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Mi primera intención es ponerme firme, pero veo que hay buen rollo entre Jungkook y el cabo Kim, así que únicamente permanezco callado mientras ellos se saludan.

Los barracones de los suboficiales están al otro lado de la base. Cada uno lo ocupa un mando, ya que no conviven con sus familias.

El del cabo Kim es el último de todos, casi lindando con la alta tapia, lo que le da cierta intimidad. Es un espacio prefabricado, con un salón unido a la cocina, una puerta tras la que debe encontrarse el dormitorio y supongo que un baño. Me parece un tanto cutre, pero tiene una buena calefacción, y en estas jodidas latitudes eso lo es todo.

Kim es mayor que nosotros, quizá haya atravesado la treintena, y tiene ese tipo de pieles afroamericanas que desprenden reflejos de chocolate puro. Es alto y grande, muy fuerte, uno de esos hombres a los que la virilidad se les escapa en cada movimiento, en cada gesto, sobre todo en la manera en que se recoloca, como un tic, el abultado paquete.

Él no me conoce, soy un soldado raso y él está en otra unidad, pero cuando Jungkook me presenta con un «Hoseok» a secas, me mira de arriba abajo y tengo la impresión de que me come con los ojos.

Solo en ese momento me doy cuenta de cuál es la sorpresa que quería darme mi amigo, y un cosquilleo se me aloja bajo los huevos.

—Te había echado el ojo —me dice—, pero no sabía sí...

No termina la frase: si eras de los nuestros, creo que ha querido decir.

Tampoco es una situación incómoda porque los tres sabemos a lo que hemos venido y sospecho que mi mexicano ya ha estado aquí antes, así que ni se lo piensa. Pone una mano en la nuca de Kim y le da un muerdo que el otro acoge con ganas. Al parecer no va a haber preámbulo, ni conversación sobre el tiempo ni una copa para quitar tensiones.

Yo los observo, porque me gusta la manera salvaje, un tanto ruda, que tiene Jungkook de enfrentarse al cuerpo de otro hombre. Es como si se estuviera peleando, como un gallito de corral que intenta echar a un contrincante, pero en este caso lo hace a besos.

Me uno a ellos cuando el cabo tira de mí, sin dejar de besar a mi mexicano, para abrazarme por la cintura y pegarme bien a su costado. Yo no me resisto, por supuesto, y cuando le pongo la mano sobre la nalga me excita comprobar que está duro, cada músculo, como si estuviera cincelado en ébano, y eso me gusta.

Me uno al beso. ¿Te has besado con dos a la vez? Si no lo has hecho... pruébalo. Llega un momento que no sabes qué labios estás mordiendo ni qué lengua intenta llegarte hasta la garganta.

Siento cómo una mano baja por mi estómago y me acaricia la polla sobre el pantalón. Yo hago lo mismo y se la cojo a Kim. Casi suelto un gritito cuando intento abarcarla. Si toda esa talega, que ni siquiera está dura, forma parte de un mismo carajo...

El cabo se separa para cogernos a cada uno de una mano y llevarnos hasta su cuarto, que no me he equivocado, es lo que hay al otro lado de la única puerta.

La cama es grande, enorme. Como él. Como su polla.

Imagino que si nos asignaran las camas por el tamaño de nuestros nabos, la de él sería de tamaño especial, extra King size con algunas exis por delante y por detrás.

Jungkook se quita la camiseta y yo lo imito. El cabo se saca las botas y se baja los pantalones, sin dejar de mirarme, lo que me da a entender que tiene un buen plan para mí.

Cuando lo observo no tengo más remedio que relamerme porque el nabo no le cabe dentro de los calzoncillos, y un trozo de carne oscura y deliciosa asoma por la cinturilla, cerca del hueso de la cadera.

Al final, vernos a medio desnudar nos pone más cachondos y nos quitamos lo que nos queda a manotazos, igual que él. Los tres desnudos nos dedicamos a explorarnos con la mirada antes de entrar en acción.

Kim es un espectáculo: musculoso, bello y con un portentoso pollón, de esos que en las pelis porno atraviesan a un incauto jovencito y tú te preguntas si no le estará llegando al estómago.

Me lanzo hacia ese badajo, poniéndome de rodillas, mientras Jungkook se coloca a su lado, de pie, engatusado por su boca que parece encantarle. Me gusta comerme dos rabos a la vez, ¿a ti no?

El del cabo casi no me entra en la boca, y tiene un olor a macho que me da un hambre voraz. Paso de uno a otro. Mientras lamoteó el primero, masturbo el segundo, y vuelta a empezar. Ellos continúan besándose y acariciándose, dejándome el banquete para mí solo.

Kim tira de mí para que nos tumbemos en la cama. No es casual que yo quede en medio, mientras el cabo se coloca detrás y mi mexicano me come la boca a besos. A estas alturas, la habitación destila gemidos, suspiros, y el vapor del sexo lo envuelve todo.

El cabo alarga una mano y abre un cajón para sacar un bote de lubricante. Trastea a mi espalda, sin dejar de morderme el cuello, hasta que noto la enorme punta apretando contra mi esfínter. Me retuerzo de miedo y de placer.

—Más despacio —le digo.

Y por toda respuesta él embiste, atravesándome el esfínter, y arrancándome un gemido de dolor embalsamado de gusto.

—Ya está dentro —me besa, me muerde el cuello, me chupa la mandíbula —, ya está dentro.

Consigo reponerme a aquel tamaño que me tiene ensartado y disfrutar de aquello. Es bestial, la enorme envergadura de aquel tipo, y la manera que tiene de manejarla, como si bailara una salsa, porque esas caderas son portentosas.

Empieza a afollarme, despacio, con tacto, con un movimiento que sabe qué se hace.

Mientras, Jungkook sigue con mi boca, y con una mano me masturba, para que aquella salvaje penetración sea más llevadera.

He de reconocer que tardo un rato en disfrutarla, pero cuando lo hago, no hay quien me pare. Gimo, grito de placer, y a cada gemido, el cabo se hace más valiente y me penetra más a fondo.

Con un movimiento de caderas experto, me gira para tumbarse sobre su espalda y dejarme a mí a horcajadas, sentado, clavado en aquella enorme verga. No doy crédito a lo que me acabo de meter, pero debe de estar acariciándome un punto muy adentro repleto de terminaciones nerviosas porque el placer me recorre como una marea. Ahora me deja hacer, y yo aprovecho para follarme a mi ritmo, en cuclillas, mientras decido si salgo hasta dejar dentro solo la voluminosa cabeza, o me dejo descender hasta que noto sus gordos y negros huevos encajados entre mis nalgas.

Cuando Jungkook se pone detrás de mí y me muerde el cuello, sé cuál es su pretensión, y lo aliento llevándome su polla con la mano al mismo orificio que ya ocupa mi cabo.

Jungkook coge el lubricante y se pone una buena cantidad.

Yo me inclino sobre Kim, para que él tenga un mejor ángulo.

Cuando siento cómo me penetra un segundo rabo, casi tan gordo como el primero, creo que me voy a partir por la mitad, como una tela demasiado estirada, pero he subestimado la capacidad que tienen mis esfínteres de dilatarse, porque sin mucho esfuerzo se tragan la verga de Jungkook, y ensartado por dos bestias, disfruto de una follada monumental.

Los gemidos, los gritos de placer lo ocupan todo, y cuando ellos dos se corren dentro de mí, cuando me siento tan follado que creo que me va a salir el semen por la boca, eyaculo sobre el vientre oscuro del cabo, mientras en mi cabeza se ilumina el rostro hermoso de mi capitán.

Capitán (YOONSEOK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora