Heron Wolfrahan ©

Capítulo 6

Sentado en la biblioteca del castillo, camino por los pasillos donde se encontraban los libros de fantasía y busco alguno que otro para añadirlo a mi lista de lectura.

La biblioteca era un lugar tranquilo y olvidado al cual no muchos vampiros venían, por lo que usualmente me gustaba pasar el tiempo aquí, por mí mismo, y solo sentarme a leer un rato y percibir ese magnífico olor que emanaban estos viejos libros a mi alrededor.

Mientras camino por los interminables pasillos de la biblioteca, voy pasando mis dedos por los lomos de los libros entretanto recorro aquello y miro el olden alfabético en el que se encontraban.

Buscaba el libro de Poseidón de mi escritora favorita K. J. Padilla. Sé que lo había dejado en algún lugar cercano cuando recogí hace unos años este lugar.

—¡Heron! —Doy un pequeño salto al escuchar y ver a Leopoldo al final del pasillo justo cuando había extendido mi mano hacia aquel libro.

Cuando me dispongo a tomarlo de la estantería, escucho como Leopoldo llega a mi lado, por lo que me detengo y le miro serio. Mi mirada cansada.

—Leopoldo. Juro que me hubieras matado de un ataque al corazón si es aún estuviera vivo. —Vuelco los ojos, tomo el libro y lo coloco bajo mi brazo. Leopoldo suelta una risita por lo bajo.

—Lo sé. Estamos bien muertos, ¿no? —Se encoge de hombros. —Una lástima, me hubiera gustado al menos sentir mi corazón latir dentro de mi pecho cuando Milagros me hace... —Lo interrumpo inmediatamente.

—¡No hables más! —Le señalo. Leopoldo suelta un suspiro. Yo hago una mueca de desagrado al escuchar aquello. —Dime para qué has venido, Leopoldo. —Paso por su lado mientras me encamino hacia la salida de la biblioteca. Él me sigue.

—Bueno, quería decirle que su padre le a convocado para una reunión en la sala de juntas. —Yo me detengo en el medio del pasillo y le miro confundido.

—¿En la sala de juntas? —Leopoldo asiente.

—Sí, me dijo que le dijera que fuera cuanto antes. Ya le está esperando mi Rey allá. —Entrecierro los ojos entretanto pienso.

¿Por qué mi padre quiere verme en la sala de juntas tan repentinamente?

¿De qué es lo que quiere hablar? No lo entiendo muy bien.

—¿Te dijo para qué me quería? —Continúo caminando, Leopoldo sigue tras de mí.

—No mi señor. Solo me dijo que me asegurase de que no tardara... —Mira el reloj en su muñeca. —Y creo que nos estamos retrasando. —Suelto un suspiro, abro la puerta de la biblioteca y le miro. Leopoldo me observa un poco nervioso.

No entiendo porqué siempre aparenta estar asustado.

¿Acaso soy tan cascarrabias para hacer que me tema?

La verdad es que nunca lo he comprendido bien. Pero, a pesar de todo, el vampiro me cae bien. Le tengo cierto aprecio y hasta podría decir... ¿cariño?

—Ven, vamos hacia allá. —Digo y él asiente.

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Habiéndome dirigido junto con Leopoldo hasta la sala de juntas, entro por la puerta grande y veo como mi padre se encuentra hablando con uno de sus guardias reales; éste sentado frente aquella mesa redonda en el centro del salón.