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Nacho tocó la puerta, indeciso.

—¿Mi Rey? —Pegó un respingo cuando esta se abrió—. Oh.

Agustín se restregaba el ojo. Se había bañado y nadaba en una de las batas de Marcos.

—Hola, Nacho.

Nacho descendió la vista, siguiendo el largo de la bata dorada.

—Hola, mi Reina. —Se inclinó rápidamente—. Se acerca la hora de la cena. Quería saber si bajarían a cenar. —Se ruborizó—. Nuestro Rey trata de nunca perderse la cena, pero entiendo... dada la situación.

Agustín asintió lentamente, con una sonrisa.

—Creo que sí. Yo bajaré, así que estoy seguro de que Marcos lo hará también. —Se sobó el brazo—. Perdón por casi morder a Lucio y por gruñirte. —Meneó la cabeza—.Marcos está dormido. Bajaré para hablar con Julie y preguntarle qué pasa conmigo. —El omega se tocó el costado de su cuerpo—. Tengo algunas raspaduras y moretones, le preguntaré sobre ellos también.

—De acuerdo. Es normal, para lo que sepa. Lucio y yo somos iguales, pero él es mucho más agresivo que yo —dijo en voz baja, se encogió de hombros—. Nuestro Rey es benévolo y nos deja su hogar mientras él se queda en el castillo. No le interesa su sueño; nos respeta. —Nacho esbozó una pequeña sonrisa—. No se ha tomado un día libre... casi nunca. Le agradecemos a su pre-celo por eso.

Agustín volvió a mirar al alfa dormido sobre su estómago.

—Él se portó más que bien conmigo hoy. —Dio un paso hacia el pasillo y cerró ligeramente la puerta—. Tengo miedo de ir al festival. No sé nada de lo que debería; la gente me hablará y sonaré estúpido. —Su labio tembló—. Marcos me trató como si fuera su mejor tesoro, cuidó de mí tan bien y no quiero defraudarlo. No al frente de sus seres, de los seres que quiere.

—Marcos sabe lo que hace. No lo ve, pero la gente ya le tiene cariño a usted. —Ladeó la cabeza—. Lea un periódico, todos están muy felices y se mueren por verlo en el Festival de los Elementos. Marcos no ha recibido nada más que felicitaciones por lo hermoso y tímido que usted es. —Nacho sonrió suavemente—. Hay muchas cosas que necesita aprender, sí, pero hasta entonces, los seres de nuestro Rey están felices de saber que está aquí.

Agustín asintió, sonrojado y nervioso.

—De acuerdo. —Abrió la puerta y rápidamente agarró a su conejo antes de que se escapara—. Ah, Pulgar. —El omega lo acunó—. Dejaré a Marcos descansar. —Cerró la puerta, pero esta se atascó con el largo extremo de la tela de la bata—. Cielos, esto es demasiado grande.

Nacho soltó una risita, ayudándolo.

—Vaya con Julie, yo lo pondré en su jaula.

—Oh, gracias. —Agustín besó a Pulgar tres veces antes de entregárselo cuidadosamente—. Solo ten cuidado, muerde.

—Sí, mi Reina. —Nacho se inclinó antes de retirarse.

Agustín cerró los ojos, apoyándose en las grandes puertas.

—Oh, cielos. —Todo lo que quería hacer era darse la vuelta, cruzar las puertas y caer en aquellos grandes brazos acogedores. Agustín se resistió y avanzó unos primeros pasos temblorosos antes de bajar las escaleras.

Realmente pensaba que podía morir feliz en el gran clóset de Marcos. Con Marcos, Pulgar y la calidez del suave piso alfombrado del clóset. Tenía que encontrar la manera de agradecerle a los gemelos.

Agustín miraba por donde iba, tomándose su tiempo para bajar cada escalón. Marcos le había puesto la bata tras haberse bañado ambos con Pulgar. Fue un lío tratar de controlar al conejo, Agustin había insistido a gritos que mantuvieran sus orejas secas. Marcos lo sostuvo mientras Agustin se lavaba y luego intercambiaron de posición. Fue divertido. Fue diferente, aunque Marcos estuviera malhumorado todo el tiempo.

ARIZELLA ; MARGUS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora