Después de regresar de nuestro paseo nocturno, volvimos a casa. Encendí la lámpara que había en el salón, era una luz cálida.
Marco cerró suavemente la puerta detrás de él, dejando que el silencio hiciera su aparición. Sus ojos encontraron los míos y una sonrisa se formó en sus labios.
Estaba agradecida de que se hubiese abierto a mí. No era fácil encontrar hombres que expresasen sus sentimientos con tanta sensibilidad como él.
Se acercó a mí y tomó mi rostro entre sus manos, mientras yo abrazaba su cintura. Acarició suavemente mi mejilla con su pulgar. Sus ojos recorrían cada detalle de mi expresión, como si quisiera memorizar cada centímetro de mi ser.
- ¿Puedo besarte? -. Preguntó, como si hiciese falta aprobación, como si no supiese que yo lo deseaba tanto o más que él.
Esa ternura hizo que mi corazón latiera con más fuerza.
Respondí inclinando ligeramente la cabeza, invitándolo a acercarse. Sus labios encontraron los míos en una mezcla de amor y deseo.
Marco deslizó una de sus manos por mi espalda, acercándome más a él. La otra, en mi mejilla. La química entre nosotros era palpable, como la electricidad en el aire antes de una tormenta. Cada roce nos sumergía más en la conexión que compartíamos.
Nos separamos solo lo suficiente para recuperar el aliento, pero la tensión entre nosotros seguía creciendo. Marco me miró con ojos llenos de deseo, como si pudiera leer mis pensamientos más íntimos.
La habitación parecía encogerse a nuestro alrededor y solo existían nuestros cuerpos.
Sus labios abandonaron los míos para bajar por mi cuello, provocando que se me erizase la piel. Era lento, pero de lo más placentero.
Tomé la iniciativa y me deshice de su chaqueta, sintiendo la electricidad de mi tacto en contacto directo con su piel. Sus manos exploraron mi cuerpo.
Entre besos y caricias subimos las escaleras, llegando a la habitación. La cama nos recibió con una suavidad gustosa. Cerré los ojos, permitiéndome guardar en mi memoria cada uno de los roces y besos que Marco me hacía sentir, permitiéndome perderme en el torbellino de sensaciones que él desataba.
Ya no existían pensamientos externos, solo éramos él y yo.
La habitación se llenó de susurros y gemidos ahogados cuando besó mi vientre. Me miró desde abajo, con los ojos llenos de gratitud y amor, como si cada instante fuese un regalo precioso.
El roce de nuestros cuerpos hacía que se nos erizase la piel. Entre sábanas desordenadas, volvió a besarme. Mis labios y los suyos parecían ya conocerse a la perfección. Sus labios buscaron los míos con ansia, como si llevasen meses sin unirse. Sus manos continuaban explorando mi cuerpo con avidez, provocando estremecimientos.
Entre nuestras respiraciones entrecortadas, sacó la protección del bolsillo trasero de su vaquero. Se desvistió al completo y no pude apartar mi mirada de su cuerpo, era como su hubiese estado tallado a medida con mármol.
Se tumbó encima de mí y llenó el silencio.
- Si va a pasar lo mismo que en Bolonia, ahora es el momento.
Reí dándole a entender que ese era el momento y que no volvería a ocurrir lo que había pasado hacía unas semanas.
Cogí su cara con mis manos para besarle mientras él entraba y salía con una delicadeza sublime. Fue tan cariñoso y a la vez tan sensual que no me esperé que luego se volviese más intenso.
En la penumbra de la habitación, exploramos nuestros límites. Con nuestros cuerpos entrelazados, nos movíamos íntima y apasionadamente. La luz tenue remarcaba las sombras del cuerpo de Marco, nuestros ojos se encontraron con las pupilas totalmente dilatadas.
El clímax llegó como una ola suave en la que no hacía falta ninguna palabra.
***
Marco trazaba patrones invisibles en mi piel mientras la brisa matutina entraba por la ventana y removía las sábanas que nos tapaban. Había sido increíble. Nos quedamos allí toda la mañana, entre risas suaves y miradas cómplices.
Sus labios encontraron los míos en un beso tierno, sellando el momento. Los rayos del sol comenzaban a filtrarse por las cortinas. Marco acarició mi rostro con ternura, en ese momento el mundo a nuestro alrededor parecía desvanecerse, dejándonos en una burbuja de intimidad.
Esta se rompió con el sonido de su teléfono. Se levantó y respondió. Yo me quedé en la cama, tapando mi cuerpo con la sábana y observando frente a mí el cuerpo semidesnudo de Marco.
- Va bene, mamma, sarò lì nel pomeriggio. Ciao.
Observé con inquietud cómo se acercó a la cama y me miró durante un par de minutos.
- ¿Era tu madre? -. Él asintió.
- Tengo que ir esta tarde a Florencia, al parecer hay que firmar unos papeles de la empresa y requieren mi presencia.
Le sonreí con ternura y comprensión. Quizá quería que fuese para darle apoyo o quizá no, después del incidente con Adriano.
- ¿Quieres venir conmigo? -. Preguntó, abrí los ojos sorprendida .- No tienes por qué hacerlo si no quieres, entendería que no quisieses después de lo que te dijo mi padre.
- ¿Va a estar tu padre presente? -. Él asintió, suspiré .- No pasa nada, ahí estaré. Contigo.
Él formó una sonrisa ladeada, dándome las gracias. Iba a estar interesante.
ESTÁS LEYENDO
Un verano para renacer
RomansaTras una dolorosa revelación que dejó su corazón en pedazos, Nova Blanco decide huir de la vorágine de la Gran Manzana desesperada por encontrar respuestas. Dejando atrás su vida en Estados Unidos, llega a la encantadora villa italiana de Montefiora...