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—Kouyou los va a matar a los dos.

Sinceramente, la idea de que la hermana de Chuuya los cortara en pedacitos, los armara como un rompecabezas y luego los crucificara no sonaba muy apetecible para ninguno, pero no podían dejar a la tía de los mellizos sin enterarse de nada, así que era un riesgo que tenían que correr.

—Quizás antes de decírselo —Empezó Dazai, ayudándole a ponerse el abrigo— puedes comentar lo mucho que nos amas y lo mucho que nos estamos esforzando por nuestra relación.

—Y después de decírselo, puedes hablar sobre lo mucho que te hemos cuidado y que nadie se ha ido por cigarrillos —Terminó Fyodor.

Chuuya se encogió de hombros.

—Por cigarrillos quizás no, pero cuando se dio cuenta Dazai fue por leche. —Dijo. El castaño gimoteó.

—¡No seas así! —Protestó— ¡Jamás se me pasaría por la cabeza abandonarlos!

Chuuya y Fyodor cruzaron miradas y luego se rieron. Fyodor dio un beso en la mejilla a Dazai.

—Bueno, debo irme —Dijo—. Por cierto, ya reservé las boletas para el próximo concierto, para que sepan.

—Claro, cuídate Fyo.

Una vez el ruso hubo salido de casa, Dazai y Chuuya se miraron. El pelirrojo puso una expresión descompuesta.

—Osamu... —Empezó.

—Oh, no —Dijo él—. ¿Vas a chantajearme?

Nakahara esbozó media sonrisa.

—No quiero ir donde Ane-san —Confesó—. Me da miedo de lo que pueda decir, y además tengo tanto sueño...

Parecía que se iba a dormir ahí mismo, así que Dazai lo sacudió levemente y le dio un pequeño beso en los labios.

—Vamos, es la tía y la futura madrina de los bebés. Sólo piensa en eso, ¿sí? Es por ellos, no por nosotros.

Chuuya se quejó, pero regresó a la habitación a terminar de prepararse para salir. 



•...•


Por primera vez en mucho tiempo, Dazai llegó temprano al trabajo y se dedicó, sorprendentemente, a trabajar de verdad. Kunikida estaba aterrado, y muchas veces se acercó a Ranpo a preguntarle si ese de verdad era Dazai.

Lo que ellos no sabían era que, de hecho, estaba trabajando en un libro. Antes había escrito algunas cosas que le habían publicado en pequeñas revistas, pero hacía mucho no trataba de escribir un libro. La verdad, no era el tipo de libro que le gustaría leer a Chuuya, o a Fyodor, o a ninguno de sus compañeros de trabajo, y si lo leyeran seguramente le reprocharían.

Hacía mucho había renunciado a la idea del suicidio. Aunque en ocasiones todavía pensaba en ello, se obligaba a dirigir su atención a otra cosa, por sus novios.

Toda la vida se había sentido fatal, como un fracaso. El décimo de una familia de once hermanos, hijos de un ex-militar. Su padre siempre había preferido al resto que a él. Siempre había sido el raro. Siempre se había sentido fuera de lugar, como si no perteneciera a ninguna familia.

Como si no tuviera derecho de tener su propia familia.

La verdad, cuando supo del embarazo de Chuuya le pudo un poquito el pánico porque creía que iba a ser un fracaso como padre, y que si ese bebé era suyo, lo iba a condenar a tener la misma vida que él.

Poliamor// FyoyazaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora