Capítulo 10

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Luego de algunas cuantas horas de constante caminar, noto como Clara se detiene momentáneamente y posa su mano del tronco un árbol. Ésta notándose ya bastante fatigada.

Yo me detengo y la observo por un instante.

—¿Estás bien? —Pregunto. Ella asiente colocando la lámpara de aceite encendida que llevaba en las manos, en el suelo.

—Solo estoy cansada, es todo. —Se coloca erguida nuevamente.

—Podemos pasar el resto de lo que queda de la noche en algún lugar, para que descanses. —Miro a mi alrededor, solo había bosque.

Puedo admitir que nunca había llegado tan lejos o tan adentro en el bosque que rodeaba Lontar. Siempre me mantuve a una distancia prudente del castillo, pero al parecer, este lugar era más grande y espeso de lo que me imaginaba.

—Bueno, si encontramos un lugar donde podamos descansar no sería tan mala idea después de todo. —Se agacha, toma la lámpara de aceite y volvemos a caminar. Ésta pasándome por el lado, su mano ocupada extendida en el aire; alumbrando nuestro alrededor.

La realidad era que los vampiros no necesitábamos iluminación alguna para poder ver en la oscuridad. Nuestros ojos se adaptaban con gran facilidad al día o a la noche. Siendo en la oscuridad cuando mejor nuestros sentidos funcionaban.

Pero, sin esa pequeña lámpara de aceite que Leopoldo nos había dejado cercana al castillo para nosotros, Clara no vería ni por donde pisaba.

—Entonces, ¿sabes dónde es que está la villa de tus padres? —Pregunto caminando a la mano izquierda de la chica. Ella se encoge de hombros.

—No exactamente. —Voltea el rostro y me mira por un segundo. Luego su atención regresa a los alrededores vagamente iluminados.

—¿Cómo piensas llegar allá si no sabes a dónde nos estamos dirigiendo? —Frunzo el ceño, ella no dice nada. —Puede que el venir entonces haya sido una mala idea. —Vuelco los ojos. Clara se detiene repentinamente y voltea a verme. Yo también detengo mi andar.

—Sabes, agradezco todo lo que haz hecho por mí. Pero a veces eres muy fastidioso. —Frunce los labios. Yo bufo.

—Y tú muy impulsiva. Me dijiste que sabias dónde estaba la villa en la que viven tus padres. Ahora resulta que solo estamos deambulando por el bosque con la esperanza te chocar nuestras narices contra la casa de tus progenitores. —Comienzo a caminar. La escucho como hace un berrinche tras de mí, pero yo hago caso omiso y solo continúo por mi camino.

De pronto, ella llega a mi lado nuevamente y me alumbra con aquella lámpara de aceite la cara.

—No sé exactamente dónde está, ¿sí? Pero creo que tengo una idea. —Hace una pequeña pausa en su hablar. Yo la miro con la esquina del ojo. Mi ceja derecha arqueada. —Bueno, puede que tan solo sea una diminuta idea de donde está. —Hace una mueca de "lo siento" con la boca. Yo suelto una bocanada de aire. —Pero sé donde hay una carretera que conecta con... —Escucho un ruido, por lo que inmediatamente giro sobre mi propio eje, me le acerco rápidamente a la chica y la pego bruscamente contra un árbol cercano. Mi mano ahora sobre su boca, tapándosela, la otra sobre su hombro izquierdo.

Hago presión sobre la chica entretanto miro los alrededores y los escaneo. Mis oídos al tanto de los sonidos que nos rodeaban.

Ella se queda en silencio. Veo como sus ojos me miran de aquella manera, confundida.

Me quedo escuchando todo. Ya no había ningún sonido, nada, todo estaba en silencio. Solo el cantar de algunos animales nocturnos y el ruido que hacían las hojas cuando la suave brisa pegaba en las copas de los árboles.

Heron Wolfrahan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora