CAPÍTULO 2

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Abrí un ojo, después el otro. Un sol bastante bajo entraba por la puerta acristalada de mi habitación. Esta daba a un pequeño balcón desde el que se podía ver el jardín de la casa que, al parecer, estaba ubicado al Este.

Miré mi reloj de pulsera y marcaba las seis y treinta y dos de la mañana. Me deshice de la sábana que levemente había utilizado durante la noche, me coloqué mis chanclas de estar por casa y me acerqué al ventanal. Retiré las cortinas realmente translúcidas y abrí de par en par las puertas francesas dando paso a una brisa mañanera que hizo que se me pusieran los vellos de punta. Avancé un poco más y visualicé el paisaje de viñedos. Mientras estiraba mis brazos por encima de mi cabeza, giré mi mirada y me encontré con un cuerpo un tanto abstracto, parecía de hombre, un hombre alto, con pelo castaño y tez caucásica. Parecía que llevaba un objeto rectangular entre las manos, aunque no veía muy nítidamente. Mierda, las gafas. Volví dentro de la habitación para buscarlas y, cuando las hube encontrado, volví a salir a la terraza, pero ya no había nadie. ¿Me había vuelto loca y había visto a una persona donde no había nada? No, eso no era así, y ¿qué hacía un hombre en mi jardín?

Unos sonoros golpes en la puerta principal hicieron que saltase en mi sitio. Bajé las escaleras todo lo rápido que mis cortas piernas me permitieron y abrí la puerta. Era Giulia.

- Buongiorno ragazza mia -. Entró directamente, al fin y al cabo, era su casa .- Te he visto en el balcón y, como ya estabas despierta, he decidido venir a traerte el desayuno: galletas recién horneadas, aquí las llamamos Cavallucci, zumo de uva de los viñedos que tienes en frente y el mejor café italiano -. Añadió con su ya mítica sonrisa .- Espero que lo disfrutes, ragazza mia.

Durante unos segundos dudé. Yo era la típica clase de persona que necesitaba calma por las mañanas y no hablaba con nadie hasta que no se tomaba su café porque, sino, podía pegarte su humor de perros. Pero la invité a desayunar conmigo, tenía curiosidad sobre ella.

- Giulia, cuénteme -. Comencé tras darle un sorbo al zumo de uva .- Anoche no profundizó mucho en usted, quiero conocerla.

- Per favore, no me trates de usted -. Sonrió .- Anoche te dije que tengo tres hijos, ¿verdad? -. Asentí .- El mayor es Lorenzo, que se mudó a Florencia para expandir el negocio familiar. Adriano, el mediano, también se fue a la ciudad para dirigir la empresa con su hermano, se llevó a su mujer Alessia y sus dos hijos con él, creyó que allí tendrían una mejor educación y mejores oportunidades laborales.

- ¿Y no fue así? -. Pregunté con curiosidad.

- Oh, sí. El negocio va viento en popa, su matrimonio no tanto. Y, por último, mi hija Isabella. Ella se mudó a Roma para dar a conocer su arte. A ella no le importaba mucho el negocio de los vinos, así que decidió tomar las riendas de su futuro y dirigirlo hacia otras ramas profesionales.

- Y usted... Digo, tú -. Me corregí .- ¿Cómo es que te quedaste en el pueblo si la empresa se dirige desde la ciudad?

- Por amor -. Respondió sin ningún atisbo de duda. ¿Por amor?

- ¿Por amor? -. Repetí en voz alta.

- Exacto, por amor. Cuando era una simple bambina piccola conocí a un niño del colegio de los chicos y nos hicimos muy amigos, crecimos y, poco a poco, nos fuimos enamorando el uno del otro -. Sonrió con nostalgia.

- ¿Tu marido? -. Ella negó con la cabeza.

- A los años sus padres lo enviaron a estudiar al norte del país y a mí me sacaron del colegio para poder ayudar a mi madre en casa -. Esta vez ya no había ningún rastro de una sonrisa .- Al principio estuvimos unos meses enviándonos alguna carta para mantener el contacto, pero los años fueron pasando y lo perdimos, él había encontrado un buen trabajo y ya no tenía tiempo de escribirme. Entonces fue cuando conocí a Leonardo, mi marido, in pace riposi -. Se santiguó .- Su padre y el mío se conocieron de manera inesperada en Pescara, una ciudad al Oeste de Italia mientras tenía una reunión de negocios. La familia de mi marido tenía viñedos, como la mía, así que pensaron que era una buena idea que nuestras familias se uniesen para que se crease la maravillosa empresa vinícola que tenemos hoy en día. Nos casamos, tuvimos hijos y hace dos años nos dejó -. Se limpió con los dedos una de las lágrimas que habían empezado a salir de esos verdes ojos .- El resto es historia.

Un verano para renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora