Cap III.IV

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-Sí, házmelo rico Edgar, lléname con tu verga.

Edgar al escuchar eso se quedó sorprendido por el gran efecto que había causado sobre la doctora al punto de tenerla masturbándose pensando en él. Ya para el mirar no era divertido por lo que salió de su escondite y se dirigió hacia ella con su maleta negra en su mano izquierda. Ella al sentir sus pasos rápidamente y asustada abre sus ojos y en un movimiento ágil se trata de cubrir con su bata sus partes íntimas, relajándose un poco al ver que era Edgar pero aún estaba sorprendida y sus ojos brillaban al saber que él estaba ahí.

-Que haces aquí-. Edgar la mira vacilando detalladamente todas las partes de su cuerpo y esa ropa interior roja de encajes que le quedaba muy atractiva.

-Sentí que te hacía falta mi presencia, que necesitabas de mí y al parecer no estaba equivocado.

Colocó la maleta encima del buró, la cual ella miraba con curiosidad. Se acercó más a ella, le separó las manos del cuerpo, se agachó ante ella y mirándola fijamente a sus ojos con una cara sínica y psicópata le dijo.

-Estas listas para recibir placer con dolor, estas preparada para experimentar cosas nuevas y transportarte a lugares que ni siquiera sabes que existen, necesito saber, porque ya esto es otro nivel-.
Mirándolo muy atentamente.

-Si mi amo hoy estoy dispuesta a recibir todo el placer que me otorgues, me tienes súper cachonda al punto de estar dándome placer con mis manos mientras pienso en ti.

Edgar sin levantar la vista de sus ojos desliza su mano por el muslo de la doctora hacia arriba buscando acercarse a su vulva y pega sus labios al oído de ella. -Al parecer tus pensamientos eran intensos y fuertes, estas muy húmeda, tus bragas están empapadas con los líquidos de tu vagina.

Le empieza a frotar el clítoris y masajear toda la vagina, suspira en su oído.

-Tienes los pezones duros, están muy excitada.

-No sé por qué no puedo dejar de pensar en ti, no paro de imaginarte dándome azotes en mis nalgas.

-Tranquila, respira profundo y trata de relajar tu pulso, que hoy te voy a satisfacer completamente.

Él retira sus manos y mirándolo fijamente ella lo toma por el rostro con sus dos manos haciendo una leve caricia y le dice. -Eso espero-. Agacha su mirada y al levantarla nuevamente le comenta.

-Esta es nuestra despedida, me voy para una misión médica, para superarme como profesional y quiero que este día sea especial.

Edgar la mira un poco enojado, pero al momento alivia su rostro. -Te prometo que este día para ti va a ser inolvidable, que aunque estés lejos vas a sentir mi presencia y mis pensamientos. Porque hoy te haré sentir mujer-.

Edgar se levanta caminando hacia atrás, hasta apoyarse en la famosa camilla que se encontraba allí. -Ponte de pie, quiero admirar tu cuerpo para no olvidar ni un mínimo detalle de él-.

Raiza se para muy sensualmente, sus tacones la hacen ver más alta que él. Camina hacia él con su frente en alto y sus sexis piernas definidas, se detiene unos pasos ante el cuerpo de Edgar manteniendo una postura empoderada, con carácter, coloca sus manos al rededor de la cintura.

Edgar no podía controlar su mirada, con sus ojos una y otra vez la retrataba observando su hermoso cuerpo de piel bronceada que combinaba con su ropa interior roja. Ella toma su lapicero y mete la punta en su boca jugando con él y provocando a Edgar, deja caer su bata al piso dejando a la expectativa de Edgar sus hermosos senos y sus pezones erizados, no dice ni una palabra sólo trata de comunicarse con el telepáticamente.

El paquete de Edgar se comienza a marcar por encima de la ropa, pero el contiene sus impulsos y le ordena.
-Siéntate en la mesa de parto y pon tus piernas abiertas, correctamente donde van.

Tú Demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora