-19-

53 8 5
                                    


El tic tac del reloj continúa sin detenerse.

No como el corazón de Midoriya que late fugaz.

Tiene la piel de gallina pero no de frío sino por lo que tiene delante. La silueta destrozada de un hombre que dice ser un monstruo.

Lentamente, toma la fotografía para dejarla sobre la estantería y cubre el cuerpo de Bakugou con un albornoz.

-Se resfriará.

-Los monstruos no nos resfriamos.

-Cuénteme lo que pasó.

-Ya se lo he dicho. La asesiné.

La luz se va debido al relámpago recién caído.

Pero Midoriya no siente miedo, ni terror. Ni tampoco siente la presencia de un ser demoníaco enfrente de él.

Lo que él ve es a un hombre culpable, solitario. La figura de un hombre que busca el perdón y ser comprendido.

-Puedo intentar adivinar lo ocurrido por el ejemplo que me puso la otra vez pero preferiría escuchar la verdad salir de su boca, Katsuki.

Éste tiembla al ser tocado en los labios.

-Debería marcharse. Le traeré ropa limpia para que se cambie.

-No me iré a ninguna parte.

Bakugou le ignora entrando en su habitación. Midoriya le persigue.

-No tiene que molestarse en devolverme la ropa. Quémele. Tírela. Esta será la última vez que nos veamos.

-Pienso perseguirle hasta que quiera hablar conmigo.

-Los chicos buenos obedecen Izuku, o los monstruos le acabarán devorando.

-¡Deje de seguir llamando monstruo a la persona que amo!

-¡Y USTED DEJE DE SER UN MALDITO IMBÉCIL QUE NO ENTIENDE NADA!

Estalla lanzando la ropa al suelo.

-Márchese. Olvídeme. Siga disfrutando de su vida alejado del mal. Tenga una vida larga y saludable. Sea feliz.

-¿Y qué hay de usted? ¿Qué hay de mis deseos felices para usted?

-Tírelos a la basura.

-Esa niña no murió por su culpa ¿Verdad?

-Cállese.

-Estoy seguro de que usted no sería capaz de hacer eso. Estoy seguro de que hay algo más. ¿Fue durante una operación?

-No diga una palabra más.

-Sí, tuvo que ser eso. Katsuki, aunque le consideren el mejor cirujano del país no es Dios. No es un ser todopoderoso capaz de salvar todas las vidas. Las cosas pasan y no podemos hacer nada para impedirlo. Estoy seguro que la muerte de esa niña no fue culpa suya.

-¡¡¡YO LA DEJÉ MORIR POR MI NEGLIGENCIA!!!

Le empuja cayendo ambos al suelo.

-Dejé morir a una niña de siete años... una niña con una sonrisa preciosa, llena de energía, a la que llevaba velando meses. A la que visitaba cada día alargando sus esperanzas de vida alimentándola con buenas palabras acerca de recibir pronto un nuevo corazón. Yo- calla ahogándose en sus lágrimas – La dejé morir por mi falta de poder. Debí anteponer su salvación a mi apellido, a las absurdas órdenes de los de arriba.

Casualidad o Destino (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora