VI.

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Había en toda la escuela, además de Adamas, una sola persona con la que Beelzebub entablaba conversaciones duraderas.

Perséfone, maestra de química orgánica.

Hubieron ocasiones en que ví a Beelzebub no entrar a sus clases y resguardarse en el laboratorio de la maestra. Principalmente cuando los de biblioteca comenzaron a sospechar sobre las cantidades de tiempo que pasaba durmiendo ahí.

Un día lo encontré en el laboratorio, limpiando instrumentos a solas.
La burla de Edison por darle mayor prioridad a Beelzebub que a la clase de Física me persiguió varios meses.

—¿Necesitas ayuda?

Me volteó a ver, como si fuera un desconocido, otra vez.

—No, gracias.

Aunque su forma de articular las palabras casi le hacían ver cómo un ventrilocuo, no hablaba en un tono bajo. Sus palabras siempre fueron claras, casi tanto como las señalas que me esforzaba por no ver.

Fingí no tener nada que hacer, sentándome en un banco del laboratorio y viendo como terminaba de lavar.

Incluso saqué mi celular para disimular que me daba cuenta de los centímetros que creció su cabello desde que lo conocí.
Al inicio apenas se veían milímetros de su nuca por el corte, ahora lo cubre directamente todo.

Cuando terminó se retiró los guantes dándome la espalda. Se paró a un par de metros de mi y esperó.
Tuve que fingir terminar de teclear un mensaje que no existe, con los nervios en la garganta.

Me estaba esperando.

Salimos del laboratorio y podría jurar que presionó sus labios. Hasta hoy la considero la primer sonrisa que me dio.

...

Dogma [Beelzebub x Tesla]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora