CAPÍTULO 13

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Habían pasado dos días desde que la familia de Marco llegó a Montefioralle. Volvían a Florencia al día siguiente y, como las dos noches anteriores, Giulia preparó una cena para despedirlos.

Estaba todo riquísimo. Nos preparó una ensalada con burrata y gnocchis, todo acompañado de un vino espectacular de los viñedos familiares. Marco me había enseñado a beber buen vino y a saber distinguirlo. Poco a poco me hacía a nuevos sabores y no terminaban de disgustarme.

La cena transcurrió como las dos anteriores, algo tensa. Estaba claro que Adriano estaba incómodo, lo que hacía que yo también lo estuviese. Siempre que podía, Marco apoyaba su mano derecha en mi muslo izquierdo, debajo de la mesa, en señal de apoyo, sabía que se me hacía rara la situación.

Alessia, sentada frente a su esposo, observaba cada gesto de Adriano con frustración. Mientras tanto, Giulia intentaba suavizar el ambiente con su encanto y charlas banales sobre la belleza de Montefioralle y sus vinos.

Sin embargo, Alessia no pudo contener más su descontento y decidió hablar.

- Adriano, ¿se puede saber qué te pasa? -. Preguntó en un tono bastante bajo, sin intención ninguna de crear un conflicto.

Adriano, levantando la vista del plato, frunció el ceño.

- No empecemos, Alessia -. Respondió él de forma evasiva.

Todos en la mesa ya estábamos pendientes a la inminente discusión.

- Adriano, no soy ciega. Desde que llegamos aquí, apenas has dicho una palabra y cuando lo haces, es para criticar todo lo que hacemos cada uno de nosotros. ¿Qué te pasa?

El hombre apretó los labios y sus orificios nasales se hicieron grandes. Marco, a mi lado, mantuvo su mano sobre mi muslo, apretándolo cada vez más. Puse mi mano sobre la suya para invertir los papeles y calmarlo yo a él. su mirada se dividía entre su madre y su padre, al igual que la de Vittoria.

Adriano lanzó una mirada desafiante a su esposa antes de finalmente hablar.

- Simplemente estoy esperando a que todo explote -. Todos, menos Alessia, miramos al hombre con confusión .- Sí, me refiero a cuándo esta señorita nos contará por qué ha venido a un pueblo remoto de Italia -. Se refería a mi .- Está claro que sabía de nosotros y solo estoy esperando a que admita que solo quiere el dinero de Marco.

- ¡No consentiré que le hables así, papá! -. Marco se levantó de la silla.

Cogí su mano, invitándolo a volver a sentarse.

- No, Nova. No sabe nada de ti ni de tu historia y osa venir a faltarte al respeto.

- Adriano, te has pasado -. Añadió Giulia, que había estado viendo cómo su hijo se alteraba .- No conoces a la niña.

- Vamos, está claro que solo quiere el dinero de Marco. Porque, cuando yo falte, mi empresa y mi dinero irá a él, pese a todo.

- ¡No quiero ni tu empresa ni tu dinero, papá! -. Gritó Marco mientras yo veía cómo su pecho subía y bajaba de la furia .- ¡Me parece increíble que estés haciendo esto solo porque no estudié lo que tú querías que estudiase!

- Por Dios, no seas ridículo.

El silencio reinó en la sala mientras la tensión aumentaba. Marco estaba visiblemente enfadado, su mandíbula apretada reflejaba la mezcla de furia y frustración que sentía. Me apretó la mano con fuerza, buscando consuelo en medio de la tormenta que se avecinaba.

Giulia intentó intervenir para cambiar los ánimos antes de que la situación empeorara.

- Adriano, esto es absurdo. No sabes nada de la niña y no tienes derecho a juzgarla de esta manera -. Me defendió con firmeza.

Un verano para renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora