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❪ 🌗❫
LA ESPALDA DE CYRA se estampó contra un grueso tronco cuando la noche comenzó a llegar. En otro momento se hubiera quejado de la brusquedad con la que el macho recargó su cuerpo sobre la corteza, pero le importó poco al sentir un particular bulto rozando el interior de sus muslos. Él estaba listo para poseerla de nuevo y ese hecho no provocó otra cosa más que incrementar el calor entre ambos.
Las manos del pelinegro se habían encargado de sujetarla por las piernas para levantarla. Hacerle sentir su erección de forma deliberada fue una clara provocación hacia la morena, quien reprimió un bochornoso jadeo.
Aunque estuviera en una posición bastante comprometedora, ella no quiso demostrarle lo necesitaba que se encontraba, no después de todas las palabras horribles que abandonaron la misma boca que pronto iba a complacerla.
ーCreí que no querías que te pusiera una mano encima ーle recordó él, sonriéndole con sorna.
ーEres tan engreído que seguramente te enorgulleces de esto ーmasculló ella de regreso.
A pesar del rencor en su voz, el descaro en los ojos ambarinos de Neteyam se intensificaba a medida que se frotaba contra su zona sensible. De no estar cubierta por la tela de sus pantalones, probablemente la demandante sensación de su virilidad apoderándose de su sexo hubiera sido suficiente para hacerla correrse.
Se habían tocado una vez, pero tal parecía ser que había sido suficiente para saber cómo conseguir que el otro perdiera la cabeza en un chasquido.
Cyra anheló hacerlo rogar desde el principio porque quiso que pagara cada insulto que había vociferado en su contra, quiso que sufriera por la desesperación y que doblegara su cordura, aunque sin importar sus esfuerzos de torturarlo, fue ella quien finalmente cayó rendida.
Igual que la primera vez, aceptó con un suspiro mental.
¿A quién quería engañar cuando ella también estaba preparada para que Neteyam la tomara? Claramente era una mentira decir que no había disfrutado provocarlo.
ーMhm, admito que quizá me alimentas el ego con lo ansiosa que estás por mí. Hueles delicioso, así que no me quejo ーadmitió el muy cínico, luego se inclinó más hacia el rostro de Cyra y susurró con voz profunda sobre la exomáscaraー. ¿Sabes cuánto odio esa maldita cosa? No me permite tomar lo que yo quiero.
Dawson frunció las cejas ante su comentario. Estaba cargado de deseo.
ーEs un buen momento para decirte que odio las adivinanzas. Sin juegos, gatito.
Entonces Neteyam movió la cola hasta enrollarla en su pantorrilla derecha cual serpiente escurridiza, provocándole cosquillas en la piel. Estúpido tramposo, pensó ella debido a su reacción juguetona. Era claro que no estaba para bromas ni largas charlas.
