Capítulo 4

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La mujer y yo nos quedamos viendo el uno al otro por un instante, yo bajo la mirada al suelo y me aclaro la garganta.

—Yo... yo solo vine a ver cómo estabas. —La miro; ella se abraza a sí misma y asiente tímidamente.

—Creo que bien. —Alza la vista y me observa nuevamente.

—¿Y tú cuello? ¿Te duele? —Ella niega.

—No, ya no. —Suelta un suspiro y frunce levemente el ceño. Aún no confiando en mí plenamente, y no era para menos.

—Bien. —Asiento. —Yo te traje algo. —Extiendo mi otra mano y le ofrezco tomar aquella bolsa de papel. Ella mira aquello entre mis dedos para luego subir la mirada y verme con una expresión de confusión.

—¿Qué es eso? —Baja las manos de su pecho. Según su postura corporal, puedo deducir que está alerta.

—Comida. —Una vez aquellas palabras salen de mi boca, la chica arrebata la bolsa de papel de entre mis dedos y la abre rápidamente.  Noto como sus ojos se iluminan al ver el contenido en ella.

—¿Acaso la envenenaste? —Alza una ceja. Yo río por lo bajo y niego.

—¿Por qué lo haría? —Bufo.

—Para matarme, por ejemplo. —Da un paso atrás. Yo vuelco los ojos.

—Si te quisiera matar ya lo habría hecho, ¿no crees? —Ella entrecierra los ojos. La bolsa de papel pegada de su cuerpo. —Yo... yo no quise... —Suelto una bocanada de aire. —Olvídalo. —Paso mis manos por detrás de mi cuello; sintiéndome ya un tanto incómodo.

—¿Es de jamón? —Toma el emparedado de dentro de la bolsa de papel y me mira con una leve sonrisa en los labios.

—Eso creo, no lo sé. —La veo desenvolver el papel que lo rodeaba y pegarle un gran mordisco. La chica cierra los ojos y suelta un suspiro seguido de un sonido placentero.

—Está riquísimo. —Me mira y habla con la boca llena. Yo siento asco al ver la comida en su boca. ¿En realidad yo comía esas cosas antes de infectarme?

—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —Ella traga aquel bocado.

—No estoy segura... —Limpia su boca con la parte posterior de su mano. —¿Tal vez unos tres días? —Muerde nuevamente el emparedado. Yo hago una mueca con la boca y no digo nada. —¿Por qué haces esto? —Dice al tragar su comida.

—En realidad es que no lo sé. —Niego y meto mis manos en los bolsillos delanteros de mi pantalón.

—No eres como los demás. —Envuelve la mitad del emparedado y veo como lo vuelve a guardar dentro de la bolsa. —No eres malo. —Bufo hacia adentro al oír eso.

—Yo no estaría tan seguro de ello. —Niego con la cabeza. Doy media vuelta, comienzo a dirigirme hacia la puerta de la celda y poso mis manos en la cerradura, para abrirla, cuando de pronto la chica habla.

—Por cierto, me llamo Clara. Tú nunca me dijiste tu nombre. —Dice. Yo no volteo; solo bajo la mirada al suelo y suelto un suspiro.

—Heron. —Hago una pequeña pausa en mi hablar. —Me llamo Heron. —Digo para acto seguido abrir la puerta y salir de la celda.

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Creo que ya habían pasado unos dos días desde que fui a la celda para llevarle comida a Clara. No lo sé, los días se pasan muy extraños cuando no tienes la necesidad de dormir, pero aún así me había acostumbrado. Desde que fui a las celdas, una pregunta me había estado dando vueltas en la cabeza una y otra vez... el si en realidad había hecho lo correcto o no.

Heron Wolfrahan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora