Capítulo 7

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Paloma me lo dijo tan tranquila que me perturbo, como si fuera común para una niña tan pequeña tal situación. Entonces me di cuenta de todo. Ruth sufría violencia e intentaba que nadie se diera cuanta porque la tenían amenazada. Ella tenía miedo que le hiciera algo y también a su hija.

—Germán, me tengo que ir —dijo Ruth, intentando cargar a su hija, pero era evidente que no tenía la fuerza para hacerlo.

—¿Que pasa? —le pregunté al notarla desesperada por sacar a su hija del columpio.

—Se me hizo tarde. Tenemos que estar en casa ahora.

—¿Y qué pasa si no estás temprano?

—Solo quiero llegar temprano para bañar a Paloma y después preparar la comida para la cena.

Le quería preguntar sobre si era verdad lo del hombre que la lastimaba, pero no iba a decírmelo y no quería ponerla más nerviosa de lo que estaba.

Ruth empujo un poco rápido la silla de ruedas después de que la ayudara a sentar a su hija. Noté como miraba su alrededor como si buscara a alguien. Caminé a su lado, nunca tan callado.

—¿Podes dejarnos dos cuadras antes? —me pregunto Ruth, apenas comencé a conducir.

Deduje que ella no quería que nadie me viera o ese malnacido se iba a enterar y la iba a lastimar.

—¿Por qué estás tan callado, Germán?

Miré un por un segundo el espejo retrovisor a Paloma. Ella se había dormido.

—No te caíste de una escalera, Ruth.

—¿Vas a insistir con ese tema de nuevo?

—¿Quién te golpeo? ¿El papá de Paloma?

—Nadie me hizo nada, Germán —contesto, enojándose. —Y no hablo con el papá de Paloma desde que estaba embarazada de ella.

—Podes confiar en mí.

—No entiendo a que querés llegar con esto.

—Me gustas Ruth.

La miré por un segundo antes de volver la vista al camino. Ella estaba sorprendida.

—Y no te estoy jodiendo con esto. La muerte de un amigo me hizo saber que no tenemos todo tiempo del mundo. No sabemos que nos va a pasar mañana y no quiero perder tiempo con vos. En serio me llamas la atención. Sos muy linda y me gustaría conocerte más.

—No querés conocerme y si lo hicieras te decepcionarías.

—¿Y si no me decepciono? No te hagas la cabeza.

—No me estoy haciendo la cabeza de nada, Germán. Estoy segura que si conocieras mi pasado. Me odiarías y te voy a dejar de gustar.

—No podría odiarte nunca.

—No siento nada vos.

—Lo entiendo.

Ella me miro confundida. Seguro esperaba que eso me alejara, pero aunque me dolió lo que dijo estaba consciente de que no me conocía lo suficiente para gustarle y tal vez por la violencia que sufría no podía pensar en otra cosa que el miedo.

—¿Por qué me tratas tan bien? Te estoy rechazando.

—¿Te tendría que tratar mal?

Negó con la cabeza, pero parecía seguir confundida como si nunca la hubieran tratado tan bien.

—Esperaba que no me volvieras a hablar.

—¿Eso es lo que querés?

—Sinceramente es lo que quería al principio.

—¿Y ahora?

—No estoy tan segura de quererte lejos.

Estacioné el auto cerca de su casa y la miré en silencio. Ruth no me había quitado la mirada de encima y creí ver sus ojos más claros, con más vida. Me incliné un poco hacía ella, y mi corazón no aguanto verla acercarse también.

—¿Ya llegamos? —pregunto Paloma, somnolienta.

Ruth se dio la vuelta para ver su casa y tragó duro.

—Te dije que nos dejaras a dos cuadras, Germán.

—Pensé que como te dolían los brazos, y para que no hagas esfuerzo en empujar la silla de Paloma dos cuadras...

—Muchas gracias.

Ella intento abrir la puerta del auto, pero yo se la había cerrado.

—Quédate, por favor —le pedí, tomándola de la mano.

—¿Qué estás haciendo?

—¿Vas a estar bien?

—Sí, ahora abrime la puerta.

Sin más deje que se fuera del auto. La ayude a sentar a Paloma de nuevo en su silla y las observe entrar a la casa. No quería dejarlas ahí con ese hombre, no lo conocía y lo odiaba por atreverse a tocar a Ruth.

Rosa Marchita ; German Usinger, UnicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora