final

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Cuando he llegado a mi pabellón está vacío. Todos mis compañeros deben estar ya en sus puestos desde hace un rato. Menos yo. Las ventajas de dejar que te folle tu capitán.

Me doy una larga ducha, donde las lágrimas salen más abundantes que el chorro de agua fría. Cuando regreso a mi litera para vestirme, cansado pero triste, Jungkook está esperándome.

—Estaba preocupado.

—Estoy bien.

—No te he visto llegar.

—He pasado la noche... todo está resuelto.

—Ha dicho que no, ¿verdad?

—No sé de qué hablas.

—El capitán. Supongo que ha dicho que no, pero él se lo pierde.

—Fue una locura desde el principio.

Intenta decirlo sin que suene extraño.

—Estás... no sé... ¿enamorado?

—O enganchado por la polla —aclaro—. Pero sí, lleva tiempo en mi cabeza y entre mis piernas.

Traga saliva, y me mira circunspecto.

—¿Y ahora que lo vuestro ha terminado?

—No tengo ni idea de qué voy a hacer con mi puta vida.

Me da una palmada en el trasero y sonríe.

—Hay dos plazas en Hawái.

Me vuelvo para mirarlo extrañado.

—¿Cómo lo sabes?

—No soporto este jodido invierno ártico.

Una luz brillante se enciende, poco a poco, en mi cabeza, y comprendo que no solo he heredado ese triste destino de mi hermana, sino una sorprendente capacidad de recuperarme.

—¿Tú y yo?

Él asiente.

—Libres, pero tú y yo. Follando con quien queramos, pero tú y yo. Lo que dure. Mientras dure. Haciéndonos compañía.

—Suena bien —tengo que convenir.

—Suena de puta madre.

—Hablando de putas... lo soy, y mucho.

Se acerca y me da un beso muy guarro.

—Y eso me gusta.

Paso un dedo por sus labios.

—Quizá me apetezca follar con otros tíos mientras nos miras. Con el cabo me resultó muy sexy.

Él me guiña un ojo.

—Me encanta ver cómo te retuerces cuando te la meten.

—Ir a bares donde no se lleve ropa puesta.

Aprieta su pubis contra el mío.

—Debe haber buenos chill en las islas.

—Y follar tú y yo. Mucho.

—Eso es lo que más me gusta.

Jungkook no puede más y me come la boca. La lengua hurga dentro de la mía, sedienta, mientras yo me entrego a un beso que me enciende las entrañas.

Me gusta cómo lo hace, cómo me folla, con fuerza, con violencia, partiéndome por la mitad si yo no dilatara lo suficiente.

Parecemos dos salvajes, trasteando con los cinturones, con los botones, hasta bajarnos los pantalones, que se nos quedan encasquetados en las rodillas. Reímos y nuestros dientes chocan un instante. Me parece la cosa más sexi del mundo.

Vuelvo a besarle y tanteo a ciegas hasta encontrarle la polla. Me encanta este nabo. Cómo sabe, cómo huele, sus dimensiones, y esta rugosidad que me arranca destellos de placer.

Me escupo en la mano y lo lubrico.

—Fóllame como nunca —le susurro al oído—, párteme.

Él no se hace esperar.

Me vuelve de cara a la litera. Escucho cómo se escupe en el carajo. Me separa las caderas para que se proyecten hacia atrás y, sin miramientos, como a mí me gusta, me la mete hasta los huevos, arrancándome un gemido de placer, de dolor y de esperanza.

Me folla fuerte y a pelo, sin preocuparnos que en cualquier momento pueden pillarnos.

Y cuando al fin me corro. Cuando mi leche caliente pone perdida la cama y hace que me retuerza de placer, aún empalado por aquel delicioso mexicano, me vienen a la cabeza las últimas palabras de mi capitán.

«Nos volveremos a ver».

Capitán (YOONSEOK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora