XXV.

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Supe de él al día siguiente por la mañana gracias a una llamada del profesor Poseidon.

—Tesla, necesito que le avises a tus compañeros que se cancela la clase de hoy... y que vengas lo antes posible al hospital.

Entre otras cosas, mamá me había dejado las llaves del carro. Quince minutos después ya estaba en la puerta del hospital, junto a Adamas.

—¿Qué le pasó?

—Perdió mucha sangre. Lo encontré desangrándose en su casa. Creo que se volvió a pelear.

En la voz de Adamas existía una desesperación de costumbre.
Cómo aquellas que tienen los padres de hijos con enfermedades terminales que les hacen recaer cada cierto tiempo. Saben que volverán ahí, pero cada vez se renueva el miedo a no salir.

Fue un día muy largo. Casi no comimos.
Una enfermera que ya conocía a Beel por sus frecuentes visitas me miró con ternura y pena.

En la hora de visitas exigió verme. Al entrar pude ver cómo Adamas se limpiaba las lágrimas, detrás mío.

—Nikola.

No se veía bien.
Aún tenía la máscara de oxígeno puesta, los brazos tenían cortes en vertical, abriendo todas las heridas que comenzaron a cicatrizar y no lo lograron.

La bata dejaba ver golpes en su cuello que al parecer se extendían hasta su pecho, tan recientes que el rojo no se iba.

Incluso con la sábana se alcanzaban a apreciar sus piernas.
Golpeadas, quemadas, cortadas y mutiladas.

Era aterrador verlo en ese estado y que sus ojos brillaran al verme.

—Quieren llevarme a un hospital psiquiátrico, Nikola... no lo necesito, en la iglesia me ayudan... Dios me va a quitar estas ideas...

A pesar de sonreír, las lágrimas de dolor caían de sus ojos. Nunca lo había visto así y sin embargo, sentí que era la primera vez que conocía al Beelzebub de verdad.

—Tú vas a estar conmigo... tú no me vas a dejar ahí, ¿verdad?

Me acerqué a tomar su mano, viendo como sus uñas se limitaban a unos cuantos milímetros.

—Necesitas estar bien. Sólo puedes mejorar en ese hospital. Necesitas ayuda.

—¡No! eso dijo Adamas, ¿qué no entienden que no la necesito? el pastor dijo que estoy mejor. Dios me está ayudando. Ya no tomo las pastillas.

Fruncí el ceño. El estado en que lo veía no era el adecuado para que ningún doctor con dos dedos de frente le quitara cualquier medicamento.

—¿Desde cuándo?

—No importa... soy feliz. Te tengo a ti, a Dios no le gusta, pero sé que me ama. Él me hará mejor. Lo sé.

Tomé sus manos y la sonrisa que me dio no sólo me dejaba ver lo enamorado que estaba, sino la obsesión que tenía por mi y yo jamás había notado.

—Necesito que estés bien. No podemos intentar nada si no estás bien. Me importa tu salud y debería importante a tí también.

Hasta que no lo dije no caí en cuenta de una palabra. "Intentar". Estaba terminando con algo que nunca había empezado.
¿Por qué dolía tanto?

Él asintió, cambiando a mitad de mi discurso su sonrisa por la expresión con la que lo conocí. Estaba viendo a un desconocido.

—¿Hasta aquí llegamos?

Solté sus manos y le di una sonrisa. 
Lo quería muchísimo. Pero formar una relación con alguien tan inestable no es algo que me pudiera permitir.

Antes de irme lo ví, con las manos al frente, como si aún se las estuviera tomando. En un estado de completo shock.

En la salida estaba un hombre vestido de negro con un collar de cruz, claramente de la iglesia, esperando su turno para entrar.
Me vio y sonrió amable, comprensivo, como si supiera lo que ví allá adentro.

...

Dogma [Beelzebub x Tesla]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora