16. él

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Lo único que recuerdo bien de ese día era como Hugo me curaba y limpiaba todas mis heridas con muchísimo cuidado, pero eso sí, haciéndolo con mucha prisa. Me preocupaba demasiado esa prisa que tenía porque sabía que cuándo acabase de estar conmigo, iría a buscar a la persona que me había hecho todo esto.

No temía por si se llegasen a pelear, la verdad...

Porque básicamente sabías que iba a ganar nuestro querido Huguito.

... lo que de verdad me daba miedo era qué al día siguiente al verlo, estuviese todo lleno de heridas al igual que yo. Sabía que el tanto física como psicológicamente se hacía el duro, pero era todo mentira, incluso era mucho más débil que yo en todos los sentidos. Supongo que su pasado un poco complicado, también puede afectar en este tipo de casos.

Acabó de ayudarme con los golpes y fue hasta mi mesita de noche a buscar entre los cajones un ibuprofeno para ofrecerme, tanto ajetreo me había empezado a doler un poco la cabeza. Encontró el ibuprofeno y fue hasta el comedor de la residencia a buscar un vaso de agua fría. Al volver me tendió la pastilla y el agua y yo en ese momento con una simple mirada le agradecí todo lo que estaba haciendo por mí, él pareció entender lo que decía ya que se le salió una pequeña sonrisa.

De verdad cada vez me gustaba más su sonrisa. O él. O las dos cosas, no lo sé.

- ¿Lucía estás aquí? - preguntó al ver que estaba un poco ida.
- Sí si tranquilo, estoy bien - mi respuesta no pareció convencerle mucho y me obligó a tomarme el medicamento y me ayudó a tumbarme en la cama y taparme con la fina sábana blanca.

Él se tumbó a mi lado apoyado en su hombro pero no se metió en la cama, simplemente se recostó encima de ella a mí lado.

- Oye Huguito... - dije intentando volver a retomar el tema del otro día.
- Dime Simba, que pasa, ¿Todo va bien?
- Sí si no es eso, es que el otro día dejamos la conversación un poco en el aire... - casi susurré esas palabras, simplemente porque me moría de la vergüenza de volver a tener esta conversación.

¿Y si se daba cuenta de que estos días me había empezado a gustar?

¿Y si como a la mayoría de chicos, no les gustaba?

¿Si me quisiese, sería suficiente para él?

¿Me querría?

¿Nos haríamos daño?

¿Me dejará tirada por otra mejor que yo?

Esas eran algunas preguntas que rondaban por mi mente cada día de mi existencia. Hace un tiempo que noté esa sensación que no notaba hace mucho tiempo, ni siquiera cuando estaba en la relación con Lucas. Esas maripositas que sentías en el estómago con un simple rozamiento o con algún cumplido. Esa sensación al principio era casi inexistente, pero ahora... Ahora era lo único que sentía cuando estaba cerca suyo. Y sólo soñaba con que fuese correspondido.

- ¿Que conversación Simba? - dijo mientras intentaba recordar de que le estaba hablando. - No me acuerdo, lo siento.
- Lo de la chica que apareció en tu casa esa mañana. - solté tan rápido que no sé ni sí se me entendió algo de lo que dije. Pero en mi cara se veía que me preocupaba quién pudiera ser aquella chica.
- Lucía ya te dije que no la conocía, no sé de quién me hablas, además yo ya te dije que no salía con nadie.
- Pero esa chica estaba allí en el salón, la escuché entrar abrió con las llaves de tu casa. - dije un poco preocupada, me parece que esto se lo grité un poco.
- Espera.
- Qué - dije yo un poco intrigada.
- ¿Has dicho que la chica abrió con la llave y entró en mi casa?
- Eso mismo he dicho, ¿Por qué?
- Me parece que sé quién es esa chica, Simba y desde luego no tienes que preocuparte, porque solo hay una persona que tiene las llaves de mi casa aparte de mí. ¿Podrías describirla?
- Sí claro, era morena, de pelo largo y ondulado y unos ojos verdes preciosos.
- Simba, desde luego que no tienes que preocuparte ya sé de quién me hablas.
- ¿Quién es la chica?
- No te lo voy a decir.
- ¡Hugo!
- ¡¿ESTÁS CELOSA?!
- ¡Qué, no!
- Ya lo creo que sí, a mí no me mientes, soy tan guapo que te crees que hablo con cualquier chica.
- No estoy celosa pero sí, puedes estar hablando con cualquiera.
- Lucía yo estoy hablando contigo y no eres cualquiera.

Después de esa frase yo me puse roja como un tomate no podía dejar de agachar la cabeza pero él me cogía de la barbilla para que volviese a mirarlo a los ojos.

¿Ves? Esa es una de las situaciones donde sentía mariposas en el estómago, cada vez que hacía eso.

Rato después nos quedamos hablando un poco de todo hasta que comenzó a hacerse tarde para los dos, yo mañana tenía que ir a clase y él tenía que volver a su casa a hacer sus cosas.
Me ayudó a levantarme (aunque podía perfectamente, pero me gustaba que estuviese cuidándome).

- Bueno pues lo siento pero me tengo que ir ya, si no mañana me va a costar levantarme demasiado.
- No te preocupes, yo ahora cuando te vayas me ducharé y me volveré otra vez a la cama.
- ¿Puedo ir contigo? - soltó él con una sonrisa maliciosa, como si estuviera tramando algo.
- ¿A dónde?
- A la ducha.
- No lo siento, otro día será.
- Entonces, ¿No aceptas compañía? - me dijo mientras ponía cara de perrito triste para que le dejase volver a entrar en la habitación.
- Buen intento, pero te quedarás detrás de esta puerta.
- Tenía que intentarlo. - Bromeó.

Nos quedamos mirándonos bajo el umbral de la puerta durante unos instantes hasta que él se acercó a mí muy suavemente, me apartó un mechón de pelo y me lo puso tras la oreja y justo después juntó sus labios con los míos, dejándome plantado un suave beso en los labios. Después de eso yo me quedé boquiabierta y él se fue alejando de la puerta con una sonrisa que se formó en su cara a modo de victoria.

Cómo bien dije, momentos después me fui a dar una larga y caliente ducha, estaba destrozada y merecía darme una ducha después de todo lo que había pasado el día de hoy.

Abrí la llave de la ducha y la moví para el lado más caliente. Tardó un poco en ponerse a la temperatura adecuada pero en cuanto lo hizo me metí bajo el agua como si la vida me fuese en ello. El agua estaba tan caliente que cuando rozo mi cuerpo sentí que un escalofrío me recorría todo el cuerpo, de la cabeza hasta los pies. Me podría haber quedado en la ducha por horas sin darme cuenta, pero no lo hice. Me duché y me enjaboné el pelo. Y al salir corté el agua y me enrollé una toalla al cuerpo y otra en el pelo, más que nada para no ir mojando toda la habitación con cada paso que daba.

Estos días Elsa no dormiría en la misma habitación ya que estaba de vacaciones con sus padres. Me dijo que hacia mucho que no hacían un viaje en familia y quiso aprovecharlo.

Salí del baño ya con las toallas puestas y me dirigí hacia mi pequeña cómoda que tenía junto a la cama. De ahí saqué una camiseta un poco ancha con un dibujo en la espalda de unas ilustraciones de unos libros que me encantaban, y también saqué un pantalón largo de algodón, porque esa noche sentía que había refrescado un poco.

Me cambié y fui al baño a secarme un poco el pelo para no dormir con él tan húmedo.

Una vez acabé de prepararme para tirarme a la cama, lo hice. Me tiré de tal manera, que estaba tan cómoda que no me apetecía nada moverme. Al cabo de unos minutos ya me estaba quedando medio dormida pero de un momento a otro mi móvil comenzó a sonar, como si me estuviesen llamando, y yo lo cogí sin mirar quién era la persona que me llamaba, ni siquiera me fijé si sería importante o no. Simplemente deslicé en la pantalla al azar para escuchar la voz de quién me llamaba a esas horas de la madrugada.

- Lucía estoy en comisaría, me han pillado peleándome con Lucas.

Todo se acaba, o no...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora