Cap III: La doctora

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Edgar ya era todo un hábil controlador de los sentimientos de las almas. Ya había alcanzado un nivel superior en sus pensamientos e ideas, se había compaginado con su demonio y más allá de tratar de controlarlo aprendió a trabajar junto a él, a conocerlo y practicar juntos sus observaciones y metas.

Ya para él era muy fácil sacar los más reprimidos deseos sexuales de alguien y esto le empezaba a aburrir, la monotonía con el tiempo lo mataba lentamente, no tenía un nuevo plan ni a quien seducir.

Tras largas noches de fiesta y pocas horas de sueño Edgar enferma con un leve resfriado que le provoca un gran malestar y decaimiento, por lo que se dirige hacia el médico de su ciudad y después de unas horas de esperar para ser atendido, ya es su turno. Tenía un rostro semblante y deprimido pero aún conservaba su atractivo rostro y fornido cuerpo el cual iba cubierto con una camiseta negra que le ayudaba a mostrar sus músculos y un short corto de nailon, negro también, que permitía a la vista de los espectadores ver sus gruesas y atractivas piernas.

Edgar entra con la mirada hacia el piso en la pequeña pero organizada consulta y escucha una dulce voz que le dice.

-Levanta esos ánimos jovencitos, no hay razón para estar triste.
Edgar sin aún haber levantado su mirada siente esa voz muy atractiva y sensual, una que en su interior tiene picardía, interesado en saber de quién era, levantó sus ojos y pudo observar a la nueva doctora de la consulta. Edgar después de haberla mirado fijamente por unos segundos le dice educadamente.

-¿Puedo tomar asiento doctora?

-Si mi vida, toma asiento-. Edgar se sienta en una silla metálica de color azul claro que se encontraba al lado del escritorio de la doctora y la mira nuevamente, asombrado por lo hermosa que es, ya se siente mejor, al parecer estaba inmunodeprimido por no haber encontrado entretenimiento en esta vida, pero al entrar en el consultoría y escuchar esa voz ya su ángel de las tinieblas había fijado su nueva obsesión.

La doctora le pregunta dulcemente.

-¿Viniste sólo?

-Sí.

-Tienes valor.

-No creo que venir sólo al médico defina mi valor, mi valor lo pongo a prueba con cosas más complicadas.

-¿Como cuáles?

-Mejor que no sepas, no las entenderías y quedarías traumada de por vida-. Edgar sonríe en silencio y la vuelve a mirar, la doctora pone sus cachetes rosados, al parecer ella también tiene mente pícara y pudo captar algo de lo que él le dijo.

Suelta su bolígrafo sobre la mesa, se acomoda en su silla y le mira fijamente con gran devoción.

-No creo que ninguno de tus pensamientos muchachito, pueda hacerme enloquecer, yo tengo 31 años y no creo que me puedas decir algo que sea más fuerte que las cosas que he vivido.

Edgar sonríe. -Doctora, hoy estoy débil y no quiero caer en provocaciones, por favor podemos seguir con la consulta.

La doctora asombrada le dice. -Ok, tienes razón disculpa por haberme dejado llevar y salirnos del tema principal. A ver qué te sientes en estos momentos.

Edgar sonríe nuevamente. -Me duele la cabeza, me siento un poco congestionado y malestar general, pero en estos momentos lo que más me siento es un gran vapor que no me deja concentrarme.

-El último síntoma no es de una gripe. ¿Qué te provoca ese vapor?

-Malas ideas.

-¿Como cuáles?

-Prefiero quedármelas, soy un poco egoísta.

La doctora hace un gesto con su cabeza. -De acuerdo.

Edgar hace que la conversación se base en el doble sentido para así meterse indirectamente con ella sin que lo puedan malinterpretar.

-Mira eso que tienes es una simple gripe, te vas a tomar estas pastillas una cada día, por la mañana durante 7 días y vas a hacer inhalaciones de vapor de agua, al séptimo día vienes nuevamente para ver tu progreso.

Mientras ella hablaba Edgar la analizaba, ella se encontraba sentada y él no podía ver ni sus piernas ni su estatura pero si su hermoso rostro con una tonalidad de piel un poco más allá del bronceado, unos ojos negros al igual que los de Edgar, eran como galaxias sin fin, cejas gruesas y bien definidas, se notaba que le gustaba lucir atractiva, unos labios perfectos para soportar las mordidas de los dientes afilados de Edgar, tenía un lunar muy atractivo por encima de sus labios en el lado izquierdo.

Él seguía mirándola detalladamente imaginándose cosas con su cuerpo apreciando su pelo negro que tenía recogido en forma de coleta, tirado hacia adelante llegándole un poco más abajo de sus senos que por cierto son bien voluminosos, pero para quitarse la duda debería verlos desnudos, por ahora sólo Edgar podía dar esa descripción era la primera vez que la apreciaba.

Se levantó de la silla, tomó el medicamento y antes de retirarse la miró y le dijo. -Muchas gracias por su amable atención doctora, hasta luego.

Ella tentada a la risa enseñándole sus perfectos dientes. -No hay de que, aquí estaré para cuidarte cada vez que enfermes.

Edgar risueño se retiró del lugar, no había tomado ni una sola pastilla pero ya se sentía mejor. Lucifer había despertado del aburrimiento y calentaba nuevamente su sangre haciéndolo sentir tentado por el mismo infierno.

En el camino hacia su hogar sonreía en silencio, intercambiando una charla con el mal interior.

-Mi ángel caído, has despertado del vacío y regresado de un lugar frío, calienta mi interior y envíame sádicos pensamiento.

Demonio: -Mi amo y amigo gracias por trabajar conmigo y no suprimir mi intelecto prohibido.

Edgar iba feliz en silencio por todo el camino, ya se sentía vivo. Con un motivo para continuar en este mundo, tenía una nueva obsesión y no desistiría nunca de ella hasta lograr arrastrar los pensamientos oscuros de ese cuerpo con las manos de su Satán.

Al cabo de los dos días Edgar se dirige nuevamente al consultorio, no aguantaba esperar 7 días para verla nuevamente.
-Buenos días doctora, puedo tomar asiento.

La doctora sorprendida le pregunta. -Y que haces aquí, te dije que siguieras el siclo por 7 días.
-Sí pero ya han pasado dos días y no me he tomado ni un pastilla y ya me encuentro estupendo.

-¿Como puede ser posible eso?

-Lo que pasa doctora es que esta simple gripe no se compara con mi gran enfermedad, con la que he lidiado toda mi vida, por eso es que lo llevo tan fácil con una gripe.

-De que padeces.

Él sonríe y le respondí. -No es una enfermedad común, prefiero reservármela, no quiero asustarte, por ahora.

La doctora asustada y sin poder imaginar de que le hablaba Edgar guarda silencio y traga en seco.
-Sólo pase por aquí par que no estuviese preocupada por mí, verdaderamente muchas gracias por haberme curado.

-¿Cómo?

-Con el tiempo me entenderás. Espero que tenga un lindo día y por cierto, su nuevo luck y color de uñas le quedan perfectos, son muy seductores.

Se levanto de la silla y se retira a su hogar dejando sonrojada a la doctora. Ya ella era su nueva obsesión quería probar sus límites y habilidades. Desde ese día comenzó a trazar su plan, para poder seducir a la atractiva doctora.

Todas las mañanas iba cuando la doctora estaba sola a pesarse, con la justificación de ver si su rutina de ejercicio para ganar masa muscular le estaba resultando, y aprovechaba para coquetear indirectamente con ella y empezar a provocar sensaciones de atracción hacia él.

Ella parecía muy a gusto con sus visitas, incluso la hacía divertirse mucho con sus ocurrencias. Edgar cada día que iba se percataba como la doctora lo miraba a escondidas y se saboreaba, pues para tener un peso más exacto se quedaba solo con la ropa interior.

El solo esperaba el momento indicado.

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