Capítulo 1

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El cementerio no era el lugar donde esperaba verlo de nuevo. Después de un año todavía no podía creer él estuviera muerto. Nosotros en poco tiempo nos habíamos llevado tan bien que nos volvimos buenos amigos, y la vida se lo llevo cuando de los dos era el que más sueños y ganas de vivir tenía. Sin duda la vida era injusta.

Lo visitaba cada tanto para dejarle sus flores favoritas en su tumba. A veces me quedaba hablándole un poco aunque no sabía si me escuchaba, pero quería pensar que sí porque siempre había sido atento conmigo en vida. Fue una buena persona y no mereció sufrir siendo tan joven.

Caminé por el pasillo donde estaban los mausoleos. Sentía una vibra extraña, pero la ignoré porque era normal habiendo tantos muertos por debajo de la tierra. Igual esa sensación desaparecía cuando llegaba a la tumba de mí amigo. Era como si alejara las malas vibras. Era creer o reventar.

Me faltaba poco para llegar. Me fije las flores que tenía en mis manos por un segundo para después mirar hacía adelante. Me detuve al ver a lo lejos a alguien de espaldas. Era una mujer. Me acerqué un poco en absoluto silencio al notar que estaba mirando la tumba de mi amigo.

—Hola —decidí decir al ver que ella no notaba que estaba detrás suyo.

La mujer se dio la vuelta, asustada. Le iba a decir algo, pero no pude al ver que tenía la cara lastimada como si alguien le hubiera pegado. Ella me quedo mirando con sorpresa como si supiera quién era.

—¿Lo conoces? —le pregunte, señalando la tumba con la mirada. —No te había visto antes.

—No lo conozco. Me equivoqué.

¿Era posible equivocarse de tumba siendo que tenía el nombre grabado? Podía ser que se confundiera, pero se habría dado cuenta desde el primer segundo. Comprendí que me estaba mintiendo, pero ¿por qué?

Le miré los moretones de sus mejillas que iban de violeta a rojo. Uno de sus ojos estaba hinchado y en la frente tenía gasa con algo de sangre, ¿Se habrá accidentado? No se porque, pero sentía mucha curiosidad por ella.

—¿Cómo te lastimaste?

—¿Que te importa? —me contesto, brusca.

Sonó bastante grosera, pero por alguna razón solo sonreí. Ella miro confundida.

—Que amable sos.

—No te conozco —dijo en un tono más suave.

—Perdón, creo que no daba preguntar eso.

—Una escalera.

No creía que se hubiera lastimado de esa manera por unas escaleras.

—¿Unas escaleras? —repetí, incrédulo.

—Me caí por las escaleras.

—Sí, claro.

—No me mires así.

—¿A sí como?

—Como si te estuviera mintiendo.

—¿Y no me estás mintiendo?

—¿Te importa? Ni siquiera nos conocemos.

—Estamos acá ahora y nos estamos conociendo.

—Yo no quiero conocerte.

—¿Por que no?

—No quiero estar en tu ambiente.

—¿Mi ambiente?

—Con las personas como vos. En ese mundo no soy bienvenida.

No entendía de que estaba hablando, ¿Mi mundo? ¿Mi ambiente? ¿A que se refería con eso? La miré esperando que me explicara algo porque no tenía ni idea de nada.

—Olvídate que me viste y no se lo digas a nadie.

—¿Por qué? —pregunte, extrañado por lo que me pedía.

—Solo no lo hagas.

—¿Quien sos?

—Nadie.

—Decime tu nombre, por favor.

Ella suspiró para después darme una mirada fría.

—Solo si no le decís a nadie.

—Lo prometo.

—Ruth.

Rosa Marchita ; German Usinger, UnicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora