[Capítulo XIV]

47 3 0
                                    

La suavidad que recorre mi rostro, tal cual almohadón de plumas, acompañado de las demás plumas que se duermen junto a este, calmando con su suavidad al individuo que reposa calmadamente sobre este artefacto tan cómodo, así me sentía yo, como una pluma, frágil, flotando junto a las demás en al aire.

Un tacto que me sabía de memoria, como olvidarlo, si me había aprendido la tranquilidad con la que me tocaba, recorría el contorno de mi nariz con tanto sosiego, como si temiera la blancura de su alma en despertarme de los recorridos lóbregos que describían mis sueños.

—Señor Lecter, es hora de despertar, dentro de poco saldrá la luz del sol y junto con ella las demás personas que habitan en el palacio. —dijo la melódica y encantadora voz de aquel mortal de apariencia cautivadora.

Mis ojos se abrieron con suma lentitud y malestar, debido a la fuerte luz del sol que luchaba con darse a notar a través de las cortinas de seda.

Tomé su mano y la enrollé con la mía, dando un vaivén, como un columpio que se mecía con fluidez en el aire de una mañana de invierno.

Mis labios hicieron contacto con la parte interna de su muñeca, el níveo de su piel fulgurante que se dejaba amar a rastros de mis cariños, que no llegaban a más por aquella damisela que estaba en una relación con Will.

—Gracias por despertarme Will, es hora de que me retire, antes de que alguien me vea, pasimatysim vėliau gražuole.

—Hasta luego señor Lecter, tenga un buen día. —dijo en un susurro lo último, por aquella oración que le había causado un labrantío de rosas en primavera.

Tras salir de la habitación de Will, camino a paso lento y silencioso a mi habitación, para evitar inconvenientes con mi padre, algo que destaca en él, es que tiene un oído sumamente activo y desarrollado, lo cual le da la gran oportunidad de escuchar las cosas a una larga distancia si se logra concentrar.

Llegando a esta, me encargo de darme un largo y duradero baño, al salir de la ducha, me visto y reviso algunas de las notas compuestas que quedaron encima del piano, pero mi lectura es interrumpida por dos toques que recibe mi puerta, me volteo extrañado ante tal acto, pues, era temprano y a estas horas, pocas personas estaban de pie haciendo lo que les correspondía en el palacio.

Abro la puerta y veo que se trata de Will Graham.

—Señor Lecter, disculpa si interrumpo algo de suma importancia, pero su padre me ordenó que le dijera que hoy irían a ver los anillos y preparativos para su boda con la señorita Alana, partimos en una hora. —dijo una vez para luego marcharse lejos y perderse entre las largas y angostas paredes del palacio.

Mi pecho ardía, de repente mis manos sudaban, mi piel comenzaba a calentarse de una forma acelerada, mis colmillos estaban empezando una pelea dentro de mi quijada, tenía ganas de cazar, de escuchar los gritos de los mortales y ver con embeleso la sangre fluir de sus cuellos, tal cual catarata para la contemplación de los mortales, mis pupilas gritaban el goce que estaba sintiendo mi corazón, que daba latidos punzantes que perforaban mi pecho, estaba el necesitado deseo de lamer con delicadeza sus cuellos y luego arrebatarles la canción de afección a la que le daban el nombre de vida.

Con rapidez atravieso la puerta de mi habitación y bajo rápidamente las escaleras, con pisadas decididas y fuertes, voy tan concentrado en mi objetivo que no siento la finura de aquel tacto que solo un mortal podía otorgar una orquesta de emociones en mi corazón, aquel hombre que me hacía sentir la humanidad y darme la oportunidad de cargarla en mis brazos.

—Ahora no es el momento Will, tengo unos asuntos de importancia que atender. —dije sin mirarle a los ojos, no quería verlo, no quería que me viera así y que me temiera de nuevo.

Luna Roja- Fabiana Jalil MuñozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora