Capítulo 3: Ayudando a curar heridas

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La mañana pasó rápidamente, Mihawk había llevado un plato de huevos con tostadas a Azuline y se había puesto a leer el periódico de ese día en la sala de estar con una copa de vino. Por su parte Azuline se había dedicado a comer y descansar, puesto que no se podía mover lo suficiente como para salir de ese lugar. Estaba agotada mental y físicamente, todo lo que había pasado en el lapso de un mes y quien sabe cuánto tiempo hubiera estado vagando por el mar a la deriva. Luego estaba lo del guerrero del mar y su inusual -o al menos para ella- amabilidad puesto que al medio día también le había llevado comida. Por la tarde Mihawk volvió a aparecer por la habitación cargando consigo una caja mediana.

–¿Puedes levantarte un poco? – le preguntó sin querer sonar brusco.

–Si pudiera no estaría todavía aquí – le respondió enojada.

–Está bien... no era esa mi intención, ven – volvió a tomarla esta vez pasando un brazo por detrás y alzándola hasta que quedó sentada en la cama. – ese vestido va a ser un problema. –comentó al aire.

–¿Para qué? ¿Qué estás pensando, pervertido?

Mihawk la miró incrédulo mientras ella se tapaba el pecho con sus manos a pesar de que llevaba el vestido.

–Quiero revisarte las heridas. Perona ya se fue, soy el único que puede hacerlo. – dicho esto, salió de la habitación dejando la caja en una mesa cerca de la ventana, alejada de Azuline. Ella por su parte ni se molestó en levantarse más porque todavía tenía entumecidas las piernas. Mihawk volvió al rato con algo entre sus manos. – esto puede valerte, póntelo.

– ¿Te quedarás mirando o me darás privacidad? – le preguntó escéptica.

– Me voltearé. – le dijo solo para molestarla un poco y dicho y hecho se dio la vuelta mirando hacia la entrada de la habitación.

–Sería mejor que salieras.

–No me apetece ¿Y si necesitas ayuda? – le dijo sin voltearse.

– No necesito la ayuda de un guerrero del mar. – le contestó enojada.

– Pues a ver cómo te las arreglas para vendarte la espalda. Es como la obra de arte de una mente retorcida.

Azuline bufó quitándose en el proceso un mechón de pelo de la cara. Su pelo, no había reparado en lo largo que estaba desde que había sido raptada, le llegaba poco más debajo de los senos y parecía haber sido cuidado en la última noche. En ese momento pensó en la mujer de pelo rosa y se arrepintió de no haberle dado las gracias.

–¿Qué, tú no eres una mente retorcida? – Le preguntó para no pensar en eso.

–No sé lo que te hayan contado o hayas escuchado de mí, pero no soy como piensas. Al menos no del todo, señorita marino.

Tenía razón, no estaba bien juzgar a alguien por las habladurías de otros, pero también era cierto que era un pirata, maldad tenía que tener, aunque ahora había lugar a las dudas. Así que no dijo nada, se limitó a tratar de sacarse el vestido con mucho esfuerzo, pero no pudo.

Suspiro frustrada y tragándose el orgullo le hablo.

–¿Podrías... ayudarme? – cerró sus ojos con fuerza ante el golpe que su orgullo recibía.

Mihawk se volteó con serenidad, sin mostrar ninguna emoción y la miró esperando que le diga que tenía que hacer, como pocas veces pasaba, pues él no recibía órdenes de nadie.

–Son las cintas, están en mi espalda y no puedo desatarlas. –le explicó avergonzada, mientras se movía para mostrarle. Pronto sintió algo hundir el colchón detrás suyo. Mihawk había puesto una de sus rodillas en la cama para acercarse más y poder liberarla del vestido. Hábilmente, pudo desatar cada nudo dejando al descubierto su espalda. Azuline se agarró la parte delantera del vestido para que no se callera y tosió para aclararse la garganta – Gracias... ya puedes voltearte de nuevo.

Entre el deber y la espada -Dracule Mihawk x Oc-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora