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Agustín metió los brazos en el cárdigan que Lucio sostenía para él. Se miró al espejo y agitó las amplias mangas.

—Me encanta. —Sonrió, ahuecando su creciente vientre redondo—. ¿Te gusta, cariño? —El omega se retorció para mirar el diseño de la espalda—. Me encantan las hojas.

Lucio se sonrojó e hizo una reverencia.

—Me alegro.

Agustín se volvió hacia el espejo para acomodarse el collar.

—Los broches de oro que compraste irán perfectamente con esto.

Lucio sonrió orgulloso.

—Concuerdo.

Agustín agitó las mangas una vez más.

—Eres muy talentoso, Lucio.

—Gracias, Agustín. —Lucio le ayudó a sacarse el cárdigan, luego se giró para colgarlo—. ¿Está emocionado por hacer jardinería?

—Oh, sí. —Agustín se frotaba la barriga; se bajó la camiseta que empezaba a subirse—. Muy emocionado. Quiero que Nacho dirija la clase. Creo que le encantará.

—Creo que me uniré. —Lucio emergió del clóset—. Me encantaría ver a mi omega dar una clase.

Agustín le dedicó una sonrisa a Lucio en el espejo, notó el pequeño rubor en sus mejillas.

—Lo sé. Creo que Joaquin también debería venir. —Se fue hacia la puerta—. ¿Quién es?

—Soy yo, Julie.

Abriendo la puerta, Agustín sonrió.

—Hola, Julie.

—Mi Reina. —La alfa hizo una reverencia—. Está ensanchándose de manera tan hermosa —arrulló al verle el estómago.

Las mejillas de Agustín se ruborizaron en tanto torcía los pies.

—Gracias. —Se levantó la camiseta con rapidez, sorprendiendo a Julie—. ¿Qué es esto? —Señalaba una línea blanca muy fina—. Nunca he tenido esto.

—Oh. —Julie sonrió—. Una estría.

—¿Una estría?

—Sí. Aparecen cuando la piel se estira muy rápido, muy común en los embarazos.

Agustín descendió la vista.

—¿Es dañino?

—No, pero a la mayoría no les gusta tenerlas.

—¿Por qué?

—No les gusta su aspecto. Tengo crema para ellas si lo desea.

Agustín frunció el ceño.

—Bueno, pero no está hiriendo a mi bebé, ¿cierto?

—En absoluto.

Agustín esbozó una sonrisa.

—Entonces no hay problema. Las tomaré. —Se bajó la camiseta—. Cualquier señal de vida de mi bebé me parece bien. —Se giró hacia Lucio, con una sonrisa radiante—. Tengo una estría.

Julie lanzó una risita.

—A la mayoría no le emociona tener esas cosas.

—Bueno, no soy como la mayoría. —Agustín ronroneaba, contento con cómo estaba yendo su día. Seguía embarazado, su guarida estaba calientita (igual que él) y pronto vería a su alfa.

Las cosas arrancaron con un buen comienzo desde que se descubrió la verdad. Le ofrecían pequeños regalos cada vez que era lo suficientemente valiente para salir a pasear. Cosas como frutas o flores. Agustín tenía muchas flores en su guarida, y siempre aceptaba más. Regarlas le hacía sentirse útil.

ARIZELLA ; MARGUS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora