gimnasio...

Exhala buscando aire y rezando por no vomitar los pulmones.

Se coloca la ropa. La gorra y se seca un poco el sudor de la frente. Cuando está más que visible, llama al timbre. Nadie abre. Busca en el móvil de la empresa el número del cliente para hacerle saber que va a hacer entrega de su paquete por si quiere que lo deje en casa de algún vecino u en otro punto de recogida cuando la puerta se abre y éste enmudece.

-Vaya, al final me has encontrado. ¿Vienes a devolverme el dinero del taxi? o ¿A devolverme mi calentita bufanda?

El mismísimo Katsuki está frente a él y el aire le vuelve a fallar. Afuera está a punto de nevar pero del interior de su apartamento le bofetea una ola cálida, por esa razón va en camiseta de manga corta.

-No soy ningún stalker.- logra decir – He venido a entregarle un paquete.

-Era una broma, Izuku.- tiende la mano ante la cual recibe la de Midoriya estrechándosela - Era el paquete lo que quería que me diera, no su mano.

-Yo, l-lo siento... pensé que me estaba saludando... Es una costumbre... Lo siento...

Se disculpa dos veces más bajándose la gorra para que no vea su sonrojado rostro. Katsuki toma la caja sin apartar la mirada. Le resulta muy interesante observarle.

Firma en la PDA que le entrega y cierra la puerta sin decir adiós. Midoriya baja las escaleras ofuscado. ¡El otro día fue mucho más amable! Baja los escalones pisando con fuerza, como un gigante queriendo destrozarlo todo, como un niño haciendo una pataleta.

-¡Izuku! – gritan desde arriba. Se asoma por el descansillo de las escaleras – No está mal con ese uniforme pero el traje de novio le quedaba mejor.

¡Será!

Abrumado, ahora baja las escaleras con mucha más deprisa siendo incapaz de dejar de pensar en esa sonrisa burlona, cautivadora con la que Katsuki se ha despedido.


Casualidad o Destino (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora