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Empezaba a acostumbrarse a los aviones. Después de todo, no parecían tan inseguros. La noche era especialmente oscura así que Renjun optó por bajar la pequeña persiana de la ventanilla. No le gustaban demasiado las alturas, así que lo mejor que podía hacer era dormir.

Abrió los ojos en el momento adecuado. Tanteó su muñeca izquierda en busca del reloj. Al parecer, había dormido todas esas horas de tirón, y sin ayuda de pastillas. Nada más salir del aeropuerto, levantó la mano para parar al taxi que acababa de materializarse al lado de la acera. Subió en la parte de atrás y le indicó al hombre la dirección de su casa.

Todo estaba tal y como lo había dejado. No habían pasado ni dos semanas pero había necesitado profundamente sentir todo en orden. Necesitaba volver a su verdadera casa aunque fuera un instante.

Sacó con cuidado la ropa que había traído en la bolsa de deporte y la colocó de nuevo en el armario. Seguro que tardaría un poco más de lo normal en volver por allí, sacó de uno de los enormes cajones de madera la maleta que había estado utilizando durante el último año de idas y venidas.

Consciente de que debía cumplir su promesa y estar de vuelta dentro de dos días, quería preparar todo lo necesario para su escapada, sin perder ni un momento. Se dio una ducha rápida y fue a la cocina. Abrió la puerta de la nevera y se encontró con un interior prácticamente vacío. Había olvidado por completo pasar por el supermercado para comprar lo más básico.

Con las tripas rugiendo de vez en cuando, se alisó el pelo y se vistió con lo primero que encontró: pantalones oscuros ajustados y una bonita camisa blanca, además de unos zapatos negros, relucientes desde cualquier punto de vista.

Antes de llegar al teatro, pasó por la cafetería que solía frecuentar antes de cada ensayo para comprarse un café bien cargado y un bollo relleno de crema. Así pudo pensar mejor con el estómago lleno.

Para evitar perder más tiempo buscando otro taxi, decidió llegar a su destino a pie. Cuando divisó la entrada principal, suspiró de alegría. El frío era casi mortal.

El interior del teatro estaba desierto. El pasillo que rodeaba la enorme estancia estaba a oscuras, y la única luz que alumbraba ese fantasmagórico sitio provenía del mismo escenario, viejo pero encantador al mismo tiempo.

Renjun recorrió sin prisa el pasillo. Se sentía extraño, como si hubieran pasado años desde la última vez que había pisado ese suelo.

—¿Jeno?

No obtuvo respuesta. Todo seguía igual de silencioso, así que no parecía haber nadie por allí.

Decidido a organizar todo como se debía, pasó de largo y abrió una puerta que estaba parcialmente escondida al fondo de una de las paredes de hormigón, donde el frío también inundaba esa parte del edificio, pero no podía hacer nada.

Siguió el camino de ascenso por aquellas escaleras salpicadas de imperfecciones que tantas y tantas veces había subido.

Podía haber cogido uno de los ascensores que se encontraban disponibles en la planta baja, pero siempre se mostraba reacia a los cubículos cerrados, por eso se excusaba diciendo que prefería hacer un poco de ejercicio.

Después de acabar algo cansado por tanto escalón, llegó a la planta más alta de la estructura del edificio. Las oficinas contrastaban enormemente con el resto de todo el equipo ya que, visto desde fuera, tenían pinta de tratarse de oficinas de algún banco o empresa importante. Nada más lejos de la realidad porque, en el fondo, un teatro no era más que eso: una función tras otra incluso después de bajar el telón.

Renjun sacó tranquilamente el móvil del bolso y marcó el número de Jeno, con la esperanza de poder localizarle.

Al cabo de unos segundos comenzó a escuchar la melodía tan divertida del teléfono de su amigo. A pesar de las burlas por parte de sus compañeros, Jeno se negaba a cambiar de tono para sus llamadas.

Los ángeles también lloran [ADAPTACIÓN JAEMREN - NCT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora