[Capítulo X]

56 4 0
                                    

La vista de su espalda era todo lo que podía ver, a causa de lo que había sucedido hace cuatro días, después de esto, le seguía un silencio abrumador, lleno de inquietantes dudas que me carcomían la cabeza, sin dejarme respirar con tranquilidad, para darles una cucharada de oxígeno a mis pulmones que lo ansiaban tanto, Will Graham me había dejado tan confundido y en un estado que casi podía describir como si tuviera alguna enfermedad crónica, como si sintiera otra vez la muerte, sujeta entre mis brazos, lista para llevarme junto a ella y las demás almas que descansaban en sus camas.

No me gustaba esta sensación y me estaba empezando a preocupar.

Aquel relicario que había tomado en mi habitación, era algo importante que me había dado mi abuelo, por mi cumpleaños número dieciocho, algo único que conservaba, eran dos adornos que cargaba en el centro, el primero se trataba de una cruz mediana de origen egipcio, la cual si la alzabas, se podía abrir y mostrar una punta sumamente afilada, una navaja escondida en un elegante adorno, lo segundo era una pequeña esfera de vidrio, con sangre en su interior y dos rosas de plata en su parte baja, junto con un diamante rubí pequeño en el centro.

Will es un mortal, por lo que asumo que ese tipo de cosas le causaron una impresión o tal vez, a parte de aquel relicario, haya visto algo de mi que no debía y de lo cual, no estaba totalmente listo para ver.

No quería que mi único amigo me temiera o pensara que haría algo malo para herirlo, si fuera otro, ya le habría arrancado su existencia de esta faz de la tierra para siempre, pero Will Graham, él es mi amigo, la verdad de mi origen no está lista para revelarse, debo de esperar y resolver las cosas, los asuntos están complicados, pero estoy seguro que se arreglarán si me tomo el tiempo de hablar con él a solas.

La idea de pedirle ayuda a Mischa pasó por mi cabeza, pero realmente no quiero causarle molestias o problemas a ella, así que, simplemente lo descarté de mi lista de opciones.

Es tan complicado tenerlo tan cerca mío, pero sentirlo tan completamente lejos, los cuervos sienten mis llantos, las libélulas se balancean de un rincón a otro, siendo el público de tal catástrofe que estaban tocando mis emociones, su nombre recorre mis venas, cada fluido, siendo este la única enfermedad que me estaba permitiendo sentir.

Mi cerebro se siente tan incomprendido, el mundo no me está comprendiendo, me arrebata de los brazos todo aquello que conmigo viene, las garras afiladas cavan mi pecho, desterrando el hogar de todas mis almas preciadas, me siento encerrado en una cúpula, batallando y batallando contra las aguas que quieren ahogarme, tal cual navegan sus peces, hundiéndose en sus penas, el filo de la cuchilla se graba el perfume de mi plasma, masajeando y moldeando mis luchas y sacrificios en su hoja plateada, de esa manera me estaba sintiendo ante la ausencia de aquel bello ser humano, que me había dejado encantado con la primer mirada suya que me dedicó.

En este momento me encontraba asomado en mi ventana, presenciando la vista que daba a la zona verde del palacio, las plantas no eran lo que captaban mi atención e interés, sino la persona que se ocupaba del cuidado del jardín, Will Graham estaba regando las plantas, vestía de una manera sencilla, llevaba una camiseta blanca que llegaba hasta sus codos y pantalones negros, se hallaba descalzo, sus pies jugaban y sentían la pureza que brindaba el césped.

Me decido por enfrentarlo, romper de una vez con todo ese silencio molesto que se interpone entre nosotros, antes de que sea demasiado tarde, no quiero perderlo, me niego de tan solo pensarlo, haré todo lo que esté en mis manos para que las cosas vuelvan a ser como antes.

—Hola Will, buenas tardes, quisiera hablar contigo un momento por favor. —dije.

—Buenas tardes señor Lecter, me temo que eso no será posible, en este momento me encuentro en horarios de trabajo, tendrá que esperar en otro momento. —dijo sin siquiera voltear a verme, se mantuvo con su mirada fija e intacta en las plantas.

Luna Roja- Fabiana Jalil MuñozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora