Cap 20 - ¿Papá?

714 50 1
                                    


Me preguntaba lo que era poder ser hija de un hombre tan peligroso que era de la mafia, aparte de ser parte del grupo mas temido de Tokio.

En el Pasado

-Felicidades es una niña.- Dijo el doctor.

Era un día feliz había nacido una niña para un matrimonio que deseaba con toda su vida formar una familia.

Ese matrimonio eran mis padres, Vanesa mi madre y mi padre David.

-¿Como quieres ponerle cariño?.- Preguntó David.

-Layla, su nombre es Layla...- Dijo mi madre

Y así fue, como empezó la historia de la tragedia, siempre pensé que serían felices pero al parecer no.

Pasaron varios meses después donde mis padres cada vez tenían mas peleas en la casa
mi madre se daba cuenta de que mi padre llegaba cada vez mas tarde a la casa cosa que a mi madre no le gustaba, ella estaba sola cuidándome mientras mi padre hacía sus cosas.

-¡David! tenemos una niña que debemos cuidar, no puedes estar llegando tan tarde.- Gritó mi madre mientras me tenía en brazos.

-Vanesa, lo se lo siento pero me aumentaron las horas de trabajo y no puedo llegar a la hora que tu quieras.- Dijo algo molesto.

Mi madre se veía molesta, lo entendió por lo que decidió no quejarse más y no hablar mas del tema, pero un día mi padre hizo algo que mi madre no perdonaría.

Mi madre estaba en la casa como siempre cuidándome, todavía era una bebé mientras ella me cantaba y alimentaba.

De pronto abrieron la puerta de la casa, unos hombres entraron con armas a la casa no hicieron más de ver a mi madre y le apuntaron en su cabeza.

Ella estaba temblando de miedo, pero nunca dejo de soltarme, me escondía detrás de su espalda para que no me hicieran daño.

-¿Donde esta?.- Preguntó el hombre que apuntaba su arma.

Mi madre con la voz temblorosa.- No se de quien me hablas.

-No te hagas la tonta perra, ya dinos donde esta David.- Preguntó el hombre pegando más su pistola a su cabeza.

Mi madre estaba llorando al igual que yo, podía sentir el miedo, tristeza de mi madre que lloraba.- David se fue, dijo que iría de viaje.- Dijo mi madre.

El hombre hizo una seña a los demás, luego todos comenzaron a revisar cada rincón de la casa, cuando por fin finalizaron.

-Señor, el no esta, encontré algo que dice que es verdad que viajo.- Dice mostrando unos papeles.

El hombre dejo su pistola y vio los papeles en ese momento se quejó.- ¡Mierda!.- Dijo tirando los papeles.

Mi madre solo se quedaba en el suelo llorando tratando de calmarme ya que lloraba con ella.

El hombre le dedicó una mirada a mi madre y se agacho para estar a su altura.

-¿Puedo cargarla?.- Preguntó con una sonrisa algo malvada.

Mi madre no quería pero este aún así me quito de los brazos de mi madre, ella se levantó a buscarme pero hombres la detuvieron.

-¡No le hagas nada hijo de puta!.- Le gritó mi madre.

Este me acunaba en sus brazos, viendo mi rostro y tocando cada parte de mi cara.- Es una hermosa niña, como será cuando crezca.- Dijo este con una sonrisa.

Mi madre se sentía confundida pero solo opto por mirar.

-Esto es lo que haré, si David no paga lo que me debe, esta niña cuando cumpla 19 será mi esposa, créeme se casará conmigo no me olvido de las promesas que hago.- Dijo con una sonrisa malvada.

Mi madre le dedicó una mirada de asco.- ¡Eres un maldito, ella no se casara contigo!.- Le gritó.

-Oh créeme si lo hará.- Dijo entregándome a mi madre.

Los demás hombres la soltaron, mientras el extraño hombre le daba una ultima mirada a mi madre para irse.

Pasaron los años, mi padre no había vuelto, mi madre se enteró que había ido a Tokio Japón, desde ese momento odio a mi padre por no estar ahí con nosotras así que se mudo de la casa a una donde quedaba en el campo.

En unos días conoció a un mecánico que para mi vida fue mi padre que siempre estuvo con nosotras, el me enseñó las habilidades de la mecánica.

Así paso hasta que cumplí los 19 años, mi madre tenía miedo de lo que pasara en mi vida
ella odiaba que tuviera esa edad pero nunca me lo dijo, fue cuando decidí ir a Japón y empezar con mi nueva vida.

Actualmente

-Hola hija mía...- Dijo el hombre de traje azul.

Lo miré con miedo, quien carajos era este que me decía que era mi padre.

-Yo no soy tu hija.- Dije convencida.

-Veo que no te acuerdas de mí, eras una bebé.- Dijo acariciando mi mejilla para desviar mi cara.

-Mi madre nunca me hablo de ti, no se que deseas pero yo no soy tu hija.- Dije temiendo por mi vida.

-Supongo que tu madre no hablaría de mí después de lo que hice, pero eso no importa lo importante es que ahora vendrás conmigo.- Dijo sonriendo.

Temía que me llevara tenía mucho miedo.

-Ella no irá contigo a ninguna parte.- Habló Tom.

-Vaya Vaya... con que tenemos al Señor Tom aquí, veo que te gusta mi hija ¿no es así?.- Dijo.

-La amo.- Dijo este acercándose más.

-Ay que bonito, el amor...- Dijo riendo.- Bueno, no dejaré que mi hija se enamore de alguien como tú.

-¡Que no soy tu hija!.- Le grité.

-¿Enserio crees eso?.- Río.- Sabría que eras igual que tu madre, por lo que traje tus papeles de nacimiento donde sale quienes son los padres.- Dijo entregándome unos papeles.

Los miré, salía en que hospital había nacido, estaba toda mi información y exactamente ahí estaba, mi madre y ¿el?.

-¿David Harper?.- Dije mirando al hombre.

-Exactamente.- dijo mirándome.- Soy tu padre Layla.

Me sorprendí viendo a ese hombre, no podía creer que fuera hija de un hombre peligroso.- ¿Donde carajos estuviste?.- Dije molesta.

Me acerqué a el y le grité.- ¡Donde estuviste para mi madre y yo, Nunca te preocupaste por nosotras, estábamos solas enfrentando la vida mientras tu jugabas a las ¿pistolitas?.

Este me miro serio, no dijo nada, luego me miro con una cara lamentada y triste.

-Tienes razón, fue lo que mas me arrepiento de hacer no debí dejarlas, Pero tengo una explicación para eso, no fue mi culpa en serio.- Dijo Agarrando mis hombros.- Enserio, no quería llegar tarde, pero me arrestaron y estuve varios años en la cárcel y ahora toda mi vida la dediqué a buscarte y trabajar.

Mire su cara parecía arrepentido.- ¿Porque buscarme?.- Pregunté mas calmada.

-Porque debía pedirle perdón a mi hija, Layla... te extrañe tanto, extraño a tu madre cada día culpándome de lo que hice pero necesitaba encontrarte.- Dijo sonriendo dejando algunas lágrimas caer.- Eres mi hija, te necesito conmigo no aguanto estar solo sin ustedes a las dos las amo y ahora que estas aquí me siento feliz de verte por fin después de tantos años.- Dijo llorando, lo cual provoco que yo también lo hiciera.

Por una parte me daba mucha rabia el que nos abandonara pero me daba mucha felicidad saber que estaba arrepentido y poder verlo.

Me acerqué a el y le di un abrazo, al principio le costo corresponder pero lo hizo, su abrazo fue como volver a casa, me abrazo con sus grandes brazos y acaricio mi cabello.

-Te extrañé tanto Layla, volvamos a casa...

Tu eres mía... [Tom Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora