Comenzó a abrir sus ojos lentamente, estiró su mano para poder apagar el despertador. Camino hacía el balcón de su casa viendo el amanecer indicando el inició de un día nuevo. Mientras disfrutaba el silenció junto a la tan reconfortante brisa mañanera, sintió unas frías manos alrededor de su cuerpo.
— Buenos días mí amor, ¿Qué haces aquí sólo? - Preguntaría una mujer pelinegra abrazada a su espalda.
— Buenos días mí Dalia Negra. Siempre me gusta ver el amanecer antes de iniciar mí día. Es una vista hermosa aunque no tanto cómo la qué tengo ahora frente mío - Con una sonrisa se acercó a besar a su esposa quien correspondió su beso.
Habían transcurrido ya 30 años desde aquella noche en la qué el último Uchiha vivo, Izana Kurokawa junto a su ahora esposa Merlina Addams y mejor amiga, Enid Sinclair, habían salvado a todo el pueblo de Jericó y muy posiblemente el mundo enteró de una gran amenaza conocida cómo, Orochimaru.
Pero el precio qué pagarón fuerón las vidas de buenas personas qué fuerón utilizadas por Orochimaru, quién le dio esperanzas y promesas vacías. La vida del Sheriff Galpin quién desde un inició trato de salvar a su hijo de las garras del Sanin. Irónicamente fue su propio hijo quién acabó con su vida. Entre muchas otras qué no quisiera recordar, decido olvidarlo.
No era momento de recordar el pasado ya todos ésos recuerdos eran pasado. Ahora solamente importaba su presente y futuro con su esposa e hija. Eran todo su mundo su familia.
En todos estós años no cambiarón muchas cosas en su vida. Izana aún continuaba con su puesto de líder de escuadrón y encargarse de acabar con los criminales.
Mientras qué Merlina era conocida cómo una de las mejores escritoras del momento e incluso del género. Sus obras habían inspirado a demasiadas personas, al igual qué le ofrecierón el pasar sus libros a películas, aunque lo rechazó porqué sería más trabajo y no podría continuar con su escritura.
Al terminar esté pequeño resumen de lo sucedido estós últimos años, vemos a toda la familia desayunando en tranquilidad. Unos rápidos pasos se escucharón bajar de las escaleras, una mujer pelinegra bajó con una sonrisa saludando a sus padres.
Yue: Buenos días Papá, buenos días Mamá - Se acercó a abrazar a cada uno de sus padres con una sonrisa en su rostro.
Inevitablemente cómo todo el mundo el tiempo nos supera a todos, Yue no era la excepción a esto. Ya no era esa niña pequeña qué necesitaba de salir con sus padres a todos lados, ahora se había convertido en una adolescente de 15 años. Mantenía su largo cabello negro heredado de sus padres, con su piel tan blanca cómo su madre, ahora con el paso de los años, destacaba en gran notoriedad sus rasgos asiáticos heredado de su padre.
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Su relación con sus padres no había cambiado en nada, al contrario había mejorado mucho, después de todo los 2 eran quiénes más se preocupaban y la amaban. Tenía sólo un pequeño pero divertido problema, su padre. Jamás perdió su instinto de padre protector, sin importar cuántos años tenga Yue, para Izana siempre va a ser esa pequeña niña qué amaba y cuidó estós últimos años.
