Calma|🌸

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La ira del tirano se había disipado.

Aunque su hijo sufrió un calvario por su culpa, Poseidón pudo borrar cada rastro de furia en su ser. No obstante, él es incapaz de admitir abiertamente que su ira fue esfumándose gracias a, de hecho, la presencia de cierta diosa nórdica que visita la Atlántida a su antojo.

Obrekka sabía que podía salir mal parada si se acercaba al dios enojado, sin embargo, en su gran terquedad, decidió acercarse al tirano en más de una ocasión. A veces sin hablar, en otras lograba sacar alguna que otra plática con el griego iracundo.

Fue de él que se enteró el motivo de su rabia. Y fue ella quién, personalmente, le dio una soberana paliza a Nun, aún cuando tal acción tensó la relación entre nórdicos y egipcios.

Más enamorada no puede estar.

Fueron a los cuatro días que Poseidón descubrió lo que hizo; en su respuesta, él se limitó a decir:

—Se lo merecía.

Esas simples palabras dieron un vuelco en el hipnotizado corazón de Obrekka. Su sentimiento no solo era desbordante, sino también molesto para otra persona que no sea el dios.

Como por ejemplo, Tritón.

El príncipe de la Atlántida empezaba a ver aquel enamoramiento como algo que trae problemas a su amiga. No se opone a ello; él mismo fue artífice de que la nórdica y su padre estuvieran juntos.
Sin embargo, él está al tanto de lo que aquel amor —todavía no correspondido— casi hace propiciar.

Y no quiere que su padre se quede sin su novia. Mas cuando luce tan... feliz por ser el centro de atención de alguien. Sus actitudes lo demuestran, lastima que es demasiado ciego como para darse cuenta de dichos cambios.

El amor es tan complicado.

—Obrekka...

Llama Tritón a su amiga, quién lleva rato pensativa.

—¿Uhm? —voltea a ver al rubio— ¿Dijiste algo?

—Ya no importa.

—Dime, por favor. Lamento no haberte oído.

—Ajá. —tuerce los ojos—. Te estaba diciendo que en tres día es nuestro cumpleaños.

Obrekka levanta la cejas, sorprendida.

—¡Lo olvidé por completo!

—Para algo estoy yo: para hacerte acuerdo. —expresa Tritón—. Desearía pasar tiempo de amigos. Bueno, si es que quieres venir. ¡No será gran cosa! Mi padre y yo nunca hacemos fiestas; sólo deseo invitarte a una comida.

—Con todo gusto vendré, Tritón. O si gustas puedo hacerte una fiesta en mi panteón. —sugiere—; puede que uno termine ebrio o peleando contra Thor, pero es divertido.

—Es muy tierno de tu parte, pero no acostumbro a celebrar de ese modo mi cumpleaños.

—¿Por qué?

Tritón hace una pequeña mueca, desviando la mirada.

—Mi madre murió ese día. Por eso mi padre no le gusta celebrar su cumpleaños; yo tampoco lo celebro por respeto a ella.

La nórdica percibe el pesar en la voz de su amigo. Se arrepiente de su pregunta, sintiéndose culpable de haber revivido el dolor de la antigua pérdida.

—Lo siento, yo...

—¿Por qué lo sientes? —cuestionó el tritón—. No sabías; sólo sentías curiosidad de saber.

—Pero te hice sentir mal.

—Eso es algo que se debe dejar pasar. Nunca conocí a mi madre, y mi padre siempre rehuye de mí cuando busco saber de ella. —suspira—. No puedo decir que la extraño, porque solo la conozco en pinturas.

𝙋𝙖𝙩𝙪𝙘𝙝𝙤 | PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora