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Ning estaba segura de vivir un sueño; el sueño de toda su vida. Jamás había hecho las cosas como debía, y por una vez sentía que todo su mundo era diferente: su humor, su sonrisa, su comportamiento, su corazón... Él había hecho posible todo eso y mucho más. Jaemin se había convertido en algo más que un novio; un compañero perfecto para compartir el bien y el mal, por eso estaba segurísima de querer casarse con él. A fin de cuentas, ¿quién no lo estaría?

Aún recordaba con cierto sonrojo el instante fugaz en el que sus miradas se cruzaron por primera vez. Ella estaba en la biblioteca pública, decidida a encontrar un viejo libro sobre jardinería especializada que pudiese ayudarla en su nuevo trabajo como ayudante en un invernadero. Él, empeñado en descubrir algo distinto, estaba buscando desesperadamente algo que pudiera servirle como inspiración para futuras ideas.

Todo surgió muy rápido. La escasa luz y las estanterías repletas de silenciosas historias sirvieron como escenario a esa mágica conexión inesperada, creando algo muy especial sin que ninguno de los dos pudiese hacer nada para impedirlo. En un abrir y cerrar de ojos sus latidos habían comenzado a correr más rápido; las pupilas se dilataban progresivamente y un cosquilleo nació en sus respectivos estómagos. Algo que llaman amor a primera vista, y todo por cruzarse en el momento y lugar precisos. Después de aquello las citas y veladas hasta altas horas de la madrugada se habían convertido en algo rutinario, transformando sus días en algo más que una sucesión de veinticuatro horas. Se estaban enamorando, y no les habría importado la opinión de los demás si la hubiesen tenido. En ese sentido, los dos tenían secretos que guardar, y por eso establecieron una única norma entre ellos: no hablar de nadie más salvo de ambos. Ni familias, ni amigos, ni conocidos. Un universo inventado por dos recién conocidos en el que no tenía cabida nadie más. Y es que mantener su relación en secreto incrementaba todavía más las ganas de verse, como un tornado desatado a punto de entrar en colisión con otro muy semejante.

Ning jamás había sentido nada parecido. Claro que había estado con más chicos, pero una palpitación constante dentro de ella le decía que esta vez había elegido bien. Más que bien, ya que se volvía alguien completamente diferente y mejor cuando estaba cerca de él. Ya no le importaba lo más mínimo captar la atención de todo hombre que se cruzaba en su camino; ahora sólo deseaba apropiarse de la mirada de uno en particular, y lo conseguía cada vez que se veían a escondidas, comiéndose a besos y prometiéndose que estarían juntos todo el tiempo que fuera posible.

Un día de lluvia, cuando estaban juntos en un motel a las afueras de la ciudad, perdidos entre la carretera y la distancia, Ning había mencionado lo sola que se sentía cuando él tenía que marcharse debido a su trabajo. Jaemin, en un arrebato de compasión, la abrazó fuertemente al mismo tiempo que le aseguraba que su situación no tardaría demasiado en cambiar. No quiso decir más, pero sus palabras fueron suficientes para que ella comenzara a indagar en lo profundo de sus propios sentimientos. Dos días después, paseando tranquilamente bajo una tenue luz de luna, Ning ya no pudo reprimir su deseo. Le miró directamente a los ojos y pronunció el discurso más breve pero sincero de toda su vida: «Jaemin, te quiero como nunca he querido a nadie. Cásate conmigo».

Fue en ese momento cuando Ning se dio cuenta que su verdadero cuento de hadas acababa de empezar.




No podía disimular; tenía la sonrisa dibujada en su boca y nada ni nadie conseguirían que se borrase. Se encontraba en una nube, deseosa de volver a verle. Una princesa del siglo veintiuno suspirando por su príncipe azul en mitad de toda esa gente. Había estado nerviosa durante el trayecto para ir a recoger a su hermano mayor al aeropuerto, pero esta vez era distinto. Las mariposas revoloteando en el estómago eran un claro síntoma del enamoramiento intenso que padecía. El viaje en coche no se había demorado por ningún motivo, pero las ganas que tenía de estar nuevamente a su lado le provocaban una distorsión del tiempo, como si fuera incapaz de controlarse a sí misma.

Los ángeles también lloran [ADAPTACIÓN JAEMREN - NCT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora