II.

887 85 3
                                    

—¿Por qué no vino Adamas?

Así fue la primera vez que hablé con él.
No soy tímido ni mucho menos, pero despertar con una ración extra de extroversión, llegar tarde a clase y descubrir el lugar al lado de Beelzebub vacío, parecían instrucciones muy claras del universo. Hasta no graduarme no seré considerado un profesional en la ciencia, por lo tanto, aún puedo darme el lujo de creer que la vida me pide hablarle, ¿y quién soy yo para negarme a las peticiones del destino?

Ese día descubrí que sus ojos son tan oscuros como el vacío. Esos escasos cuatro segundos dónde me juzgó fueron suficientes para saber que ya tenía crush universitario.

Volví a intentar entablar conversación después del ejercicio que Beelzebub no se molestó en contestar.

—¿No lo entiendes?

Me miró durante unos seis segundos, en los que puse toda la concentración posible en mantener la sonrisa mientras intentaba memorizar sus facciones.

Sus ojos se inclinaban hacia abajo, dándole una apariencia de estar siempre triste.
Sus labios carecían de color, siendo casi uniforme con el tono de su piel.
Una pequeñísima cicatriz se colaba en horizontal debajo de su ojo derecho, apenas de unos dos centímetros, pero la distancia me permitía notarla.

—Murió su perro.

—¿Eh?

—Adamas. Murió su perro.

—Oh... lo siento.

Esperé con el facepalm mental a que hiciera la expresión de: "el perro no es mío, hasta para lamentar una muerte hay que saber a dónde apuntar".
Pero no llegó.
Regresó a su inexpresividad habitual.

Bueno, al menos ya conocía su tono de voz fuera del "presente" de cada clase. Gracias por tanto, perro de Adamas.

...

Dogma [Beelzebub x Tesla]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora