Capitulo 15

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Ya desnudo y con el agua caliente corriendo de la regadera, me adentro a la ducha y dejo que el agua me cayera en la cabeza y se deslizara lentamente por todo mi cuerpo.

Cierro los ojos, apoyo una mano de la pared frente a mí, inclino la cabeza hacia abajo y solo me relajo.

Había pasado demasiado en estos últimos días, sin mencionar el hecho de las sensaciones extrañas que estaba sintiendo por primera vez en mi ser.

Nunca imaginé que los humanos fueran de esta manera, no los recordaba así. Era muy niño cuando todo lo de la infección pasó, por lo que mis recuerdos están un poco nublados. Sin mencionar el tiempo que a pasado de ello.

Tomo el jabón que había cogido de debajo del lavabo, como me dijo Clara, y comienzo a tallarme el cuerpo; sacándome todo aquel lodo que tenía pegado en el.

Una sonrisa se forma en mis labios al recordar aquel momento. Al recordar las risas y lo... feliz que me sentí. Felicidad que no sentía desde hace mucho.

Mientras me tallo el pecho, noto aquella herida que me había hecho el guardia real de mi padre en el lugar. Ya estaba sanando, pero no aún del todo. Los vampiros lamentablemente no nos regenerábamos tan rápido como lo hacían los lobos, pero definitivamente sí mucho más rápido que un humano.

Terminando de bañarme, salgo de la ducha, me seco con la toalla que había en el toallero y procedo a colocarme la ropa que Clara me había dado, la ropa de su padre.

La verdad era que me quedaba un poco grande, pero agradecía inmensamente que Clara y su papá se hayan tomado la molestia de ayudarme; ya que sinceramente no soportaba un minuto más todo ese lodo endurecido en mi cuerpo.

Tirando la ropa sucia y rota en el bote de la basura del baño, salgo del lugar y me paro en el pasillo mientras miro hacia ambos lados. Escucho a Clara y a su padre hablando en la cocina, por lo que me dirijo en aquella dirección.

Al llegar al área de la cocina y la sala de estar, el olor a comida invade mis fosas nasales. Frunzo el ceño al sentir desagrado, no de una mala manera, sino porque mi cuerpo no soportaba la comida humana.

—Hijo, ven y siéntate a la mesa. —Señala una mesa pequeña y redonda de madera que había cerca de la encimera de la cocina. Éste cargando unos platos de sopa y colocándolos sobre la superficie. —Venga, hice un poco de comida para que retomen energías, ya que se ven cansados. —Veo como Clara me observa con la esquina del ojo mientras sirve jugo en unos vasos.

—Yo... yo no tengo hambre, pero gracias. —Digo, pero el padre de Clara se me acerca y coloca su mano en mi hombro.

—Vamos, no seas tímido... —Hala una silla para que yo me sentase. —Acompáñanos. —Clara coloca un jugo frente a dos de los platos... el de ella y el de su padre. Inmediatamente Gregorio la mira con los ojos muy grandes. —Clara, ¿dónde está el jugo de la visita? ¡Vamos, sírvele un poco! —Le muestra el bote de jugo sobre la encimera. La chica suelta un suspiro y obedece.

Sentándome a la mesa, muy a mi pesar, miro el plato de sopa frente a mí y no puedo evitar sentir como mi estómago se revuelca con ello. El padre de Clara y la chica me acompañan también.

—Esta es la receta de la madre de Clara. —Dice el hombre mientras toma la cuchara entre sus dedos y comienza a soplar el contenido caliente en su interior. —Ella fue la que me enseñó a cocinar, a Clarita también. —Sonríe. Clara le sonríe de vuelta y asiente.

Observo como Gregorio toma un sorbo de su cuchara y saborea la sopa, cerrando los ojos por unos instantes.

—Sí, sabe a la de ella. —Abre los ojos y mira a Clara quien está a su lado. Yo me quedo en silencio. Mis manos bajo la mesa. —Vamos, come muchacho. No seas tímido.

Heron Wolfrahan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora