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—¿Puedo ir el baño, alfa?

Marcos lo marcó con olor y le palmeó el muslo.

—Anda.

Agustin se levantó y fue corriendo rápidamente al baño; mantuvo la puerta abierta en caso Marcos lo quisiera así. Abrió el gabinete del baño en tanto ojeaba la habitación, donde Marcos estaba tumbado en su nido, mirándolo fijamente. Le dedicó una sonrisa nerviosa y alzó las pastillas.

—Voy a tomar los anticonceptivos.

Marcos asintió una vez. Agustin retrocedió hasta adentrarse más en el baño. Abrió el frasco y vertió cuatro pastillas en su palma. Se mordió el labio con fuerza; pensaba que, si tomaba un par más de pastillas, recuperaría los días que no las tomó.

El omega se las llevó a la boca sin pensarlo dos veces, usó el agua del lavabo para tragárselas. Cerró el frasco para colocarlo nuevamente en el gabinete.

Agustin se sentía mal, sentía ira contra sí mismo por haber sido tan desconsiderado... tan malvado. Marcos se desahogó y se mostró vulnerable únicamente para Agustin y él lo traicionó. Traicionó su confianza. Ahora todo lo que podía hacer era rezarle a los Elementos para no quedar embarazado. No se había embarazado desde que comenzaron a tener sexo y ellos nunca han usado condones, pero...

Pero  Agustin ya no era un omega que recién había perdido la virginidad.

Hay más probabilidades que un omega quede embarazado en su celo que en el celo de un alfa, pero la cantidad de veces que Marcos se corrió en él... Agustin se estremeció, quejándose para sus adentros.

Terminó de hacer sus necesidades antes de regresar a la habitación.

—Ya está.

Marcos elevó una mano. Se veía más que hermoso en el nido que Agustin rehízo para ellos dos. Lo armó mientras Marcos dormía en la cama. Usó las nuevas cobijas que compró junto con las viejas. El nido ocupaba la mitad de la habitación y eso le encantaba, sobre todo cuando Marcos se encaramó en este. Tenía el tamaño perfecto para su lobo también.

En este escenario, un alfa complacido significaba un omega complacido.

—Te ves tan dulce en nuestro nido —arrulló Agustin, acercándose—. Mi bebé, mi alfa pequeñito.

Marcos gruñó levemente, con la mano levantada palmeó el nido.

—Ven a mí.

Agustin obedeció, sumergiéndose en la calidez de Marcos y el confort de las cobijas.

—Alfa, ¿no tienes hambre?

—Lo tendré pronto. Mi celo suele durar entre veinticuatro a treinta y seis horas. —Marcos lamió la parte posterior de la oreja de Agustin—. ¿Tienes hambre, omega?

—Mm, sí, mucha.

—De acuerdo. —Marcos se levantó despacio al tiempo que soltaba un quejido por su dolor—. Traeré algo.

—¡No! —Agustin también estaba adolorido: la espalda baja lo estaba matando, pero él estaba bien. Estaba contento con solo quedarse con Marcos, abrazados en la seguridad de su cuarto. Sin embargo, Marcos estaba sumamente molido. Cuando Agustin le preguntó cómo se sentía su celo, el alfa lo describió como "abrumante".

Agustin lo empujó hacia abajo y, con rapidez, Marcos lo agarró de la nuca, jalándole el cabello. El omega se dejó, exponiendo su cuello para él y mostrándole que no lo estaba amenazando.

—Alfa...

Marcos le mordió la fina piel de sus clavículas, también la cadena de su collar de fresa.

ARIZELLA ; MARGUS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora