Capítulo 11

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Sasuke regresó a Konoha por la tarde. Estaba sano y salvo, la misión fue cumplida con éxito y en el proceso pudo abstenerse de matar a uno de sus compañeros con máscara de zorro. Estaba orgulloso de sí mismo. No obstante, al llegar a casa no encontró a nadie con quien compartir esas buenas sensaciones. Comió, se duchó y se recostó un momento en su cama. La casa estaba silenciosa y sola, cuestión que siempre le recordaba a su niñez. Itachi no era muy ruidoso, pero cuando se hallaba ahí su presencia era palpable; por otro lado estaba Kisame, quien aportaba un ruido ambiental que al inicio fue extraño para Sasuke y al cual terminó por habituarse.

Después de descansar un rato se levantó y se dirigió al café. Aquel par seguro se encontraría ahí, lo apostaría. Por alguna extraña razón le pasó por la mente que, a fin de hacerse acompañar por alguien, también podría buscar a Sakura; entonces pensó que eso lo haría lucir desesperado y descartó la idea. Itachi y Kisame serían pues.

El Sol empezaba a bajar y había un par de clientes en Heiwa. Sasuke entró, paseó la mirada por el rostro de la gente y sus ojos se quedaron enganchados en la mano de Kisame. De entre todos los detalles del cuadro, éste le zarandeó el corazón. Ya no le importó la identidad de los clientes o el pintoresco vaho de las bebidas danzando en el espacio. Salvó con sus ojos la distancia y los obstáculos hasta la mano de Kisame y en ella clavó el negro de sus irises.

"Lo mataré" fue lo primero que pensó el joven ANBU.

Los dedos de Hoshigaki se posaban en ese momento sobre una figura de guitarra, aquella mano se recargaba con todo el derecho del mundo en una femenina curva, entre los confines de la cadera y la cintura. Sasuke alcanzó a ver incluso las arrugas que ese tacto producía en la tela, cómo el pantalón oscuro de ella mostraba unas diminutas arrugas y el pulgar de Kisame se posaba despreocupado en el borde de una playera blanca. Para contribuir a la cólera de Uchiha, ese pulgar y esos otros dedos igual de culpables se removieron, acariciaron con indiscreción a la mujer en un imperceptible círculo. Las arrugas cambiaron de posición, las sombras se recompusieron y algo hirvió dentro de Sasuke.

Ellos no le habían visto, estaban de espaldas a la puerta. Tal vez fueran conscientes de que alguien acababa de entrar, mas no de que era Sasuke; o a lo mejor estaban tan absortos en sí mismos que ni notaron la campanilla del lugar al sonar.

Fue un segundo nada más, una caricia en el borde de una cadera que se empezaba a hacer familiar, pero eso provocó una ancha sonrisa en el tiburón. Tomó de las manos de la mujer los café que ella acababa de preparar y fue a ponerlos en la mesa correspondiente. El instinto natural al ver a Sasuke fue saludarlo, sin embargo, el joven se lo impidió.

El menor de los Uchiha acortó la distancia entre ambos, unas zancadas y ya estaba bloqueándole el paso a Kisame. Le estampó una mano en el pecho y lo amenazó entre mandíbulas apretadas y ojos de odio. ¿Cómo se atrevía a tocar en público a alguien que no fuera Itachi? ¿Creyó que nadie lo notaría? ¿Pensó que ese fugaz roce pasaría desapercibido, que su boba sonrisa no lo iba a delatar? ¿Y qué derecho tenía aquella mujer para estar ahí? Sasuke sabía que Itachi amaba a este tonto y no podía dejar pasar algo así. Desconocía a la mujer y por qué se encontraba ahí, pero no tenía reparos en mostrarle a Hoshigaki su indignación.

"Después de todo lo que Itachi hizo por él" pensó Sasuke entre taciturno y lleno de coraje.

Cerró su mano en un puño que atrapó la ropa de Kisame y lo jaloneó.

—¡Bastardo!

El shinobi de Kiri equilibró las tazas que llevaba en las manos y evitó que su contenido se derramara. Con cada jalón que le daba Sasuke, él movía las tazas para estabilizar el café caliente. Una básica habilidad del ninja (y un aspecto muy importante para un espadachín) era el equilibrio. Kisame no tuvo problemas al evitar que el piso adquiriera una decoración en forma de dos manchas oscuras, no obstante, eso significaba que tenía las manos ocupadas y no podía defenderse de Sasuke sin soltar el café.

Esa temporada del añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora