PRÓLOGO

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— ¡AH!—.

Su grito resonó por toda la habitación, incluso escupió sangre, había gritado hasta que su voz se volvió ronca, incluso el dolor respirar le dolía.

Pero no era nada comparado con el dolor de su pecho y la sangre que se desplomaba por todo su cuerpo.

Incluso cuando arruinó su rostro, no le dolió tanto.

Miró las manos que ahora estaban cubiertas de sangre y el líquido rojo aflojó su agarre.

Con ojos llorosos, se llevó las manos al pecho.

— ¿Estás satisfecho?— hablo con dificultad, pero sus ojos nunca se apartaron de aquel hombre que la miraba complacido.

— A mi también, me duele verte así, cariño— aquel hombre se puso en cuclillas a su lado, su mano derecha agarró su delicada mandíbula y la levantó bruscamente, admirando de cerca su rostro pálido y sin sangre. No pudo evitar pasar la yema del pulgar izquierdo por su mejilla sin su usual maquillaje, ávido de su delicada ternura.

Ahora se había convertido en un shura infernal, decidido a destruirla poco a poco, hasta el alma.

Su mente estaba en blanco y sus ojos se llenaban de lágrimas claras. Sintiendo el poderoso aura opresiva del hombre en la punta de sus dedos, tembló aún más cuando de repente se encontró con los ojos asesinos y despiadados de Ji Sheng

— Mentiroso...— incluso cuando este hombre fingía con una cara amigable, ella sabía del lujurioso deseo que tenía por verla llorar. Su sonrisa amable se iba transformando en la de un depredador que veía el lamentable acto de su presa.

— Quienes se portan mal tienen que ser castigados— Utahime quería gritarle, pero sus labios ya no podían moverse al darse cuenta que la estaba besando intensamente en su temblorosa boca rosada.

Los oídos de Utahime zumbaron bruscamente, el aliento pesado y cálido del hombre ineludiblemente se posó en sus mejillas, enredando su conciencia con un toque de locura que no dejaba lugar a malentendidos.

Justo cuando él intentaba meterle la lengua en la boca, ella lo empujó como una loca, no supo de dónde saco sus fuerzas o el valor para levantar su mano y abofetear al hombre delante de ella , incluso los presentes se inclinaron deseando poder convertirse en aire

—¡Tu! Bastardo—.

Su relación fue mal desde un comienzo. Ellos dos eran demasiado orgullosos y egoistas para estar juntos. Lo que ella quería el nunca podría darle y lo que el deseaba ella tampoco podría dárselo.

Ambos tenían prejuicios el uno contra el otro, ella odiaba a todos los hombres y nobles, mientras que el odiaba a los cobardes y débiles.

Su odio y desprecio mutuo nació desde el primer momento en que se vieron. ¿Entonces dónde empezó a cambiar todo?.

[...]

“Aférrate a los sueños, porque si los sueños mueren, la vida es como un pájaro de alas rotas que no puede volar.”
Langston Hughes

¿Los sueños se hacen realidad?

Pues los de ella, nunca sucedieron.

Al ser encerrada, siempre deseo su libertad. Pero en aquel mundo cruel e injusto, eso solo sería un sueño pasajero.

Sino podía ser libre ni escapar, entonces viviría todos sus días cantando y bailando.

Por lo menos ella podría ser quien era cuando cantaba, no lo hacía por sus amigas, ni por esos hombres despreciables, lo hacía por ella.

¿Cuando cambio todo?

Justo cuando vio esos ojos.

Un hermoso cielo azul y claro se reflejaba en ellos, aquel cielo que había añorado de niña, al igual que un ave que deseaba batir sus alas y volar.

Pero sus deseos nunca se cumplieron.

El solo le ofrecía otra jaula más hermosa y peligrosa. Incluso si le prometió su amor y devoción eternos, ¿Era suficiente para ella?.

Solo podía culpar a sus nacimientos diferentes, ya que incluso si ella se volvía su esposa, ¿Quien la reconocería como señora del clan Gojo, cuando ella era una cortesana que bailaba y cantaba para el entretenimiento de los demás en el barrio rojo?.

No confiaba en él lo suficiente.

Ni confiaba en que ella misma superaría los obstáculos que les vendrían si elegía ese caminó.

Esperaría lentamente hasta pagar su deuda, incluso si envejecía dentro de ese barrió.

Quizás ella nunca se iría, ¿Que familia decente la aceptaría?. Por lo menos ella se quedaría para ayudar a sus estudiantes, esas mujeres que compartían su destinó.

El destino era tan cómico y ridículo

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El destino era tan cómico y ridículo.

La primera vez que la vió, sintió un gran odio y disgustó.

No contra ella, sino contra si mismo, ¿Cómo podría llegar a sentir tal sentimiento?.

Un fuerte deseo de locura y posesión, que nego con todas sus fuerzas. ¿Cómo podría alguien como el, poseer tales sentimientos por alguien que consideraba humilde?.

Su mayor odio, era que ella también lo detestaba.

Podía contar con los dedos de sus manos las veces que ella le sonrió sinceramente.

Quizás bajo su orgullo herido, la única forma de calmarse era haciéndola llorar. Ya que no podía ser el dueño de su alegría, sería el dueño de sus lágrimas.

Porque incluso si su amor por ella, la terminaría destruyendo, el nunca se arrepentiría.

Si tuviera la opción de cambiar sus decisiones, solo se lamenta el no haber sido lo suficientemente cuidadoso o egoísta.

La próxima vez, el se aseguraría de matar a todos los hombres que la mirarán con deseó y amenazaría a Mei Mei para que aceptará su trato.

La próxima vez, el se aseguraría de matar a todos los hombres que la mirarán con deseó y amenazaría a Mei Mei para que aceptará su trato

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