Capítulo 1

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Christian

—Intenta detenerme. Vamos, hazlo.

El miedo sube por mi garganta, el corazón me late demasiado deprisa y el metal no deja de acercarse.

Toca mi piel.

La quema.

Una y otra vez.

Así hasta al cansancio.

Estoy de rodillas, frente a él, rendido a sus órdenes y con las palmas de las manos extendidas hacia él.

Los gritos abren una grieta y la oscuridad se convierte en una parte más de mí. Papá está en el suelo, inconsciente. Los niños duermen y él... él es una imagen diabólica, amenazante y perturbadora.

—¿Qué  es lo que harás contra mi? Vamos, quiero escucharte.

—No haré nada.

—Quiero que lo repitas.

—No haré nada.

Frente a él no soy más que un pequeño ser insignificante.

—Una vez más.

Las llamas de la chimenea arden en sus ojos arrogantes e intimidatorios.

—No haré nada, abuelo.

—¿Y qué harás después de que salgas de aquí?

—Haré lo que tú digas.

Una sonrisa se marca en su rostro y muestra su perfecta dentadura.

—Ese es mi chico favorito.

Recorro las calles de Seattle como todas las mañanas dejando que los recuerdos se desvanecen mientras Bones de los Imagine Dragons resuenan en mis oídos. El cielo está gris y el hastío familiar se cuela en mi mente empeorando mi humor.

Reuniones, contratos y correos por contestar me esperan como es habitual. Necesito algo nuevo, algo más estimulante y la señorita Williams ya no ayuda a liberarme del estrés.

¿Debería llamar a Elena?

Tal vez ella pueda ayudarme a liberar un poco de tensión. Ella sabe lo que necesito en el momento preciso. La necesito en mi cama dispuesta a rendirse ante mí.

Maldición.

No debiera pensarlo. Elena y yo tenemos años de no tener sexo.

Llego a Escala sin resuello y con un exceso de energía aún por quemar. Por suerte hay alguien que pueda ayudarme.

Una pausa. Un pequeño  descuido. Una sutil distracción.

Es lo único que necesito para derribar a mi contrincante. Una sonrisa burlona se dibuja en su rostro que me hace reír. Cree que tiene una oportunidad, pero soy más hábil que él.

—Vamos, Grey. ¿Es todo lo que tienes?

—Apenas estoy empezando.

Esquivo el derechazo de Claude y mi puño impacta en su costado izquierdo, demasiado fuerte para dejarlo sin aire y tirarlo al suelo.

—¿Seguimos?

—Bastardo—ríe—. Acaso has practicado fuera de horario.

—En mi tiempo libre—extiendo  mi mano y ayudo a ponerse de pie a mi entrenador personal.

—¿En tu tiempo libre  o en el club?

Claude parece un poco alarmado al decir eso último.

—Me gusta ser el espectador no el espectáculo.

Quédate a mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora