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Marcos parpadeó, sus ojos iban abriéndose de par en par al tiempo que desviaba la vista. Se lamió los labios y se forzó a tararear en respuesta. Agustín alzó la mirada hacia él, batiendo las pestañas.

—Alfa.

—¿Hm?

Agustin frunció el ceño inmediatamente, luego sus cejas decayeron y sus dedos pincharon la boca cerrada de Marcos.

—Alfa...

—¿Mmhm?

El fruncimiento de Agustin se tornó airado y ensanchó las fosas nasales.

—¡Alfa!

—¿Qué?

—¡No me digas "qué"! —siseó—. ¿Acaso no te enseñaron que decir "qué" no es de la Realeza?

Marcos respiró hondo y enroscó los dedos en el costado del cuerpo de Agustin. Marcó el aire con su olor y Agustin le gruñó.

—Solo trato de tranquilizarte.

—¡Estás tratando de dominarme porque no quieres contestarme!

Marcos limpió el pequeño rastro de saliva en el brillante labio de Agustin. Apartó su dedo cuando Agustin intentó morderlo; probablemente debería alejarse antes de que salga herido. Marcos consideró empujar a Agustín a un lado de la alta cama, pero el pequeño artista se sentía tan suave como un bebé en su agarre. Seguía satisfecho con su orgasmo mientras parecía que Agustin ni siquiera había tenido uno.

Agustín puso una cara que podría matar. Marcos podía oler, saborear y sentir la rabia del omega, pero empezó a besarlo de todas maneras. Se encogió cuando los dientes de Agustín se hundieron en su labio inferior, amenazando con sacar sangre. El alfa profirió un sonido, un chillido muy bajo, y Agustin lo liberó inmediatamente. El artista comenzó a acicalarlo, sus manitas recorrían cada parte del alfa. Gimoteó, lamiéndole el labio en señal de disculpa, y Marcos la aceptó con brazos vulnerables.

Besó a Agustin despacio, cubriéndolo nuevamente. Le besó las mejillas y su nariz de botón.

—Omega, tienes hambre... —Marcos lamió la barbilla de Agustín y con su gran mano le sobaba el estómago ligeramente extendido. Pegó la nariz en la parte posterior de la oreja de Agustin cuando el omega miró hacia un punto—. No puedo permitir que un omega tan dulce pase hambre. —Marcos le sobó más el vientre, sonrió afectuosamente cuando el pie de Agustin comenzó a sacudirse un poco—. ¿Te gusta cuando te sobo la pancita, hermoso?

Agustín chilló y puso su mano sobre la de
Marcos.

—Sí, alfa. —Abrió sus ojos brillantes, parpadeando dulcemente—. Cuando me cuidas...

La voz de Agustin era tan genuina y tan repugnantemente dulce que Marcos comenzó a ronronear. Cada vibración reverberó contra Agustin y este se calmó visiblemente; era algo que su madre solía hacer cuando no podía dormir. Marcos decidió no dejarlo ir a ningún lado, así que volvió a acicalarlo: una de sus cosas favoritas porque la reacción de Agustin siempre era adorable.

Empezó por los dedos de los pies de Agustin, lamió en el medio de cada uno. Marcos sonrió al escuchar las risitas más bonitas que provenían de arriba.

—¿Hace cosquillas?

—Mmhm... —Agustin tenía la mano en la nuca, acariciándose la mordida. Aquello hizo que el ojo de Marcos se contrajera de orgullo; sintió un hormigueo en su propia mordida.

Agustín seguía soltando risitas cuando Marcos llegó a su segundo pie. Pasó un poco más de tiempo allí porque sabía que a Agustin le gustaba.

A continuación, estaban las pantorrillas y los muslos de Agustin. Mordió ligeramente y dejó marcas inadvertidas en la piel ya moreteada. Marcos evitó la flácida polla de Agustin, estaba gastada, limpia y de color rosado, el color más rosado que existía. El pensamiento continuaba abofeteándolo en la cara: Agustin era virgen, el más virgen de todos. No era solo que  Agustin haya sido virgen sexualmente, sino que nunca había sido besado o tocado o siquiera marcado con olor. Agustín sobrepasaba cualquier cosa que pudiera llamarse virgen.

ARIZELLA ; MARGUS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora