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Sus planes habían cambiado de manera fortuita. Renjun había recibido una llamada de última hora de su hermana pequeña y no había encontrado ninguna buena excusa paranegarse a ir a verla. Aún seguía en shock cuando recordaba mentalmente la conversación que había tenido con ella. «Ren, voy a casarme». Esas cuatro únicas palabras sirvieron para hacerlo despertar de su letargo.

Se encontraba demasiado lejos de casa y a decir verdad, demasiado lejos de todo el mundo. Se había pasado los dos últimos años de su vida viajando de aquí para allá, con mucha más frecuencia que antes, haciendo su sueño realidad. Y es que ser actor era algo que le encantaba. Subirse encima de un escenario e interpretar miles de papeles diferentes lo hacía sentirse vivo. El teatro era su gran pasión y desde luego suponía la mayor de las recompensas al finalizar un duro día de trabajo. Le gustaba lo que hacía, y al parecer conseguía transmitir ese mismo efecto en todo aquel que permanecía cerca el tiempo suficiente. Había recibido muchísimo reconocimiento y era responsable de las buenas críticas hacia su compañía de teatro.

Decidió arreglarlo todo en cuestión de un par de días. Sentía un leve cosquilleo en su estómago, asomándose en los momentos menos apropiados. El frío lo ayudaba a pensar con más calma, pero en el fondo sabía que todo aquel inesperado asunto carecía de toda meditación.
Conocía muy bien a su hermana. Ningning era propensa a dejarse llevar por sus impulsos, y por eso la mayoría de las veces se había metido en líos. Ahora sin embargo, parecía algo cambiada. Su voz había reflejado ilusión cuando lo llamó. Había decidido que darle una sorpresa era la mejor opción y desde luego lo había conseguido.

En cuanto las primeras luces de la mañana se divisaron a lo largo de todo el horizonte, Renjun salió de casa. Metió la única maleta que llevaba en el taxi que lo había estado esperando desde hacía un buen rato. En cuanto se acomodó en el asiento, los nervios aumentaron. El aeropuerto estaba prácticamente desierto, algo bastante raro pero muy gratificante. A él no le gustaban las multitudes colapsadas en espacios reducidos. Cuando subió al avión, comenzó mentalmente una cuenta atrás. Es lo que siempre hacía cuando el estómago vibraba por tanta incertidumbre. Podía considerarse un hombre muy valiente. Le daba pánico volar y aun así era justo lo que iba a hacer. Por esa vez, debía hacer una excepción. Su hermana pequeña se iba a casar y eso era algo que no pasaba todos los días.

Durante el viaje intentó dormir en varias ocasiones, pero le fue imposible. Demasiados pensamientos le venían a la mente y le era imposible desconectar. Se había bebido tres botellas de agua y aun así tenía la garganta reseca. Tenía el enorme defecto de tomárselo todo muy a pecho, dándole demasiada importancia a asuntos que no merecían tenerla.

Serían cerca de las nueve de la noche cuando el avión por fin aterrizó y pudo volver a respirar con más calma. No tardó demasiado en abandonar aquella estructura voladora que le había dado tantos dolores de cabeza. El frío lo golpeó en la cara y su cuerpo comenzó a tiritar. Se dirigió a una cafetería cercana y entró rápidamente. Pidió un café y se sentó en una de las mesas más apartadas. El calor lo reconfortó bastante. Buscó su móvil en el bolso y marcó el número de teléfono de Ning.

Tres pitidos y después la dulce voz de su hermana pequeña resonó desde lejos.

—Ning, soy yo. —Estaba tiritando de frío—. ¿Dónde estás?

—¡Ren! ¿Ya has llegado? ¿No se suponía que ibas a avisarme con un poco de antelación?

—¿Avisarte? Te he mandado dos mensajes. ¿No los has recibido?

—Me temo que no. —Hubo una pausa breve al otro lado de la línea—. En seguida estoy ahí. No te vayas a ningún lado, ¿de acuerdo?

—Tranquila, hermanita. No me moveré ni un ápice.

Los ángeles también lloran [ADAPTACIÓN JAEMREN - NCT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora