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Cuando llego al barracón aún tengo el sabor salobre de su semen en mi boca y un calentón que puedo romper ladrillos a pollazos.

Busco a mi chulo mexicano. Estos días nos hemos encontrado un par de veces. Una a última hora, mientras los dos nos entreteníamos más de la cuenta en las duchas hasta quedarnos a solas. Nos las hemos cascado el uno al otro, una buena paja que me ha hecho dormir de maravilla. La otra vez fui a buscarlo a las cocinas, pero había demasiada gente trajinando. Me ha dicho que lo acompañe a la cámara, a coger media vaca para los oficiales.

El cabo nos ha dado permiso y allí, a cuatro grados bajo cero, nos las hemos vuelto a machacar. Pero ahora necesito más. Mi capitán me ha dejado en un estado tan

febril que solo me puede dejar satisfecho una buena follada.

No lo encuentro por ninguna parte, cuando suena el toque que anuncia que debemos formar en el patio central.

—¿Qué pasa ahora? —le pregunto a uno de mis compañeros—. Es hora de descanso.

Él se encoge de hombros y sale pitando leches. Sí nos retrasamos puede haber una sanción, así que voy tras él.

Por el camino me asaltan pensamientos extraños. ¿Y si Yoongi se ha arrepentido y va a declarar en público que se ha visto obligado a dejársela mamar por un soldado? Me entran ganas de reírme a carcajadas por la idea tan absurda.

Llego de los últimos y formo en mi puesto. Cuando miro hacia atrás veo a Jungkook, mi chulo mexicano, que me guiña un ojo. Eso al menos me tranquiliza, porque esta noche no puedo meterme en la cama sin correrme.

El sargento pasa revista y, cuando estamos todos, se acerca nuestro comandante.

Es un hombre chapado a la antigua, con más años que Matusalén, y cojea de una pierna, que algunos dicen que se debe a una herida de bala de Vietnam. Yo no doy crédito a ese rumor, porque entonces tendría los ochenta.

Pasea arriba y abajo y al final habla con una voz apocada, un tanto femenina, para anunciarnos que al día siguiente empiezan maniobras en la cara norte de la montaña, donde debe hacer más frío que en el jodido Ártico.

Permanecemos firmes, como debe ser delante de un cargo de ese calibre, pero sé que todos tienen las mismas ganas de ir, con este frío, que una iguana a la Antártida.

El comandante sigue hablando, pero está justo al otro lado y no entiendo bien sus palabras. De repente, un rumor de satisfacción recorre las filas.

—¿Qué ha dicho? —le pregunto a la chica que está formada a mi izquierda.

—Que son voluntarias.

—¿Las maniobras? —no doy crédito.

—No estaban en el plan, pero se quiere aprovechar la ventisca de mañana. Quien quiera formarse en condiciones extremas es una buena oportunidad.

El sargento pide voluntarios y se levantan más manos de las que esperaba.

Yo miro hacia atrás. Jungkook no la alza, así que yo tampoco. No era mi intención hacerlo, desde luego, pero si Jungkook se queda, tendremos más intimidad, y estoy muy falto de sexo, te lo aseguro.

Unas últimas palabras del coronel, un agradecimiento colectivo, y parece que todo se ha acabado.

La chica de mi izquierda se ha apuntado, y me comenta que puede ser algo muy interesante. «Interesante» es la última palabra que usaría, pero bueno.

—Sabes que hará un frío que pela, ¿verdad?

—Pero el capitán Min es el mejor en supervivencia en condiciones extremas. Hay que aprender de él.

Me quedo en blanco.

—¿Va nuestro capitán?

—Es quien dirigirá las maniobras.

Permanezco parado en el sitio. Así que se marcha por unos días. No sé cuánto durarán las jodidas maniobras, pero es evidente que Yoongi no estará aquí. Esto tiene varios inconvenientes. El primero y más grave es que mi trabajo en los jardines se ha terminado y si él no está, me pueden asignar cualquier otro. El segundo es que saldrá de mi radar. El tercero... que quiero verlo todos los días.

Miro hacia atrás. Jungkook me está esperando, y cuando veo que se toca el paquete mientras habla con otro soldado, sé que tiene las mismas ganas que yo de hacerlo.

Salgo corriendo en dirección a nuestro mando.

—Sargento —lo llamo antes de que desaparezca.

—Soldado Jung —los sargentos nunca tienen cara de buenos amigos.

—Quiero apuntarme a las maniobras

—Sabes que no son obligatorias, ¿verdad?

—Lo sé, señor.

—Como no paras de quejarte del frío.

Y tiene razón. He pedido otra manta para mi cama y una chaqueta más gruesa.

—Quiero aprender a sobrellevarlo.

Me mira como si me diera su bendición. Si conociera mis intenciones estaría preparando una pira para quemarme aquí mismo.

Apunta algo en la libreta y me mira de arriba abajo. Creo que está pensando que moriré congelado, o que me comerá un oso. Intento no reírme de la ocurrencia, porque lo que más me gustaría es que me comiera un... «oso».

—Mañana al toque de diana.

Me pongo firme y hago el saludo militar. Cuando se marcha vuelvo donde Jungkook.

—¿Qué tenías que hablar con el sargento?

—Me he apuntado a las maniobras.

Me observa sorprendido, pero al final esboza una sonrisa.

—Te vas a congelar los huevos allí. Mañana dan un temporal.

Me encojo de hombros. Sería difícil de explicar. Tengo claro que, si somos un grupo reducido, mis oportunidades de acercarme íntimamente al capitán son escasas. Pero al menos me tendrá presente, y pretendo hacerme valer para que no me olvide.

—¿Qué te apetece hacer? —me dice Jungkook, pues tenemos una hora libre hasta la cena.

Me acerco para decírselo al oído, mientras aprovecho para chuparle, discretamente, el lóbulo de la oreja.

—Me apetece que me folles.

Él sonríe. Y me gusta.

—Tengo una sorpresa. Vamos.

Los sigo en dirección contraria y, cuando llegamos a nuestro destino no doy crédito.

Capitán (YOONSEOK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora