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Intentaba mantener la cabeza fría y la mente en blanco. Lo había hecho miles de veces, y nunca había fallado así que, por su bien, aquella no debía convertirse en la excepción a su regla número uno.

Dos días después de la discusión que Ning había tenido con sus padres, parecía que todo había vuelto a la normalidad. Jaehyun le había pedido perdón a su hija y eso disipaba cualquier clase de duda. Se habían puesto manos a la obra, tomándose su tiempo para comenzar a establecer algunas de las pautas necesarias para organizar la boda que se celebraría tan sólo un mes después.

La tarde rebosaba belleza en cada ápice de ella. La temperatura era perfecta y el sol se asomaba tímidamente entre nubes azuladas de algodón.

Los dos hermanos estaban en la habitación de Ning, suplicando un poco de tranquilidad a pesar de saber todo lo que estaba por venir. Renjun meditaba una y otra vez sobre el asunto. Después de todo, un mes le seguía pareciendo un tiempo excesivamente corto para preparar una boda que fuese decente. No era un experto en ese tipo de asuntos, pero suponía que llevar a cabo todo el proceso no era una tarea fácil por más que su hermana pequeña insistiera en lo contrario. El banquete, los anillos, los invitados... miles de elementos para resplandecer en un día tan especial.


—Un mes —susurró Renjun—. ¿Cómo vas a hacerlo?

Ning había estado esperando una pregunta muy parecida y por eso no esperó ni dos segundos para contestar.

—Ren, voy a casarme. No me voy al fin del mundo.

—Pero, ¿tienes idea de la cantidad de cosas que hay que organizar?

—Relájate -sugirió Ning-. Todo será muy sencillo

Renjun torció la cabeza. No parecía demasiado convencido.

—Aun así...

—Vamos, no te preocupes. —Le dio un suave empujón—. Parece que eres tú quien se casa.

—Ya, muy graciosa. —Puso los ojos en blanco—. Creo que ese honor te corresponde a ti.

—Vamos —insistió—, algún día tendrás que hacerlo.

—¿Ah, sí? —Arqueó las cejas—. ¿Quién lo dice? Además, cómo voy a hacerlo si no tengo a nadie...

Ning no se daba por vencida. Le gustaba tomar la iniciativa en las juguetonas charlas con su hermano.

—En ese caso, tendrás que darte prisa, Ren. —Le guiñó un ojo—. Empiezas a hacerte mayor

—¿Hablas en serio? —preguntó—. No tengo ni treinta años, Ningning.

—¿Y eso qué importa? Las cosas importantes de la vida hay que hacerlas cuánto antes.

—Vale, creo que esto empieza a afectarte más de lo normal.

Ning escondió la cara detrás de la almohada, comportándose como una adolescente con el estómago repleto de cosquilleos y mariposas.

—¿Tanto se me nota? —Se ruborizó—. Estoy feliz, eso es todo.

—Me alegro por ti, pero debes tranquilizarte. Aún quedan varias semanas antes de la boda y necesito que te centres. —Soltó un largo suspiro—. Con mamá hecha un mar de lágrimas creo que será suficiente.

—Lo sé vadmitió Ning—. Creo que el día de la boda le dará un ataque o algo parecido.

La conversación de los dos se interrumpió de repente. El móvil de Renjun comenzó a sonar.

—¿Diga? —dijo—. Hola, Jeno. ¿Cómo van las cosas sin mí? —Se alegró de oír esa voz grave al otro lado del teléfono. Jeno era su mejor amigo y ayudante de la compañía de teatro. En realidad, ambos eran socios, pero a él no le gustaba tomar las decisiones importantes y dejaba que Renjun las tomara por los dos—. ¿Cómo están los chicos?

—Bien, Ren —dijo Jeno—. Ya los conoces. Se lo toman muy en serio. —Hizo una pausa—. Además, todo está perfectamente. Ni siquiera han notado tu ausencia. Creo que puedes tomarte todo el tiempo que quieras.

—Eso me gustaría, pero me temo que no. Luego me costaría volver a ponerme al día.

—¿Bromeas? Eres el más cualificado para esto. Debes sacarle partido de alguna forma.

—Sí, pero no de la manera que estás pensando.

Hubo un breve silencio. Renjun miraba de reojo a Ning, que no apartaba la vista ni un segundo, mostrando gran curiosidad.

—¿Y qué me dices del asunto que te ha llevado a coger un avión? —aventuró Jeno—. ¿Es cierto?

—Me temo que sí.

—¿Y cómo está la futura novia?

Renjun no contestó. Desvió la mirada e intentó pasar desapercibido a pesar del silencio que dio como respuesta.

—Está justo a tu lado, ¿verdad?

—Sí —admitió.

—Vale, entonces supongo que todo irá bien. No hay nada como los consejos de un hermano mayor.

Renjun iba a decirle un par de cosas pero no tuvo tiempo de hacerlo. Jeno ya se estaba despidiendo de forma prematura, igual que siempre.

—Te volveré a llamar —puntualizó—. En cuanto a tus días libres... Por una vez, hazme caso. Tú estás fuera y ahora soy yo quien manda. Tómate unas merecidas vacaciones. No recuerdo cuándo fue la última vez que me libré de ti.

Automáticamente después de colgar el teléfono, se topó con la mirada azul de Ningning. Sabía de buena mano qué era lo que venía justo después.

—¿Quién era? —preguntó.

—Jeno, mi ayudante... —Ni siquiera pudo terminar la frase. Esa mirada inquisidora de su hermana le hizo perder los nervios—. ¿A qué viene esa mirada?

—Quién es ese tal Jeno?

—¿Es que no me has oído? Acabo de decírtelo. Es mi ayudante. Trabajamos juntos en el teatro.

—¿Nada más?

Renjun soltó un suspiro. No le gustaba dar explicaciones a nadie y mucho menos a alguien que creía ver más allá de lo evidente.

—¿Qué más quieres que diga?

—Vamos, Ren. No te hagas el tonto conmigo. —Jugueteó con uno de los mechones de su cabello—. A mí puedes contarme cualquier cosa. Sea lo que sea...

—Te estás precipitando —advirtió Renjun—. No es lo que crees.

—¿Y qué es, según tú, lo que creo?

—Pues... Maldita sea, ya sabes lo que quiero decir. O sea, lo que quieres decir...

—Calma, no hay por qué ponerse nervioso.

—Ning, déjalo ya. Jeno y yo sólo somos amigos.

Volvió a la carga, convencida que era su deber extraer información de algo que no estaba siendo mostrado al resto del mundo.

—¿Y eso quién lo dice?

—¿Cómo que quién? —Abrió la boca pero no dijo nada hasta segundos después—. Yo lo digo.

—Está bien, gruñón. Era una broma.

—Pues no me hace ninguna gracia.

—¿Lo ves? Ahora es evidente que te vuelves mayor de forma prematura. ¿Qué hay del sentido del humor?

Renjun suspiró y cerró los ojos. Contó mentalmente hasta cinco.

—Basta de tanta charla —dijo—. Por ahora, ya he tenido suficiente. Además, tengo que hacer un par de llamadas.

Se dio la vuelta y caminó con paso decidido hasta la puerta del dormitorio.

—Espera —soltó de repente Ning—. No te vayas.

Renjun se volvió y formuló la pregunta evidente.

—¿Por qué?

Su hermana se mordió el labio.

—Verás, he olvidado decirte algo.

Sorprendido por la actitud de su hermana, Renjun torció el gesto, impaciente.

—Vale, ¿de qué se trata?

—Bueno, quería hablar contigo...

—Ya estás hablando conmigo, Ningning. Sé un poco más precisa.

Ning se levantó de la cama y se cruzó de brazos. Comenzó a mover la pierna derecha en un constante movimiento de repetición, como si tuviera un calambre.

—Nada —se apresuró a decir—. Es sólo que... me preguntaba...

—¿Sí?

—Me preguntaba... —Bajó la cabeza un instante—. Ren, tú me quieres, ¿verdad?

Renjun estaba al borde de un colapso. Conocía bastante bien a su hermana, pero aquello acababa de dejarlo todavía más estupefacto. Era imposible concebir el motivo de esa tonta e inesperada pregunta.

—¿Qué? —musitó—. ¿A qué viene esa pregunta? Pues claro que te quiero. Eres mi hermana.

—Entonces, ¿harías cualquier cosa por mí?

Ahora todo parecía algo más claro. Detrás de esa repentina muestra de afecto se escondía el verdadero motivo.

—Bueno, eso depende.

—¿De qué? -quiso saber.

—De lo que quieras pedirme.

Ning parecía confusa. Era un manojo de nervios y se encontraba bastante aturdida, como si fuese incapaz de dialogar consigo misma.

Uno estaba justo delante de la otra sin decir nada, conservando la aparente calma y aguardando al final de esa conversación que había adquirido un semblante poco convencional.

—Está bien, me rindo. —Renjun apoyó la espalda en la pared—. ¿Qué es lo que quieres?

—Quiero... Necesito pedirte un favor. —Se acercó tímidamente a su hermano mayor, temiendo escuchar una respuesta que no quería oír—. Un favor enorme.

—De acuerdo, tú dirás.

Las palabras tenían miedo a salir de su boca. Tenía la impresión de parecer una especie de tartamuda, haciendo esfuerzos por soltar su gran discurso final.

—¿Antes puedo hacerte una pregunta? —susurró—. ¿Para qué crees que te llamé?

Otra pregunta sin sentido y sin salida, al menos para Renjun. Creía firmemente que Ning empezaba a perder la cabeza, si es que acaso no lo había hecho ya.

—¿Cómo que para qué? —reprochó—. Soy tu hermano. Creo que merezco estar presente el día más importante de tu vida.

—Ya, pero no me refería a eso...

—¿Entonces? No te sigo...

Ning lo cogió de la mano, intentando ganarse su compasión.

—No puedes negarte.

—Por Dios, Ningning -gruñó Renjun-. Deja de darle vueltas al maldito tema sea cuál sea. —La sujetó por los hombros—. ¿Qué quieres que haga?

Ning cerró los ojos y apretó los párpados. Instantes después volvió a abrirlos, mostrando una mirada que se asemejaba a la de un animal pidiendo clemencia. Tragó saliva y finalmente tuvo valor para soltarlo.

—Ren, sé el padrino de mi boda.

Los ángeles también lloran [ADAPTACIÓN JAEMREN - NCT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora