Capítulo 19

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Capítulo Final

Llegando al castillo de mi padre en Lontar, lanzo mi espada contra el banco de madera que está en el área de entrenamiento. Paso mis manos por mi cabeza y halo de mi cabello mientras camino de lado a lado en el lugar.

—¡Heron! ¡Estás bien, que alegría! —Leopoldo, quién al parecer nos estaba esperando cerca de la puerta trasera del castillo, al escucharnos llegar, sale de inmediato y nos recibe. —¿Cómo estuvo todo? ¿Averiguaron algo? —Nos mira; nadie dice nada. Todos quitándose sus espadas y colocándolas en su lugar, en silencio. Alguna que otra mirada hacia mi persona. —¿Qué sucede? —Pregunta al ver como me siento en el banco de madera y coloco mis codos sobre mis rodillas. Mis manos aún halando de mi cabello a este punto despeinado.

—Creo que Aramis está viva. —Murmuro con la mirada perdida en el suelo. Leopoldo se para a mi lado.

—¿Qué dijiste? —Pregunta en voz baja, nervioso.

—Que creo que Aramis está viva. —Sube el rostro lentamente y le veo directamente a sus dos ojos rojos. La expresión en mi ser es de aflicción. Los ojos del chico casi saliéndosele de las cuencas.

—Pero... —Tartamudea. —¿Cómo es posible? —Me levanto del banco y me paro justo frente a él.

—¡Crees que lo sé, maldita sea! —Le grito. Él mete su cabeza entre sus hombros y da un paso atrás. Yo me giro y le doy una patada a un jarrón de barro que había cercano y este se rompe en mil pedazos.

—Así que las sospechas eran ciertas. —Murmura, yo asiento débilmente.

—No lo entiendo, Leopoldo. —Me giro nuevamente hacia él y le miro. —Le he dado mil vueltas a todo esto en mi cabeza, a aquella noche. Imaginándome segundo por segundo lo que pasó y cómo pasó... y la realidad es que no entiendo cómo es que puede estar viva. —Poso mi mano sobre mi frente y cierro los ojos por unos instantes... pensando.

—¿Y si solo es una confusión? ¿Y si en realidad no está viva, mi señor? —Retiro la mano de mi rostro y le miro. Él se encoge de hombros.

—No lo sé, Leopoldo. —Paso por su lado y me dirijo a la puerta. Acto seguido la abro y me adentro al castillo.

—Bueno, podría cerciorarse. Podría investigar un poco más antes de sacar conclusiones. —Camina a paso ligero tras de mí. Yo solo continúo caminando por los pasillos del castillo, de camino a mi habitación. —Tal vez podría ir a Vontrom e intentar verla... a escondidas, claro está. —Giro sobre mi propio eje y me quedo callado por unos instantes, pensativo.

—¡Leopoldo, eres un puto genio! —Me acerco y le coloco mis manos a ambos lados de su rostro. Agachándome tan solo un poco para así estar al mismo nivel que sus ojos; por la diferencia de estatura.

—¿Lo soy? —Habla con dificultad, ya que la presión que estaba ejerciendo sobre sus mejillas provocaba que sus labios se echaran hacia adelante tal cual pico de algún animal.

—¡Sí! —Asiento. —Puedo escabullirme a Vontrom y tratar de vigilar cerca del castillo. Tal vez ver si percibo su olor. —Él sonríe, bueno, como puede. —Así podré cerciorarme de que sea cierto... de que esté viva, todo esto antes de decirle a mi padre sobre ello y que a éste se le vuele la cabeza.

Suelto mi agarre hacia la cara de Leopoldo; éste se lleva la mano hacia la mejilla y se la toca delicadamente.

Yo continúo mi andar hacia mi habitación.

—Bueno, deberías llevarte a alguno de los del ejército. —Yo llego hasta frente a la puerta de mi cuarto, tomo el pomo de esta y la abro. Luego me adentro a ella.

Heron Wolfrahan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora