𝐼𝐼𝐼. 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖𝑑𝑜𝑠.

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Cuando escuché la alarma, me arrepentí de haber aceptado pasar la madrugada junto a Quackity justo en el día que llegué a Los Ángeles. Las tres horas de descanso que no fueron tan reparadoras como esperaba, y el jetlag, por muy poco el cambio de horario que fuese, me estaba comiendo viva. Me senté al borde de la cama dudando si mi nuevo estilo de vida valdría la pena en un futuro, pero no podía siquiera pensar de forma coherente con el sueño que tenía encima. Mi cuerpo anhelaba regresar a dormir por unas horas más hasta completar las ocho que necesito, pero al ver que eran las 8:15am, decidí levantarme a darme una ducha y lavarme los dientes.

Soy una adulta, así que tengo que ser una.

—Ugh... — Murmuré.

Después de vestirme con algo formal, me apresuré a hacerme un desayuno rápido con la poca comida que compré del 7Eleven hace unas horas. Mientras esperaba a que el agua hirviese para prepararme un café, leí una parte del contrato de mi interés; donde se especifica el tipo de relación que debe existir entre Quackity y yo, y todo lo que teníamos prohibido. No encontraba alguna adición o algún punto que su manager haya omitido en la primera reunión virtual que tuvimos.

Como lo mencionó, no podemos tener una relación más allá de jefe y empleada. Si existiese la menor posibilidad de algún interés amistoso o romántico, el contrato se cancelaría, y volvería a mi país. No se me prohibía estar en su hogar, pero esto solo podía ser posible si su manager o algún empleado suyo estuviese siendo nuestra compañía, al igual que cualquier tipo de reunión. Curiosamente podíamos estar a solas, pero solo por motivos laborales y con una previa autorización. Además, esas reuniones debían de suceder en las instalaciones a las que me dirigiría en unos minutos.

Leí de nuevo, con esperanza de que se especificase un «Si a Quackity le da la gana, todo esto puede ser cancelado y pueden llevarse como amigos y seguir trabajando juntos», pero no. No había indicio de que existiese esa posibilidad.

Observé el agua hirviendo por unos segundos, un poco más de lo que se consideraría normal. Después, miré el café soluble. Tomé el frasquito, y después de exhalar, apagué el quemador para preparar mi café. El tiempo que pasé junto a Quackity en el estacionamiento fue agradable, incluso me hizo sentir en casa, a pesar de que no extraño —todavía— mis tierras. Por un momento había incluso olvidado que había llegado a Los Ángeles para trabajar para él, y no salir con él.

Si no fuese por el contrato, le hubiese aceptado salir por un café.

Recibí un mensaje de la manager, y lo abrí de inmediato. Al leer qué decía, me apresuré a beber el café que pude, ponerme los zapatos y tomar mi bolso. Habían mandado un chofer para que me llevase a las oficinas en la que se llevaría a cabo la junta, pero me lo notificó a tres minutos de que llegara a las puertas del edificio. Cerré mi departamento al revisar por tercera vez si nada me faltaba, y corrí escaleras abajo para encontrar el auto.

Cuando bajé el último escalón, vi un auto negro estacionarse delante del edificio. Retrocedí un poco.

Su auto lo vi de noche y a oscuras, pero el modelo era similar al auto de Quackity. No parecía ser un auto típico que enviarías en un Uber, o un auto clásico de una empresa. Cuando la puerta se abrió, tragué saliva.

¿De verdad se atrevió a venir por mí, sabiendo que veríamos a su manager? Y si es así, ¿por qué estaba nerviosa de verlo otra vez? Solo salimos a comer unas hamburguesas en la madrugada, pero eso no significa que...

—¿Es usted la señorita _____? — Preguntó el chofer desconocido. —. Suba, la llevaré a su destino.

Abrió la puerta de pasajeros, y sin responder, entré al auto. Me cubrí el rostro por la vergüenza que sentía al creer que Quackity, mi propio jefe, se tomaría la molestia de venir por mí. Di las gracias, y me dediqué a seguir leyendo el contrato y unos documentos más para disipar mis pensamientos.

Disponible solo por negocios | QuackityxTnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora