[Capítulo XV]

28 3 0
                                    

Sentía una presión en mi espalda, una mirada pendiente de nuestra discusión, por lo que giro mi rostro y me encuentro con los ojos de Will, los cuales tenían una expresión de tristeza que trataba de ocultarse, solo pude verlos por poco tiempo, pues el ojiazul se había marchado de mi campo de visión enseguida, saliendo a través de la puerta, dejándome pasmado y solo con aquel vendedor y mujer que regaba de su corazón una cantidad infinita de amor por mí que yo no estaba dispuesto a corresponderle.

Quería irme junto a Will, posarme a su lado en vez de estar aquí encerrado entre cuatro paredes viendo montones de anillos, pero Alana y mi padre me lo impedían.

—Tenemos una hora más, ¿Has decidido finalmente con que anillo quedarte?, escoge el que gustes, por mí no habrá oposición ni refuta alguna. —dije.

—He decidido quedarme con el que te mostré recientemente, es fino y delicado, luce perfectamente en mi mano. —dijo una vez que le daba el respectivo anillo al vendedor y arreglaban los trámites para la debida compra.

Salí a ver a aquel mortal, pero me llevé la sorpresa al ver que no había nadie afuera, solo el carruaje y una oleada silenciosa de viento, intrigante.

Will se había marchado y no sabía hacia dónde.

Mi impulso de querer ir a buscarlo quería salir, pero no podía dejar a Alana plantada por segunda vez, podría ocasionar sospechas, seguramente ella lo primero que diría si le dijese que tenía que ir a buscar a Will, sería una reclamación de por qué me interesa tanto un simple mortal y sirviente del palacio Lecter, no podía tomar ese riesgo.

Pese a que no habíamos tenido ningún acercamiento o acto romántico, ese mortal formaba parte de mí, de algo que se encontraba guardado en mi alma, ansiando poder salir.

Me preguntaba a cada momento si estaba bien, sacaba y metía una y otra vez mis manos gélidas dentro del bolsillo de mi pantalón, para calmarme un poco, pero no lo conseguía.

Pronto el frio fue cubierto por una calurosa presencia que se posó a mi lado, Alana con gentileza ubico su mano en mi hombro izquierdo y sus ojos trataron de encontrarse con los míos, miraba tan serio al horizonte que ni siquiera me importaba que su mano estuviera haciendo contacto con mi cuerpo.

Necesitaba salir de inmediato de aquí, debía de buscar al mortal que con pasos apresurados había salido huyendo de aquí y me preguntaba por qué razón lo había hecho, se había despojado de mí, al haber hecho lo que hice hace un momento, tomándole la mano a Alana y lanzándole un cumplido con carencia de interés, pues si había sido por esa razón, necesitaba darle mis razones.

—¿Pasa algo querido? —pregunta con preocupación la voz de la que sería mi prometida en cuestión de meses.

—Nada que deba de preocuparte Alana. —dije sin omitir detalles.

—Te noto muy pensativo, desde que se ha ido el caballero que venía junto a nosotros tu semblante ha cambiado repentinamente, me pregunto por qué, Hannibal. —comentó para obtener una respuesta.

—Mi rostro se ha mantenido con normalidad desde que llegamos y para responder tu pregunta, él es un simple humano como cualquier otro, no está a mi alcance y yo tampoco del suyo, mucho menos tengo intención de alimentarme de él, porque pertenece al personal del palacio y tienes muy claro que con esas personas yo no me meto y mantengo mi distancia como es debido. —dije.

—Oh, es un joven muy apuesto, posee un color muy peculiar, níveo como un árbol desnudo en medio del invierno, que a su vez le invaden los copos de nieve para darle ese toque característico, que lo hace más atractivo para los ojos de los humanos, la única diferencia es que yo soy una cazadora con sed de sangre pura, su esencia me ha parecido exquisita desde que lo olí, debe de saber delicioso, me moriría por degustar su sabor. —dijo con instinto de hambre.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 28 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Luna Roja- Fabiana Jalil MuñozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora